Martín Valverde: “La música penetra como el agua”

Cantautor costarricense

(Texto y foto: Marina de Miguel) Igual que el martín pescador, Martín Valverde (San José, Costa Rica, 1963) pesca canciones de la propia vida. Así lo reconoce cuando se le pregunta por su fuente inspiración, un mar sin final, iluminado por el Evangelio, donde convergen una sonrisa, el consejo de un amigo, la despedida de dos extraños en el aeropuerto o, especialmente, el silencio: el aliado más evocador.

Uno de los grandes dones que nos toca como creyentes es buscar lo maravillosamente extraordinario que tiene lo ordinario”, asegura este cantautor costarricense acostumbrado a trabajar con jóvenes, a los que intenta transmitir que, el mero hecho de respirar, es algo grande: una oportunidad. 

Aprendió esta lección en casa. De su madre, quien, tras vencer un cáncer terminal, se quitó el reloj y decidió enfrentarse a la vida; y de su hermana, Grettel, “la verdadera mediadora en su encuentro con Dios”. “El pasado es un aprendizaje, el futuro, una incógnita; pero el presente es un regalo. Por eso hay que vivir estemos como estemos. Sólo si lo aceptas podrás salir adelante”.

Puesto que se confiesa miembro del club de los que “cantan lo que viven y viven lo que cantan”, sus letras reflejan este mensaje. “Muestran que vivo intensamente. El plan es que la hermana muerte me encuentre viviendo. Y esto implica todo, tanto lo bueno como lo malo. Todo forma parte del menú de la vida”, apostilla alentando a huir de la tentación de la superficialidad sin, por el contrario, caer en el triunfalismo, al que define como un auténtico veneno. 

‘Pablo Gira’

Con este ánimo resuelto, Martín afrontó recientemente un “regalo inesperado” que le llegó de la mano de la Editorial San Pablo: la serie de conciertos que, bajo el lema ‘Pablo Gira’, ofreció en España en compañía de Rogelio Cabado, con ocasión del Año Paulino. Valencia (31 de octubre), Madrid (1 de noviembre) y Sevilla (2 de noviembre) conectaron con el alma del costarricense desgranada en cada una de las composiciones de su extensa producción, que ha cosechado grandes éxitos en toda América Latina, la parte hispana de los Estados Unidos y Europa. Pero también tuvieron la oportunidad de conocer en primicia los temas de Pablo Íntimo (editorial San Pablo), su último disco, repleto de ritmos variados con los que invita a acercarse al ‘apóstol de las gentes’.

Soy un admirador de Pablo -admite-, me gusta porque no es un santo parroquial. Para ser devoto de él, tienes que bucear en sus escritos”.

Juglar de la realidad

Como juglar de la realidad cotidiana posee el don de establecer vínculos con la gente más diversa, con independencia de su edad, cultura y religión. Según cuenta, es habitual que entre el 40 y el 50% de los asistentes a sus conciertos no se consideren miembros de la Iglesia, pero que sí se sienten reflejados en sus letras. “La música es como el agua, penetra en todo. Si logras hacer que la música empate con una melodía del alma, todo está hecho”, asegura para mostrar la excelente labor que puede realizar como instrumento evangelizador. 

La terquedad bien entendida, reconoce, es uno de los rasgos más característicos de su personalidad, y por el que logró su gran sueño: ser músico. Desde su infancia, que transcurrió entre verdes campos y el colegio Don Bosco, hasta la actualidad, siempre lo ha tenido claro y ha apostado por ello con la ayuda inestimable de su familia: su mujer, Elizabeth, y sus hijos, Martín Gerardo, María Daniela y Jorge Pablo, quien, nacido con parálisis cerebral, ha cambiado su modo de ver y apreciar la vida. 

“La música es una dulce responsabilidad. Por un lado es cansado ya que, como dice Serrat, cada vez que creas mueres un poco. No obstante, a veces surge una canción que, pase el tiempo que pase, lleva tu marca, huele a casa, a tu barrio, es parte tuya”, afirma Martín recalcando que eso es “padrísimo”.

En esencia

Una película: Cinema Paradiso, de Giusseppe Tornatore. 

Un libro: La casa de los Espíritus, de Isabel Allende.

Una canción: Hey Jud (The Beatles).

Un rincón del mundo: Volcán Irazú.

Un deseo frustrado: nadar.

Un recuerdo de la infancia: montañas y cielo.

Una aspiración: mi esposa.

Una persona: Jesús.

La última alegría: una sonrisa.

La mayor tristeza: el triunfalismo.

Un sueño: otro álbum.

Un regalo: una ‘caminadora’ eléctrica.

Un valor: la fidelidad.

Me gustaría que me recordasen por: ser sanamente terco.

En el nº 2.635 de Vida Nueva.

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