La Palabra, fuente para la vida pastoral

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva) La XII Asamblea General del Sínodo de los Obispos, reunida en Roma hasta el próximo 26 de octubre, reflexiona sobre La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Quienes venimos siguiendo el ritmo de esta asamblea colegial de comunión, podemos comprobar algo importante: no es un Sínodo que pretenda remover o revocar cimientos doctrinales, sino buscar caminos pastorales para que la Palabra tenga su lugar adecuado en el corazón de la Iglesia, el lugar que le corresponde como fuente de Revelación.

El cardenal Ouellet lo dijo claro el primer día. No se va a tocar la Dei Verbum, sino que se va a poner en valor aún más, se le va a sacar más jugo, si cabe. Queda disipado el miedo en algunos sectores de la Iglesia que creyeron que se iban a tocar los cimientos de esta constitución dogmática conciliar. Hecha esta anotación previa, que no es de Perogrullo, sino de advertencia preliminar, varias cosas importan ahora en este encuentro, verdadero foro de comunión eclesial.

La riqueza que aportan los padres sinodales es impresionante y muestra la universalidad y vitalidad de la propia Iglesia que peregrina en el mundo. La Palabra del Señor y su lugar poliédrico se están poniendo sobre el tapete de las preocupaciones eclesiales según quienes intervienen. Cuando son los obispos europeos los que se levantan en el aula, sus preocupaciones no dejan de tener un sesgo doctrinal e incluso moral. La cultura de un relativismo moral, ya denunciada por el Papa, está presente cuando abordan la importancia de la Palabra en el diálogo con esa cultura. En América es otra cosa. Los obispos americanos se han encargado de decir que los cristianos en el continente son numéricamente importantes y que lo que verdaderamente les preocupa es la dimensión pastoral de la Palabra de Dios y su fuerza en medio de una sociedad cada vez más captada por las sectas. Asia y África tienen otras preocupaciones, como es el papel de la Palabra en el ámbito interreligioso. Una exquisita riqueza, una amplia reflexión.

Otro aspecto importante en esta asamblea sinodal es su carácter ecuménico. Abordar el tema de la Escritura es tocar en un punto importante en el diálogo ecuménico, en el diálogo interconfesional. La tarea ecuménica, más allá de los gestos, está siendo en Benedicto XVI un importante ariete de su ministerio petrino. La Palabra abrió la división en la historia y la Palabra abrirá el camino de la unidad. En este sentido, las intervenciones del Pontífice están siendo muy precisas.

De cara a los estudios eclesiásticos destaca un rasgo. Es la primacía de la Exégesis o de la Teología Bíblica. Si es primero el estudio del texto desde la exégesis o si es primero el estudio de la Teología que alumbre el texto. Mucho se hablará de esto y mucho quedará para la exhortación apostólica que el Papa escribirá recogiendo el sentir colegial. La luz sobre los estudios bíblicos aflorará en momentos delicados en los que las falsas interpretaciones históricas de textos bíblicos están de moda. No obstante, algunas intervenciones, fundamentalmente las que llegan desde Latinoamérica, en donde se está llevando a cabo una importante labor de traducción, coordinada por el obispo auxiliar de Valparaíso (Chile), apuntan la importancia de poner la Escritura, no como una disciplina más, sino como lo que es, fuente de la Revelación y, por lo tanto, como una fuente desde donde mane toda la pastoral. La Palabra y la Eucaristía, fuentes de la vida eclesial. “La Palabra que se revela, la Palabra que se predica, la Palabra que se celebra y la Palabra que se vive en el amor”, dice Juan Javier Flores, presidente del Pontificio Instituto Litúrgico, perito sinodal, monje de Silos y que, habiendo participado en el anterior Sínodo sobre la Eucaristía, considera que éste es una continuación de aquél.

Y por último, dos aspectos de importancia como son: la participación de las mujeres en el Sínodo, participación significativa, no sólo numérica, y una mayor presencia ecuménica. Un Sínodo, en definitiva, para la esperanza, un Sínodo para la unidad. Benedicto XVI, que ha alargado el tiempo de las intervenciones libres de las tardes, como un sinodal más, ora, escucha, comenta el evangelio y habla tranquilamente en esta aula en la que tantas veces estuvo como sinodal.

En el nº 2.632 de Vida Nueva.

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