El Foro católico-musulmán, todo un éxito para ambas partes

Los diferentes líderes religiosos reseñan la importancia de trabajar juntos por los derechos fundamentales

(Antonio Pelayo– Roma) Hemos sido recibidos en el Vaticano con gran cordialidad. Podemos considerar pasada la página de Ratisbona”. Estas dos frases de Seyyed Hossein Nasr -dichas a Vida Nueva– sintetizan mejor que nada el resultado del primer seminario del Foro católico-musulmán, celebrado en el Vaticano del 4 al 6 de noviembre, y en el que han intervenido unas 60 personalidades (24 participantes más cinco consejeros por cada una de las partes), bajo la dirección del cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, y del jeque Mustafá Ceric, Gran Muftí de Bosnia-Herzegovina.

Se han demostrado carentes de fundamento las reticencias de algunos sectores más recalcitrantes de la Curia, que habían fruncido el ceño ante los riesgos de esta iniciativa de Benedicto XVI y de su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone. “No ha podido ir mejor”, nos ratificó el cardenal Tauran, artífice de este pequeño milagro.

Tras dos jornadas de intensos trabajos a puerta cerrada, todos los presentes acudieron el jueves 6 de noviembre a la Sala Clementina para ser recibidos en audiencia por Benedicto XVI. Al inicio de la misma, tomó la palabra el cardenal Tauran. “En estos días -dijo el purpurado francés-, nos hemos escuchado recíprocamente para descubrir un modo mejor de vivir el doble mandamiento del amor a Dios y del amor al prójimo, respetando siempre la identidad espiritual de los unos y los otros. Hemos comprendido mejor que sólo la benevolencia y la humildad pueden hacer más profunda y duradera la aceptación del otro”. 

A continuación, hablaron los dos representantes del mundo musulmán. Seyyed Hossein Nasr, después de resaltar las diferencias y las convicciones comunes entre ambas religiones, dijo: “Nosotros, musulmanes de diferentes escuelas de pensamiento islámico y de diversos países, nos hemos reunido aquí para proponeros nuestra amistad, buscando encontraros en el amor de Dios más allá de todas las diferencias teológicas y del recuerdo de históricos contrastes”. Por su parte, el Gran Muftí bosnio insistió en la “inevitabilidad” del diálogo católico-musulmán para hacer que progrese “en muchas áreas de interés recíproco, como las de la guerra y la paz, la justicia y la injusticia, el hambre y la pobreza, la confianza y la prosperidad del mundo”.

Satisfacción papal

El Santo Padre se dirigió a todos los presentes en inglés para subrayar su satisfacción por esta iniciativa provocada por la carta abierta Una palabra común entre nosotros y vosotros, que 138 líderes del mundo musulmán dirigieron el 13 de octubre de 2007 a sus colegas cristianos. También elogió el tema escogido: Amor a Dios y amor al prójimo: la dignidad de la persona humana y el respeto recíproco.

Tenemos que trabajar juntos -dijo- para promover el auténtico respeto a la dignidad de la persona humana y de los derechos humanos fundamentales, aunque nuestras visiones antropológicas y nuestras teologías lo justifiquen de modo diferente. Hay un gran y vasto campo donde podemos actuar juntos para defender y promover los valores morales que forman parte de nuestro común patrimonio”.

“Deseo una vez más -añadió- que los derechos humanos fundamentales sean tutelados en todas partes y por todos. Los líderes políticos y religiosos tienen el deber de asegurar el libre ejercicio de estos derechos en el pleno respeto de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa de cada uno. La discriminación y la violencia que todavía hoy los creyentes experimentan en todo el mundo y las persecuciones a veces violentas de que son objeto constituyen actos inaceptables e injustificables, más graves y deplorables todavía cuando se cometen en nombre de Dios. El nombre de Dios sólo puede ser un nombre de paz y fraternidad, justicia y amor”. 

Esa misma mañana, recibiendo las cartas credenciales de la nueva embajadora de Egipto ante la Santa Sede, Lamia Aly Hamada Mekhemar, el Papa había dicho que el diálogo cristiano-musulmán  “es hoy una oportunidad para el mundo que hay que atrapar al vuelo y vivir lo mejor posible”.

Por la tarde, en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Gregoriana, tuvo lugar la única sesión pública del Foro, en el curso de la cual se presentaron las conclusiones a las que habían llegado los participantes. Quince en total, no todas de la misma importancia, naturalmente.

Exhortamos a los creyentes -dice la que lleva el número 12- a crear un sistema financiero ético en el que los mecanismos normativos tengan en consideración la situación de los pobres y de los desaventajados, sean individuos o naciones endeudadas. Exhortamos a los privilegiados del mundo a considerar la plaga de los que son más duramente golpeados por la actual crisis en la producción y distribución de alimentos, y pedimos a los creyentes de todas las denominaciones y a todas las personas de buena voluntad que cooperen para aliviar el sufrimiento de quien tiene hambre y para eliminar las causas de esta última”.

La conclusión número 8 es como sigue: “Afirmamos que ninguna religión ni sus seguidores deberían ser excluidos de la sociedad. Cada uno de ellos debe poder rendir su contribución indispensable al bien de la sociedad, en concreto al servicio de los más necesitados”.

En otras conclusiones, se comprometen cristianos y musulmanes “a renunciar a toda presión, violencia agresiva y actos terroristas, en particular los perpetrados en nombre de la religión, y a sostener el principio de la justicia para todos” (n. 11), así como “a garantizar que la dignidad humana y el respeto se extiendan tanto a los hombres como a las mujeres sobre una base paritaria”.

A la vista de estos resultados, es fácil concordar con la tesis del islamista Tariq Ramadan, que, en un artículo publicado por Le Monde y The Guardian el día anterior a la apertura del Foro, afirmaba que la conferencia del Papa en Ratisbona el 12 de septiembre de 2006, tan denostada en su día, “a largo plazo tendrán más consecuencias positivas que negativas”.

En su conclusión de las jornadas, el cardenal Tauran dijo, con concisa belleza: “El conocimiento precede al amor. Hemos celebrado unos días de encuentro sin caer en el sincretismo, hemos pasado de la tolerancia al diálogo teniendo en cuenta que no son las religiones las que dialogan, sino los creyentes. Dios nos ha dado a todos un corazón y necesitamos todos la verdad, la caridad y la humildad para formar una sola familia humana siguiendo el proyecto divino”.

SIGUE LA POLÉMICA SOBRE PÍO XII

No amainan las declaraciones y contradeclaraciones sobre la actitud de Pío XII frente a la barbarie nazi y la shoah. Desde el lado católico, una de las más firmes hasta ahora ha sido la del cardenal Bertone al clausurar un congreso sobre la memoria de papa Pacelli, organizado por la Universidad Gregoriana y la Lateranense. “Como es conocido -dijo-, la causa de beatificación de Pío XII sigue su curso; es un hecho religioso que debe ser respetado por todos y que es de la específica competencia de la Santa Sede”.

Por su parte, Benedicto XVI, al recibir en audiencia a los participantes en el congreso, se limitó a decir que “Pío XII ha sido un excepcional don de Dios a su Iglesia”, destacando su vastísimo y cualificado magisterio y lamentando que su persona haya sido valorada de forma “unilateral” y “excesiva” cuando se ha abordado su postura ante el III Reich.

En el nº 2.636 de Vida Nueva.

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