Los rostros de la crisis económica

Se dispara la demanda de los servicios de las Cáritas parroquiales

(Marina de Miguel- Fotos: Luis Medina) Matrimonio con un niño de un año, ella operada recientemente. El marido estaba trabajando en la construcción y la empresa ha cerrado. Cobra 644 euros mensuales de desempleo, cantidad insuficiente para todos los gastos de la familia. La parroquia les ayuda con alimentos, pues tiene muchas deudas de todo tipo (nº. 62.689)”. Este caso, plasmado en la Hoja de la Caridad de Cáritas Madrid, es una idónea radiografía para conocer los rostros que tienen las terribles consecuencias de la crisis económica actual. Basta con leer estas llamadas a la solidaridad, que se actualizan cada primer domingo de mes en el periódico ABC y en la página web de la organización (www.caritasmadrid.org), para darse cuenta de que la pérdida del trabajo, la imposibilidad de hacer frente a las hipotecas y alquileres o a los gastos más básicos en alimentación, ropa o calzado son el denominador común de los cientos de personas que están acudiendo a las delegaciones parroquiales y diocesanas del país en busca de acogida, escucha y, sobre todo, esperanza.

Estamos observando un incremento de personas y familias que acuden a nosotros con necesidades cada vez más inminentes”, afirma Javier Hernando, coordinador general de Cáritas Diocesana de Madrid. Las cifras no mienten: en el curso 2006-2007, 55.179 personas fueron atendidas por las Cáritas parroquiales, mientras que en el curso 2007-2008 el número se eleva a 66.800. A la subida del precio de la gasolina, de la cesta de la compra y de la vida en general se añade el incremento del paro en los últimos meses, lo que crea una gran vulnerabilidad. El perfil del peticionario suele ser un hombre, que trabajaba en el sector de la construcción, y en el caso de las mujeres, empleadas del servicio doméstico.

La crisis nos está afectando a todos, pero especialmente a los más frágiles”, reitera el coordinador. El siguiente caso, identificado con el número 62.777, corrobora su preocupación: “Familia ecuatoriana con seis hijos, en edades comprendidas entre los 15 y 7 años de edad, pasa por una situación difícil, ya que el marido se acaba de quedar sin empleo. Hasta ahora han ido saliendo adelante con sus pequeños ingresos, pese a ser una familia numerosa. Ante estas circunstancias, han dejado de pagar dos meses del alquiler de la vivienda”.

Personas de toda clase

Isabel Martín Martín conoce bien historias como éstas. No en vano, lleva 18 años en Cáritas en la parroquia de Santa Eugenia y ocho en el centro arciprestal de Cáritas, en Villa de Vallecas. “Acuden toda clase de personas que de alguna manera necesitan ayuda. La relación directa que establezco me exige un respeto profundo, ya que tienen necesidad de expresar sus sentimientos, de hablar de todo lo que les preocupa, de ser aceptados como son, con sus defectos y necesidades, y de que se trate confidencialmente sus problemas”, afirma.

En muchas ocasiones, el acompañamiento de estas personas con alto grado de vulnerabilidad y exclusión requiere ayudas económicas de carácter urgente. La Hoja de la Caridad ofrece numerosos ejemplos de estas ayudas puntuales: “Madre de dos mellizas de 11 años de edad, víctima de violencia doméstica, se encuentra actualmente en paro y cobra una prestación por desempleo de 413 euros mensuales. La vivienda es de alquiler. Su principal objetivo es encontrar trabajo y poder compartir vivienda con otras personas que le ayuden a pagar el alquiler. Hasta que se consiga, necesita ayuda (nº. 62.683)”.

El Programa Proinfancia, un convenio entre Cáritas y La Caixa, es esperado casi como agua de mayo; tanto es así que Isabel Martín se está planteando acudir un día más (hasta ahora trabaja todos los martes y jueves de 18 a 20 horas, aunque casi siempre se pasa de este horario) para poder atender la demanda de estas ayudas dirigidas a la alimentación, higiene, equipamiento escolar, gafas o audífonos, entre otras prestaciones.

