Policarpo Stavrópoulos: “Buscaré contactos ecuménicos, aunque sea por propia iniciativa”

Metropolita greco-ortodoxo

(José Luis Díez Moreno) Policarpo Stavrópoulos es, desde hace poco más de un año, metropolita del Santo Arzobispado de España y Portugal. Nacido en Lepanto en 1963, el arzobispo greco-ortodoxo habla para Vida Nueva y, después de señalar que la unión de Europa es sólo económica y política, acentúa que “este camino hacia la unidad europea ofrece una oportunidad común a todos los cristianos del continente para recordar a sus líderes aquellas palabras de Jesús: “No sólo de pan vive el hombre…”. 

Para el joven arzobispo, que sustituye a quien fuera el primer metropolita de la historia de España, Epifanio Perialas, Europa es una realidad cultural con raíces cristianas y grecorromanas. “Los cristianos europeos, y sobre todo los jóvenes -dice-, han de comprender que la construcción de la unidad europea no puede llegar a buen fin sin esos fundamentos, máxime en estos días en que reina el consumismo, el secularismo y la indiferencia”.

Tras más de un año de estancia en España, ¿cómo ve la realidad cristiana del país?

He constatado el enorme crecimiento y avance del país, frente a otros países europeos. Pero todo crecimiento económico y puramente material tiene un precio que paga la Iglesia, y es ver que se propone a la sociedad la cultura de consumismo y relativismo frente a los valores tradicionalmente cristianos. Es un precio que se paga en España, pero también en toda Europa.

¿Qué repercusiones tiene?

Hemos pasado del cristianismo de masas a un cristianismo de calidad. Quien quiere ser cristiano lo es por convencimiento, y no por tradición o costumbre.

¿En qué lugar del ecumenismo sitúa el puesto de la Iglesia ortodoxa, cuando el número de sus fieles ha crecido tanto en los últimos años?

En la Península Ibérica, España y Portugal, se han establecido algunos millones de ortodoxos. Existen unas 100 parroquias. Históricamente, estas naciones eran de los territorios de la Unión Europea que menos conocimiento tenían del cristianismo oriental. Ahora, esta nutrida presencia lleva de facto a España y Portugal, de mayoría católica, a una provocación ecuménica, como es conocer a estos hermanos que, con su duro trabajo, tanto contribuyen al desarrollo económico de ambos países, y ayudarles, sobre todo, al ejercicio práctico de sus tradiciones culturales y cultuales en su nueva patria.

Para los emigrantes ortodoxos, ¿qué supone?

El desafío es triple: primero, conocer el catolicismo romano ibérico, que no tiene nada que ver con el del pasado que conservan en la memoria; segundo, mantener su identidad e integridad eclesial y también cultural; y por último, ser un faro para el mundo occidental con tanta sed de espiritualidad.

¿Cuál es el proyecto de la Ortodoxia Griega en suelo ibérico?

Se trata de aplicar un ecumenismo de base, comenzando por el conocimiento y el respeto recíprocos, de mirarse a la cara sin los prejuicios que había en el pasado. El patriarca ecuménico Atenágoras consideraba como uno de los grandes factores del Cisma el ignorarse unos a otros. El camino sin retorno de la unificación europea lleva a los cristianos europeos a vivir unos en los patios de los otros. Tienen que abrir las puertas y los que están en los patios entrar en las casas de los otros, para comprender la cultura y tradiciones de quienes están y de quienes llegan. Así se logra construir la casa común de Europa con su sentido y futuro más humanos.

En esto, ¿qué sería lo específico de los cristianos?

Nosotros tendríamos que sentarnos a la mesa de los otros y dejar que los otros se sienten a nuestras mesas, para de esta forma combatir el enemigo común del cristianismo: el indiferentismo y el materialismo.

 ¿Qué puede ofrecerle hoy la Iglesia ortodoxa a la sociedad española y a nuestras Iglesias?

Les ofrece espiritualidad, cuyas raíces se encuentran en la mística, la lectura de los Santos Padres, su práctica ascética, el sentido de lo sagrado y, sobre todo, su liturgia, refugio de paz en estos tiempos de prisa y agitación. La enfermedad ha golpeado a la sociedad occidental y oriental. La espiritualidad es la clave de la nueva evangelización, pero debe huir de toda mentalidad clientelista, de hacer todo para llenar la casa. Mejor pocos convencidos que una “masa” indiferente.

¿Cómo se compromete su Iglesia a la urgente tarea evangelizadora?

Con los pocos medios con que contamos, buscamos que nuestros fieles conserven la fe de sus padres y den testimonio de Cristo tanto en su vida litúrgica como comunitaria. Este mensaje también lo quiero transmitir a los hermanos católicos, protestantes o anglicanos, porque la enfermedad común a todos nos alcanza: la indiferencia.

¿Será entonces precisa una acción común?

Sí. No cerrarnos en nuestros muros confesionales, volver al primer milenio, cuando Oriente y Occidente poseían el mismo tesoro de fe, intercambiar los carismas sin confusión ni sincretismo.

¿Ha comenzado ya el cultivo de las relaciones con las Iglesia cristianas en España, como dijo en su homilía de entronización?

Busco con todo mi esfuerzo establecer estas relaciones con la Iglesia católica y nuestros hermanos protestantes y anglicanos, así también con el judaísmo y el islam.

¿Cómo ve el ecumenismo aquí?

He podido constatar que, al menos en ciertas situaciones, el clima ecuménico no es el mismo que en Italia, donde estuve como vicario general; no obstante, buscaré desarrollar esos contactos aunque sea por propia iniciativa, sobre todo en el ámbito local, en la seguridad de que, una vez iniciadas las relaciones con las jerarquías, dará comienzo un proceso de colaboración necesario entre todos los que tenemos a Cristo como Señor.

¿Colabora la Iglesia católica en España en la atención a las necesidades de su Iglesia?

Estoy muy agradecido a la Iglesia católica presente en España y Portugal porque nos facilita lugares de culto, en especial a nuestras parroquias ucranianas, y permite la debida asistencia espiritual a nuestros feligreses.

A su entronización asistió un obispo auxiliar de la Iglesia católica. ¿Supuso un punto de partida para las relaciones ortodoxo-católicas?

Considero la presencia de monseñor Fidel Herráez en la ceremonia como algo muy positivo para las relaciones católico-ortodoxas, comenzando por Madrid. Incluso antes de tomar posesión de mi cátedra, y como señal de respeto a la Iglesia católica, especialmente a la que coincide con el territorio canónico de mi sede, envié una carta personal comunicando mi elección, consagración y entronización, rogando al arzobispo de Madrid sus oraciones, su bendición como hermano mayor en el Episcopado, y su apoyo. Paralelamente, pedí al Fanar (la sede del Patriarcado Ecuménico) y al Vaticano que comunicaran estos actos. El Patriarca envió al cardenal Rouco una carta bellísima. También el Secretariado para la Unidad de los Cristianos me prometió enviar otra carta de apoyo que, tal como me habían asegurado sus dirigentes, me consideraban uno de ellos, como becario que fui, y con quienes guardo todavía amistades personales.

¿Se vive en Italia de manera diferente el ecumenismo?

Aquí las actividades ecuménicas no tienen tanto desarrollo, pero estoy convencido de que, cuanto existe a nivel popular, alcanzará también el nivel institucional. Con el tiempo alcanzaremos la cota más alta, empezando por lo local, hasta lo nacional, y combatiremos lo que, como indiqué antes, decía el gran profeta del ecumenismo, el patriarca Atenágoras: “No podemos ignorarnos los unos a los otros”.

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