Demetrio Valentini: Los inmigrantes son profetas del cambio

Presidente de Cáritas Brasil

(Texto y fotos: José C. Rodríguez Soto) Es amable y sencillo hasta el extremo, transmite serenidad y sobre todo sonríe sin parar, contagiando jovialidad a sus 68 años. Su hablar pausado está teñido de un gran sentido del humor, que sale a flote cuando recuerda el momento en que fue nombrado obispo de Jales (en el estado de São Paulo) hace 26 años: “Me enteré de que existía esta diócesis cuando me la encomendaron. A los pocos días me encontré con cuatro obispos que vinieron a felicitarme… y a confesarme que a ellos les habían pedido ocuparse de Jales antes que a mí, pero no habían aceptado”.

Es posible que muchos la vieran poco atractiva por los pocos medios con que contaba. “Cuando llegué sólo tenía dos sacerdotes diocesanos, por eso desde el primer momento me tomé muy en serio cultivar las vocaciones”, recuerda Demetrio Valentini, “pero no sólo las sacerdotales (conste que ya he ordenado a 30 curas), sino también las de los animadores laicos de parroquias, que deben ser elegidos por la propia comunidad. En cada una de ellas debe haber al menos tres, y al menos uno de ellos tiene que ser una mujer. Ellos se reparten entre sí el trabajo de la comunidad”.

Monseñor Valentini acaba de participar, en Madrid, en el III Foro Social Mundial de las Migraciones. “Los inmigrantes son profetas del cambio”, dijo durante la ceremonia de inauguración. Con convicción explica: “La historia nos demuestra que cuando aumentan los flujos migratorios, es un signo de que hay grandes cambios. Así ocurrió durante la invasión de los bárbaros, que fueron migrantes que tomaron el relevo cultural en la época de la caída del Imperio Romano. En todas las épocas, las personas que se marchan de su país para buscar mejores condiciones de vida en otras tierras se sitúan en la punta de lanza de la historia”.

El gran empuje de este obispo en temas sociales le ha situado en la presidencia de Cáritas Brasil de 1991 a 1999 y de 2003 hasta la fecha, un cargo para el que cree contar con “un ángel de la guarda especial”, ya que coordinar el sinfín de proyectos en un país tan enorme requiere viajar enormes distancias por carreteras cuya seguridad deja mucho que desear: “El avión es muy caro, así que suelo ir en autobús o en un coche con el que ya he recorrido 420.000 kilómetros con el mismo motor”.

Cáritas apoya a todos los grupos vulnerables presentes en Brasil, desde las poblaciones indígenas a los niños de la calle o los hijos de campesinos sin tierra.

También ayudamos a pequeños grupos para que creen empresas de economía solidaria, y colaboramos con programas del Gobierno para la reeducación de jóvenes que acaban de salir de la cárcel”. Pero no se contenta con resultados tangibles y sabe afinar: “No debemos correr el riesgo de perder nuestra identidad como Iglesia, porque no somos un mero proveedor de servicios sociales. Por ejemplo, no podemos dejar de interpelar al Gobierno sobre las grandes diferencias sociales que aún existen en Brasil y debemos dar un buen ejemplo en lo que se refiere a utilizar los fondos bien para que realmente beneficien a los pobres, y rendir cuentas de forma transparente”.

Luchar por la tierra

Otro de los temas sociales sobre los que la Iglesia llama la atención es el monocultivo de caña de azúcar para producción de biocombustibles: “Los obispos no estamos en contra de esta actividad en sí, porque el etanol es un combustible mucho más limpio que los derivados del petróleo, pero sí advertimos del peligro de que esto signifique una nueva concentración de tierras y que se haga a expensas de otros cultivos de alimentos. Además aconsejamos a los pequeños agricultores que no vendan sus tierras, porque si lo hacen, perderán su medio de vida”.

Sobre la expansión de las sectas, Valentini opina: “La Iglesia católica tiene una estructura muy pesada que la hace no reaccionar a tiempo cuando hay cambios rápidos, y esto ha sucedido con la gran urbanización de las últimas décadas. Cuando la Iglesia llega, con lentitud, a los nuevos asentamientos, ve que las sectas ya le han tomado la delantera”. “Nunca la Iglesia en Brasil ha sido tan probada como ahora”, concluye, “pero no debemos rendirnos”.

En esencia

Una película: ¡Uff! Hace muchísimos años que no voy al cine.

Un libro: Mantener vuestras lámparas encendidas, del cardenal Lorscheider.

Un deporte: fútbol; soy fan del Inter de Portoalegre.

Un rincón del mundo: el lugar donde nací, en el sur de Brasil.

Una persona: san Francisco de Asís.

Un recuerdo de infancia: mi familia, con mucha gente (16 personas) en casa.

La última alegría: vivir cada día.

La mayor frustración: la lentitud de la Iglesia.

Un valor: Jesucristo.

Que me recuerden por… ser una persona sin complicaciones.

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