Especialmente brusco es el caso de los “nuevos pobres”, aquéllos que vivían de manera digna, sin muchos excesos, y que con la crisis han pasado a una situación de pobreza y exclusión. “Muchas veces no tenemos todas las respuestas y recursos para solucionar los problemas que tienen. Pero el poder compartir con la familia esa situación por la que están atravesando, desde el compromiso de las distintas comunidades cristianas, es ya una respuesta y a la vez una llamada para todos”, reconoce Javier Hernando, apelando a la solidaridad y a la recuperación de valores como la comunión.

La labor de Isabel Martín Martín tiene otras múltiples facetas. Desde hace varios años trabaja en uno de los 34 centros SOIE (Servicio de Orientación para el Empleo) que dependen del SOIE Central, el Programa de Paro de Cáritas Diocesana de Madrid, que está participado también por Hermandades del Trabajo y Justicia y Paz. Se trata de lugares de acogida en los que quienes acuden encuentran un equipo de voluntarios dispuestos a acompañarlos y orientarlos en su camino a la inserción mediante el empleo.

“Hay muchísima demanda. En el mes de septiembre han venido al nuestro 91 personas nuevas. No vamos a poder colocar ni siquiera al 10%”, comenta Isabel. Ante esta afluencia que, según vaticina, continuará en meses posteriores, considera interesante realizar una prospección para encontrar nuevas ofertas de trabajo, pues éstas “no te van a venir a buscar a casa”.

El proyecto no sólo ofrece una búsqueda activa de empleo, sino que otorga una herramienta imprescindible: la formación. Lo saben bien los voluntarios de Hermandades del Trabajo, que están viendo incrementada la demanda de sus cursos de capacitación profesional, incluidos, por ejemplo, los cursos de idiomas. El período de preparación es importante, además, por la ilusión de conseguir un trabajo, aunque luego no cuaje.

La dedicación de Isabel en el SOIE va más allá de lo que realiza en Santa Eugenia, pues programa reuniones con las instituciones públicas y privadas de la zona, con todas las Cáritas parroquiales del arciprestazgo, con el Programa de Paro de la vicaría, etc. Incluso es frecuente que, por la noche, atienda desde su casa alguna oferta de trabajo que soluciona de inmediato. Por estos esfuerzos, que asegura dan sentido a su vida, recibe cariño. “Muchas de las personas que acuden por segunda o tercera vez son como amigas, se sienten acompañadas y agradecidas. Esto hace que nuestra labor se dé por buena. Se sienten acogidas, se desahogan. Muchas veces es lo único que se puede hacer”, asegura.

Gran acumulación

“La situación en nuestros despachos es de una fuerte acumulación que en años y en años no habíamos tenido”, afirma Jordi Roglá, director de Cáritas Diocesana de Barcelona, para indicar que los efectos se empezaron a notar el año pasado, porque “entre 2004 y 2007 aumentó en un 30% el número de personas atendidas”. Una tendencia que se ratifica en 2008, pues hasta septiembre ya han registrado las mismas peticiones que en todo el año anterior.

La preocupación de Cáritas es que la crisis está afectando a los que ya estaban en crisis. Está afectando a muchas personas que estaban en un estado de pobreza, dentro de lo que nosotros llamamos ‘estado de bienestar’. Pensamos que este ‘estado de bienestar’ es generador de pobreza”, asegura.

El perfil del peticionario en esta diócesis es una mujer joven, multicultural, que vive sola o tiene hijos formando una familia monoparental. No obstante, cada vez se empiezan a registrar más casos de familias en las que el marido, trabajador en el sector de la construcción, se ha quedado en paro, y la mujer, empleada en el servicio doméstico, ha visto cómo se ha recortado su horario, por lo que no pueden hacer frente a los gastos. Otro denominador común es que suelen ser personas en situación de alquiler, realquiler, pensiones o que duermen en ‘camas calientes’.

En el nº 2.633 de Vida Nueva.

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