OBITUARIO: Carrera, el obispo que no rompió ‘la caña quebrada’

(Jordi Llisterri– Barcelona) Pocos obispos mueren hoy en activo. Esta es la singularidad de la muerte del auxiliar de Barcelona, Joan Carrera i Planas. Acaeció al mediodía del viernes 3 de octubre, al no poder superar las consecuencias del derrame cerebral sufrido quince días antes durante un retiro con seminaristas.

Tenía 78 años y esperaba la jubilación. Pero esta situación es la anécdota en la trayectoria realmente singular de “mosén Joan”. Fue de la generación sacerdotal que se ha convenido llamar la “generación del Vaticano II”. Ordenado en 1954, siempre estuvo en las parroquias de los barrios obreros de la periferia de la capital catalana. Los conocía bien, pues allí se crió con su madre, que enviudó poco después del nacimiento de su único hijo.

Como miembro de esta generación sacerdotal también sufrió al ver cómo muchos de sus compañeros de seminario dejaban el sacerdocio. Pero Joan Carrera fue de los que optó por no romper “la caña quebrada” (Mt 12,20). Tampoco lo hizo en toda su trayectoria episcopal, cuando las diversas tensiones que conlleva el gobierno pastoral transcendieron a la luz pública.

Desde esta actitud y su fe en Jesús, lideró un largo listado de iniciativas pastorales, sociales y culturales, como su apuesta por la Acción Católica, la promoción de viviendas populares en Badalona o el impulso de publicaciones claves para la recepción del Concilio en Cataluña.

El Evangelio lo llevo a comprometerse con las urgencias de la España de los años 60 y 70, y en la recuperación de la lengua y la cultura catalana. Especialmente significativa fue su implicación en la defensa de los derechos humanos. También trató de dar respuesta a estos retos a través de la política militando en Unió Democràtica de Catalunya hasta su nombramiento episcopal, en el año 1991.

El lunes día 6, en su funeral, se leían unos fragmentos de su testamento. En él, Carrera decía que la “Iglesia Católica ha sido siempre para mí una patria espiritual”. Pero compaginó su trabajo en esta patria espiritual con la dedicación a su patria terrenal, promoviendo siempre el diálogo y el consenso. Esto es lo que le permitió tejer una amplia red de complicidades con la sociedad civil catalana que, encabezada por el presidente de Generalitat, José Montilla, le despidió en la catedral de Barcelona. Por eso, y por su talla intelectual, obtuvo la confianza de curas de diversas generaciones y sensibilidades, y de los arzobispos que ha tenido Barcelona en los últimos 50 años.

Joan Carrera ha sido uno de los personajes eclesiásticos catalanes que mejor ha sabido presentar el mensaje de Jesús a la sociedad. Lo atestigua su presencia en los medios de comunicación. Y, seguramente por eso, el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, confesó llanamente en el funeral de su auxiliar que “lo echaré de menos”.

En el nº 2.631 de Vida Nueva.

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