Los frutos del Sínodo

(Antonio Pelayo– Roma) Llegados al último capítulo de esta XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, los “frutos” de la misma que podemos considerar desde fuera son dos: el Mensaje al pueblo de Dios que se hizo público el viernes 24 de octubre y el elenco final de las propuestas que los padres sinodales elevan al Santo Padre. Sobre este último, avisaba una nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede: “Debido a su naturaleza, es reservado y no será publicado para respetar el carácter consultivo de la asamblea sinodal. Este texto de hecho tiene carácter de proposición. Por benévola decisión -insiste la citada nota-, el Sumo Pontífice Benedicto XVI concede en esta ocasión una versión en lengua italiana, provisional, oficiosa y no oficial, a cargo de la Secretaría del Sínodo de los Obispos”.

Por si alguien no ha entendido bien la naturaleza del texto que se pone “benévolamente” en sus manos, se advierte: “Las propuestas son un momento de un largo proceso del Sínodo abierto a la eventual promulgación de un documento pontificio. No agotan la riqueza de las aportaciones”.

Con respecto al mensaje, digamos desde el principio y sin reticencias que se trata de un texto amplio (once bien apretadas páginas), hermoso, rico en doctrina y en intuiciones, perfecta y paciente reelaboración de tres semanas de discusiones en el Aula sinodal, redactado casi en primera persona por una mano experta (como puede ser la de monsenor Ravasi, todo un respetabilísimo perito en la materia). Añadamos, sin embargo, con todos los respetos del caso, que se sitúa a un nivel que hace ardua su comprensión para, al menos, un 90% por ciento de ese “pueblo de Dios” a quien teóricamente va dirigido y que, desde luego, ignora algunos elementales principios de lo que es la comunicación periodística en el mundo contemporáneo.

Los lectores de Vida Nueva tienen ocasión de deleitarse con el mensaje aquí y yo les recomiendo a todos que hagan el esfuerzo de leerlo. En el próximo número de Vida Nueva daremos algunas claves, sin pretensión alguna.

 

Más información en el nº 2.634 de Vida Nueva.

Compartir