Aviso para navegantes de Benedicto XVI en París

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva) El reto de Benedicto XVI en su pasada visita pastoral a París durante los días 12 y 13 de septiembre, como etapa previa a su peregrinación al santuario de Lourdes, ha sido un reto ante la sociedad política, intelectual y oficialmente “laica” de Francia. El discurso sobre la “sana laicidad”, según el Papa, o “laicidad positiva”, según Sarkozy, no ha sido novedoso, aunque el haberlo pronunciado en el Elíseo no deja de ser sugerente de cara al futuro. El contenido ya estaba anunciado en las palabras que el presidente de la República gala pronunciara el pasado mes de diciembre en San Juan de Letrán y el Papa se ha sentido bien escuchando al presidente con esa “complicidad” que a ambos les viene bien y que ambos están sabiendo aprovechar.

A nadie escapa ya el denominador común: las raí­ces cristianas de Europa y la importancia de los valores cristianos en la construcción de un modelo de sociedad civil. A Herr Professor Ratzinger la presencia de intelectuales de altos vuelos en Les Bernardines no le intimidaba; todo lo contrario, lo animó a la diatriba académica, terreno en el que se crece y en el que deslumbra. Aviso para navegantes vecinos. España, tan dada a copiar de Francia aquello que no afecte a su “honor”, bien debe saber que, al igual que sucede en el país vecino, la cultura y la historia están impregnadas de cristianismo por doquier. Ha sido más lo edificante que lo destructivo. La sociedad francesa no es laica. Es el Estado el que ha proclamado su laicidad. Todo hace esperar que, desde ahora, el ambiente de diálogo al más alto nivel sea fructífero. Las bases están puestas y ha habido esfuerzo en ponerlas. En España, por el contrario, habría que revisar hasta qué punto el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha sabido comprender la palabra “colaboración para el bien”. Una lección bien dada la de París.

El Papa se ha ido contento de París. Se ha encontrado con un discurso que propicia un nuevo entendimiento, el del presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, un hombre importante en el hacer político europeo. Por otro lado, ha podido conversar con el mundo de la cultura, que lo ha escuchado con interés y aplauso, poniendo a Dios en el centro del discurso y su necesidad de Él. No ha dejado indiferentes a los judíos, a los musulmanes, ofreciéndose a ellos para seguir buscando la paz del mundo, convencido de la importancia de la religión en el nuevo milenio. Les ha hablado a los jóvenes de su compromiso con la Iglesia y ha animado a los consagrados. Benedicto XVI ha hecho bien los deberes y se ha sacado una espina con los franceses.

El Papa y el presidente de la República se han puesto de acuerdo para explicar este fenómeno que en España aún está en mantillas. La propuesta de una sana laicidad sin agresividad, sino basada en la Libertad Religiosa, teniendo en cuenta las raíces cristianas de Francia, es algo que no puede dejar indiferentes a los gobernantes españoles. En Europa, lo religioso va entrando en una vía de normalización, independencia y mutua colaboración que en España se va haciendo a regañadientes. Hora es ya de no ir en el furgón de cola, llegando tarde a todo. Es hora de que España aprenda de un modelo como el que en Francia se está impulsando desde el respeto. En esta tarea no sólo ha de trabajar el Gobierno. También la Iglesia con un lenguaje más propositivo como el que ha hecho el Papa y como hace la Conferencia Episcopal Francesa, que junto a los representantes del Gobierno y al personal de la Nunciatura han formado una comisión de trabajo para poner en práctica esta nueva manera de trabajar.

Y una preocupación también con tintes españoles. Cuando cada vez es más difícil hablar de Dios a los modernos intelectuales españoles, los intelectuales de moda, en París se han concitado para escuchar al Papa setecientos hombres y mujeres de una cultura que acepta integrar a Dios en su discurso. De esto estamos muy lejos en España.

Compartir