Mary Salas, una fémina valiosa y comprometida

(Joaquín L. Ortega) Escribo estas líneas de adiós a Mary Salas y de evocación agradecida de su figura a pocos metros de la casa en la que ella nació el 22 de noviembre de 1922. En este Burgos de los otoños invernizos, entonces y ahora. Celebro que estas líneas -tan breves como sentidas- me las haya pedido Vida Nueva, ya que en su sede de entonces descubrí a Mary Salas en otro noviembre, de 1971. A la sazón, era Jefa de Ediciones de PPC, con lo que su presencia en la redacción de Vida Nueva era casi diaria y siempre grata.

Pronto entendí que dentro de aquella mujer flaca y espigada -femeninamente quijotesca- anidaba un alma grande y singular. Grande en propósitos y singular en realidades. Ya por entonces, Mary Salas era una fémina valiosa y comprometida. Sin pose ni afectación alguna, era ya pionera de una laicidad y de una feminidad serenas y convencidas, sin asomo ninguno de ese laicismo y de ese feminismo belicosos y altisonantes que luego invadieron la escena española. Su feminidad no arrancaba de postulados políticos ni partidistas, sino de sus hondas raíces humanistas y cristianas. Su formación procedía de aquella Acción Católica de entonces que tanto cuidaba la formación de sus mili- tantes. En la Acción Católica se fueron decantando sus calidades de mujer y de militante con vocación de presencia en lo cultural y en lo educativo. Su condición de licenciada en letras y de periodista, la puso al frente de revistas y publicaciones en diversas asociaciones y movimientos.

Mary Salas era una mujer de convicciones profundas. Lo mismo en su fe que en su trabajo o que en su misma soltería. Eso saltaba a la vista. Pero ya, en 1958, lo demostró al publicar Nosotras, las solteras, uno de sus primeros libros. La soltería por vocación fue la clave de su largo servicio a la Iglesia y a la sociedad en los años del Vaticano II y de la Transición española. Ambos acontecimientos perfilaron su fisonomía humana, social y cristiana. Y siempre en una dimensión tanto nacional como internacional. Al lado de Pilar Bellosillo y de otras mujeres cristianas, Mary Salas hizo un excelente servicio a la feminidad y al apostolado seglar en entidades como Manos Unidas, UMOFC, ACYSYF o el Foro de Estudios sobre la Mujer.

Con su desaparición se apaga una luz para la sociedad y la Iglesia españolas, una de las vidas más beneficiosas para el laicado católico de nuestro tiempo. Al concluir estas apresuradas líneas de despedida, caigo en la cuenta de que la epístola del día de su entierro recogía los elogios sapienciales que el libro de los Proverbios dedicó a “la mujer fuerte”: “La mujer fuerte vale mucho más que las perlas”. “Con sabiduría abre su boca y en su lengua está la luz de la bondad”. Son elogios que cuadran perfectamente aplicados a Mary Salas.

 

“Mary Salas Larrazábal falleció en Madrid el 15 de noviembre de 2008 a los 85 años. En 2004 recibió el Premio Bravo Especial de la Conferencia Episcopal Española. El próximo 26 de noviembre se celebrará un funeral en la Parroquia Santo Niño del Cebú (c/ Lucio del Valle, 4, Madrid), a las 20:45”.

En el nº 2.637 de Vida Nueva.

Compartir