Campaña orquestada para eliminar a los cristianos en la India

Los fundamentalistas hindúes ven con preocupación el aumento de fieles, sobre todo entre los parias

(Miguel Ángel Malavia) La oleada de sangre y fuego que ha azotado a los católicos en la región india de Orissa (sólo en los cuatro primeros días ya se contabilizaban 12 muertos, 6 heridos y 41 iglesias quemadas) ha supuesto la última página de una oscura historia que está asfixiando a la minoría cristiana en la India, acosada por el fundamentalismo hindú, tanto religioso como nacionalista; en este caso, las dos caras de una misma moneda. Un documento muy esclarecedor para comprender la cronología de estos trágicos sucesos es la nota interna que el arzobispo de Cuttack-Bhubaneshwar, Raphael Cheenath, ha enviado a los miembros de las distintas congregaciones religiosas repartidos por todo el país y al que Vida Nueva ha tenido acceso.

El informe, titulado La eliminación de cristianos de Orissa, muestra cómo todo forma parte de una campaña orquestada para instigar a los violentos contra los cristianos. El primer brote violento se dio en diciembre, aunque en esa ocasión afectó principalmente a las estructuras y edificios (101 iglesias fueron arrasadas, así como numerosos conventos y escuelas). Pero el verdadero caos llegó el pasado 23 de agosto, cuando se conoció que Laxmanananda Saraswati, un gurú hindú conocido por sus frecuentes proclamas contra los cristianos, había sido asesinado. A pesar de la negación de tales acusaciones, líderes fundamentalistas hindúes no dudaron en culpar de su muerte a los católicos, vinculándolo a un hipotético acto de venganza por el asesinato el día 16 del sacerdote indio Thomas Pandippally, que recibió 18 puñaladas en la localidad de Andhra Pradesh (diócesis de Hyderabad).

Así comenzó una brutal persecución contra los católicos en la región de Orissa (principalmente en las zonas rurales, con menos control policial), uno de los bastiones del fundamentalismo hindú. Como explica en su informe el obispo Cheenath, ahora los objetivos preferenciales no han sido las estructuras materiales, sino las personas. Y con una violencia desatada: sacerdotes quemados, monjas violadas y misioneros descuartizados son el reflejo del horror.  

Ley anti-conversión

El 28 de agosto una delegación de representantes católicos se reunió con el Primer Ministro indio, Manmohan Singh, para pedirle que pusiera fin “inmediatamente” a las “atrocidades sufridas por los cristianos”. Éste les aseguró que el Gobierno central se pondría en contacto con el ministro principal de Orissa, Naveen Patnaik. Precisamente en este hecho, en la descentralización política, radica uno de los puntos clave para entender la compleja situación en la India. Mientras el Gobierno central mantiene una actitud más tolerante con las minorías religiosas, las respectivas regiones cuentan con sus propios gobiernos locales, muchos de los cuales están en manos de elementos más cercanos a los radicales hindúes. Ése es el caso de Orissa, cuyo poder es ostentado por nacionalistas hindúes que ven con gran recelo a los misioneros católicos, a los que se prohíbe evangelizar. De hecho, allí permanece vigente la ‘Ley anti-conversión’, que castiga con cinco años de cárcel a aquéllos que busquen la conversión de ciudadanos indios a otras confesiones “extranjeras”. Aunque, en la práctica, la pena sería otra: la muerte del evangelizador. Carmen Sancho, misionera española en la India desde hace 46 años, en declaraciones a Vida Nueva, ha negado las acusaciones de proselitismo: “Nosotros no les convertimos, sólo de corazón. No nos hace falta hablarles en primer lugar de Cristo, porque cuando ven a las personas que les ayudan en nombre de Cristo… entonces también le ven a Él. La nuestra es la evangelización a través del testimonio de la vida”.

Otro elemento clave es la estrecha unión de la religión y el nacionalismo en el seno del fundamentalismo. Carmen Sancho lo entiende así: “Son grupos fundamentalistas, hindúes a la vez que nacionalistas. Su lema es ‘India para los hindúes'”. El prestigioso periodista John Allen, en un reciente artículo publicado en National Catholic Reporter, opina que el núcleo del problema radica en el hecho de que entre el 60 y el 75% por ciento de los católicos indios son ‘dalit’ (que significa ‘intocables’), la casta más baja dentro del rígido y piramidal sistema de castas en el que se basa la sociedad india. Carmen Sancho refrenda esta visión: “El verdadero problema es que los católicos ayudamos a los ‘dalit’, que son considerados como los parias y esclavos de las castas superiores. Nosotros les ofrecemos una buena educación en nuestras escuelas y eso es lo que temen. No quieren que les eduquemos para que sigan sin tener ni voz ni voto y así poder abusar siempre de ellos”.

India, que es una potencia emergente económica y militarmente, está llamada a ocupar en un futuro próximo junto a China un lugar preferente en el espacio internacional. Pero en su devenir también influirá, según John Allen, “el desarrollo de la minoría cristiana, que pasó de dos millones a 18 en el siglo XX, esperándose que alcance los 30 hacia el año 2050”. En un país poblado por 1.100 millones de personas, esta cifra podría considerarse como muy minoritaria (a pesar del crecimiento), pero nadie duda, y mucho menos los líderes nacionalistas hindúes, que la católica podría ser una minoría de élites y, por tanto, muy influyente en su devenir político. La misionera española Carmen Sancho ve aquí el elemento que podría modificar el devenir de la India: “Si los ‘dalit’ toman conciencia en nuestras escuelas de que tienen la alternativa de otro modo de vida, a través de una religión que es la de la libertad, podría derrumbarse la base sobre la que se erige la estructura social de las castas. Y eso es lo que temen los fundamentalistas”.

Compartir