Félix Martínez Cabrera: “En la naturaleza encuentro grandes verdades”

Sacerdote

(Alberto Jaime Martínez Pulido) Su andar es lento y acompasado, lleva dentro de sí miles de historias vividas y digeridas y los diferentes cargos y responsabilidades dentro de la Iglesia a la que ha dedicado toda su existencia. Ahora, en el atardecer, sabe mirar la vida con sabiduría y gracejo, con la conciencia tranquila del que ha hecho lo que tenía que hacer, respetando siempre a las personas y sus circunstancias, Su media alma campesina le ha servido para desarrollar su intuición e inteligencia innatas. Dice que envejece prematuramente el que pierde la ilusión por vivir, por aprender y conocer. Su nombre es Félix Martínez Cabrera, es cura de Jaén y ha sabido acumular años gastando lo mejor de sí “al servicio de la Iglesia sin ser servil”.

Larga trayectoria

Nació en Valdepeñas de Jaén, un pueblo enclavado en la Sierra Sur Jiennense, en 1929. De su niñez recuerda su interés por la naturaleza; el contacto con el campo le despertó un sexto sentido de captar el reloj inteligente que mueve la Creación en las cosas más sencillas. Su paso por el seminario de la diócesis fue cosechar muchos amigos. Su trato cercano y afable le ha hecho poseer muchos amigos que han conectado con él. Pronto marchó a Roma, donde se doctoró en Derecho Canónico en la Universidad Lateranense. En aquel tiempo, el Colegio Español se encontraba cerca de Piazza Navona y el Concilio Vaticano II comenzaba a hervir entre las aulas universitarias; de aquellos años, él guarda un recuerdo entrañable: salir de un seminario preconciliar a un mundo conciliar. Quería estudiar Derecho para darle un sentido pastoral a sus estudios.

Pronto se valoró su fina inteligencia y capacidad de gobierno como formador en el seminario, como vicario general, judicial y capitular, así como deán o presidente del cabildo catedralicio. Ha sabido ocupar todos estos cargos desde la bondad y sencillez. Durante 10 años fue párroco del Sagrario de la capital y colaboró en los primeros años del obispo Santiago García Aracil, con quien fue Vicario General en los comienzos del actual arzobispo emeritense.

El obispo Miguel Peinado pronto descubrió en él un apoyo importante para el gobierno de la ­diócesis, pero él nunca ha abandonado su sierra y su “cortijillo”, enclavado en el corazón de las montañas valdepeñeras. Allí se pierde en la fabricación de ungüentos, licores, vino, miel… Ha aprendido de la naturaleza las grandes verdades que sustentan la vida. Dicen que quisieron hacerlo obispo, pero él nunca prestó mucho interés por escalar en el ranking clerical.

Sus últimos libros

Su despacho, siempre abierto, su sonrisa franca, su mano en el hombro y el “vamos a echar un café”; el diálogo es su hobby preferido, hablar del último libro devorado. Es un navegador intrépido de Internet, donde ha creado su propio blog en donde la naturaleza y el Derecho, la Historia y las plantas se funden en su manifiesto saber. Ahora ha presentado los tres tomos que componen una obra profunda: Derecho parroquial y Diocesano (I, II, III) y su libro El Cabildo de Jaén, paso del antiguo al nuevo régimen (1800-1936).

No ha sido espectador de la ­vida; ama a la Iglesia y la sigue sirviendo ya jubilado. Para él, lo más importante es la amistad y la ­libertad. “Sólo el que ama es ­libre”, parafrasea a san Agustín. “Lo demás, y con los años, me importa poco. ¿De qué nos sirve la vida si no somos libres?”, asevera con la sabiduría de la gente del campo.

Félix es un erudito entre los clérigos, un amigo entre los amigos, un sacerdote entre la gente. Su tarea en el campo del Derecho ha quedado plasmada en este libro, que recoge todo su saber y lo pone a disposición de su gente.

En esencia

Una película: La Misión, de Roland Joffé.

Un libro: la Biblia.

Una canción: Rorate caeli.

Un deporte: fútbol, pesca y montañismo.

Un rincón del mundo: la sierra de Valdepeñas de Jaén.

Un recuerdo de infancia: los años duros de la postguerra.

Una aspiración: ser mejor.

Una persona: mis padres.

La última alegría: la publicación de mis últimos libros.

La mayor tristeza: la muerte de mi madre.

Un sueño: volar.

Un regalo: la amistad.

Un valor: la honradez y la sencillez.

Que me recuerden por… que me llamo Félix.

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