Continúa el expolio de las iglesias españolas

Cada año, medio centenar de obras de arte religioso es robado por clanes familiares que saquean iglesias y ermitas desprotegidas

(Juan Carlos Rodríguez) Ladrones de guante blanco saquearon en los años 60 y 70 miles de iglesias españolas. Erik, el belga, que hoy vive jubilado como pintor aficionado en Málaga, era entonces el más famoso de los saqueadores de iglesias. Nunca ha sido condenado y sus delitos ya han prescrito. Por sus manos pasaron miles de obras ilegales. “He sido un mercenario de la belleza, pero si uno no tiene clientes, no vale la pena hacer un robo de este tipo, porque no las va a vender”. Nunca confesó cuáles fueron los suyos. “Sí, los tenía. Pero aquello ya pasó”. El fenómeno, es cierto, ha remitido, pero sigue. Manuel Iñiguez, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural de la CEE, lamenta cómo los saqueos “siempre han venido sucediendo”, aunque afirma que hoy ya se reúnen medidas de seguridad para hacerles frente. “Se incrementaron más con la despoblación de los pequeños pueblos de Navarra, La Rioja y Castilla, y también porque había una demanda mayor de este tipo de objetos, tanto de particulares como del exterior. Ahora, sin embargo, no hay tanta. Es cierto que han disminuido”.

Al año, como media, se cometen unos 50 robos en iglesias españolas. Apenas, por fortuna -si sirve de consuelo, que no debería- una mínima parte de los 3.000 que se producen en Italia, paraíso no sólo del arte religioso, sino también del saqueo sistemático de su rico patrimonio artístico, y no sólo religioso. La Guardia Civil, que es quien aporta los datos, lo tiene claro: diez clanes familiares se reparten el saqueo de las iglesias y ermitas españolas. Antonio Cortés, comandante del Grupo de Patrimonio de la Guardia Civil, lo explica con claridad: “Cuando se encuentran en libertad, crece el número de robos, y si están entre rejas, se reducen lógicamente”. Están controlados, se les sigue el rastro y, de vez en cuando, se les confisca alguna pieza, normalmente de mediana e, incluso, a veces baja calidad. Hay piezas que no tienen apenas valor, ni tan siquiera en muchos casos son antiguas, “pero sí tienen un gran significado para los fieles de una determinada iglesia”, dice Iñiguez. Ni siquiera éstas están a salvo. Entre las 253 piezas que, según la Benemérita, se sustrajeron en 2007, la inmensa mayoría son de calidad media e, incluso, hay bastantes que son meros objetos de ornamentación.

La Guardia Civil ha elaborado un cierto retrato robot de estos clanes: son delincuentes comunes, normalmente familiares, que también se dedican a otras actividades ilícitas, como el robo de cobre, de animales -galgos, caballos y corderos- o en casas de campo. Y que llevan años recorriendo los pueblos, pedanías aisladas, con pocos habitantes, escenario perfecto donde apenas hay seguridad. Pero no son, ni muchos menos, los únicos responsables de que el patrimonio artístico religioso haya sido “prácticamente esquilmado”, por ejemplo, en Castilla y León, que sigue siendo el territorio más castigado por los traficantes de arte sacro. En esta comunidad autónoma se cometieron la mayoría de los 33 expolios denunciados en 2007 en toda España. Ésas son las estimaciones de los agentes del Grupo de Patrimonio Histórico de la Guardia Civil, que describe una cierta mecánica, repetida por supuesto: roban las piezas, las comercializan a través de intermediarios, pasan entre tres o cuatro manos, hasta que se pierde el rastro de su procedencia ilícita. “La inmensa mayoría de las salas de antigüedades y subasta que acaban sacando al mercado estas obras ignoran que son piezas sustraídas”, sostienen, en cambio. Muy pocas -“una cantidad despreciable”- se venden a través de Internet.

