Subdirector editorial de San Pablo
(Texto y foto: J. L. Celada) Se declara “entusiasmado” con el mundo editorial, en el que desembarcó “por una casualidad” en 1995, cuando acudió como traductor a San Pablo. Primero, comenzó colaborando, asesorando, hasta que en el año 2000 Pedro Miguel García Fraile asumió la Subdirección editorial de una casa donde reconoce haber aprendido mucho.
Casado y con dos hijas, a sus 45 años, este jiennense “trotamundos” (ha vivido en Roma, el Líbano, Tanzania…) anda ahora inquieto por saber si la crisis actual afecta y cómo al libro religioso, aunque reconoce que “hay una fidelidad muy grande de los lectores, las novedades siguen siendo muchísimas y los resultados de ventas son positivos todavía”. “La crisis no puede afectar a la cultura”, sostiene Pedro Miguel. Más aún, dada la vocación evangelizadora del libro religioso, “la crisis no puede afectar a la evangelización”, apostilla. Y lo ilustra con varios ejemplos: los grandes grupos editoriales con librerías (La Casa del Libro, FNAC…) están abriendo nuevos centros, y “más modestamente también San Pablo (en Zaragoza dentro de unos meses) o Paulinas (acaba de inaugurar una en Granada)”.
En su opinión, por tanto, el gran peligro para el libro religioso no es la crisis, sino “atrincherarse y ofrecerlo a los de siempre, no dar el salto al gran público, a la sociedad”. Para evitarlo, es fundamental que los temas interesen, “que tengan que ver con lo que la gente está viviendo, con los debates que están en la calle”. “Si hacemos libros pensando sólo en los estudiantes de Teología, no vamos a ninguna parte”, advierte este doctor en Teología y licenciado en Derecho Canónico.
Importan, asimismo, los autores, aunque también “los hay muy buenos que dicen tonterías o que no conectan porque mantienen niveles de especulación muy elevados”, lamenta el subdirector editorial de San Pablo. Claro que, “si tienes un buen autor y un buen tema -reflexiona-, pero el libro se presenta como un tocho o con una apariencia muy ñoña, que es lo que nos ha pasado en este sector, va a causar rechazo, porque el libro entra por los ojos”.
Ahora bien, no todo depende del editor. “Me he encontrado con iniciativas editoriales muy vanguardistas que han sido auténticos fracasos -recuerda Pedro Miguel- porque el librero y, sobre todo, el lector te piden lo de siempre (un libro nuevo de homilías para Adviento, un viacrucis para Cuaresma…)”. Otro de los productos más solicitados anualmente son las biblias infantiles que, junto a otros libros para este mismo público, le han permitido a San Pablo “financiar otros libros más especializados y con menos salida y acceder a librerías que de otra manera te tienen vetado por ser una editorial religiosa”, explica su subdirector editorial.
La Biblia, en cabeza
Y es que la Biblia es “una fuente inagotable”, no sólo por su gran difusión entre las nuevas generaciones gracias a la Biblia escolar. “Si nos juntásemos los editores y dijésemos con sinceridad las biblias que entre todos vendemos en España, sin duda superaríamos a cualquier best seller actual, quizás estemos en más de medio millón de ejemplares anuales”, calcula Pedro Miguel. Por no hablar de América Latina, que, pese a “no ser ya lo que era en cuanto a posibilidades de negocio”, en el campo bíblico es el “Gran Dorado”, con “cifras espectaculares” (tiradas de hasta 300.000 ejemplares de la Biblia Latinoamericana, “el libro más vendido en el mundo”).
Sin embargo, ni siquiera con estos datos pierde de vista el “ideario” de San Pablo como empresa: la evangelización. “Nunca vamos a hacer nada que vaya en contra de los principios evangelizadores por hacer dinero”, confiesa su subdirector editorial. Y añade: “La palabra mágica aquí es la difusión, más que la venta. El fundador de la Sociedad de San Pablo, el padre Alberione, decía que los libros se hacen para difundirlos. Lo que no se difunde y, obviamente, no es rentable, hay que desecharlo”. De ahí quizá su queja final: “Me duele -concluye Pedro Miguel- que algunos sectores de la Iglesia nos vean a las editoriales como simples negocios, cuando prestamos un gran servicio a la sociedad y a la propia Iglesia”.
En esencia
Una película: Amadeus, de Milos Forman.
Un libro: El libro de la vida, de santa Teresa de Jesús.
Una canción: Amarás, de Maite López.
Un deporte: ni idea.
Un rincón del mundo: cualquier plaza de Roma.
Un deseo frustrado: tocar la guitarra.
Un recuerdo de infancia: ir de copiloto con mi padre en el coche.
Una aspiración: hacer felices a los que me rodean.
Una persona: mi mujer.
La última alegría: ir a recoger a mis hijas del colegio.
La mayor tristeza: la mezquindad.
Un sueño: volver a los sitios donde he vivido.
Un regalo: un libro.
Un valor: la lealtad.
Que me recuerden por… el sentido del humor.
En el nº 2.630 de Vida Nueva.