Mercado negro

“Sí, hay un mercado negro, pero realmente no lo conocemos. La impresión es que no es tanto como parece. Hoy es mucho más difícil sacar piezas religiosas robadas a la venta”, explica el director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural. Las medidas de seguridad, sin embargo, han mejorado infinitamente. “Se comenzó a proteger, conservándose y no dejándolos abandonados. Además, las mejores piezas se han llevado a templos nuevos con mejores medidas de seguridad y a museos diocesanos”, narra Iñiguez, quien destaca que, a diferencia de los años 60 y 70, en dónde ni siquiera había una imagen de las piezas que poblaban el amplio patrimonio artístico religioso, ahora ya se han elaborado completos catálogos con las obras. “Las diócesis y delegados de Patrimonio ya tienen inventarios. Ahora, en caso de robo, las tenemos perfectamente fotografiadas. Ya no pueden salir al mercado impunemente. La mejor protección es, sin duda, darlas a conocer, cuanto más mejor, como con exposiciones como las de Las Edades del Hombre, por ejemplo. Las que permanecen ocultas, tiene más posibilidades de ser robadas. Eso es innegable”. Las diócesis, de hecho, están trabajando incluso en inventarios que van más allá del catálogo de piezas robadas. “Se van avanzado en ellos, también con la inclusión de piezas de las diócesis que han desaparecido, ya sea durante la Guerra Civil o durante la Desamortización de Mendizábal, aunque de éstas, la mayor parte fue destruida”. Además, las diócesis están trabajando en inventariar, por ejemplo, qué obras que pertenecían a sus iglesias están exhibidas en museos extranjeros y cómo han llegado allí”.

Porque el mercado, sobre todo el generado por las casas de subastas, depara, de vez en cuando, sus sorpresas. La Lamentación, el tríptico de Ambrosius Benson robado de la parroquia de la Santa Cruz de Nájera en 1913, salió a puja en Christie’s y vendido el pasado 9 de julio por 1,46 millones a un comprador anónimo. Ni la Conferencia Episcopal ni el Estado español pudieron impedirlo, más allá del anuncio del acuerdo entre el Ministerio de Cultura y el Gobierno de La Rioja para pujar hasta lo razonable, límite fijado en torno a 750.000 euros. El delito había prescrito, ni la vía policial, ni la judicial, impidieron la subasta en Londres. El director general de Bellas Artes, José Jiménez, explica cómo el famoso tríptico ha tenido “seis propietarios diferentes”, entre ellos el anticuario parisino Darío Boccara, desde que fue sustraído hace 95 años, y que “no había margen legal para hacer una reclamación por esas vías”. Como la joya de Benson, hay muchos más casos. Y van a seguir dándose. Iñiguez pone de ejemplo, precisamente, lo ocurrido con el tríptico de Nájera para reabrir una reflexión sobre reformas legales y, en todo caso, para exponer la necesidad de difundir al máximo el patrimonio robado: “Éste ha sido un caso muy significativo, pero tenemos el problema de que de muchas obras robadas, sobre todo en los años 60 y 70, ni tan siquiera teníamos una imagen o no figuraban en ninguna relación”.

Colaboración ciudadana

El pasado 31 de agosto, en este sentido, la Guardia Civil difundió las imágenes de seis valiosísimas obras de arte -en su página web http//www.guardiacivil.es figuran muchas más- para, con la ayuda de la colaboración ciudadana, “conocer su paradero”: una talla de san Francisco de Asís y un relieve con la escena de Vida de Cristo sustraídos entre abril y junio del pasado año de la iglesia de San Emiliano (León); una talla de san Tirso de la iglesia de Matanza de Sequeda, en el término municipal de Valderrey (León), robada entre junio y julio del año pasado; otra imagen de san Pablo, de los siglos XVI o XVII, de madera policromada y de la escuela castellana, desapareció en Carrión de los Condes (Palencia) en abril de 2006; una Virgen del Carmen, del siglo XVIII, imagen de un retablo estilo rococó de madera de pino policromada dorada, desaparecida de la iglesia de San Juan Bautista, en Carrascosa de la Sierra (Soria) en agosto de 2005, y otra Virgen del Carmen que presidía la ermita de San Pablo de Orellán, en el término municipal de Borrenes (León), también del siglo XVIII, ausente desde julio de 2007. Suman y siguen, no obstante, como la pequeña talla barroca de la Virgen del Pilar, obra de finales del siglo XVII o principios del XVIII, que presidía un altar de la colegiata de Santa María de Calatayud.

Pero hay muchos tesoros en paradero desconocido, y no sólo de pequeñas iglesias. Hace 30 años, por ejemplo, desaparecieron de la catedral de Murcia las coronas de la Virgen de la Fuensanta y del Niño, valoradas entonces en 300 millones de pesetas. No se han vuelto a ver. Ese mismo año, 1977, la catedral de Oviedo sufrió el expolio más grave de arte medieval en los últimos años, aunque meses después se detuvo al ladrón en Oporto, pero ya había fundido la Caja de las Ágatas y las cruces de los Ángeles y la Victoria. En 1972, Erik, el belga, compró a un anticuario de Tudela 1.100 tallas de cristos antiguos, una docena del siglo XII y otro centenar del siglo XV. A pesar de ser uno de los objetos sagrados más famosos del mundo, pocos saben que la cruz venerada en Caravaca es una copia de la original, robada en 1934, que sigue hoy sin aparecer…

Compartir