El Papa descansa con la atención puesta en la actualidad

Desde su residencia estival en Bressanone, Benedicto XVI ha alertado sobre la dramática situación en Georgia

(Antonio Pelayo– Roma) Unas vacaciones, las de Benedicto XVI, de bien merecido descanso, pero al mismo tiempo laboriosas -cuyos frutos conoceremos en los próximos meses- y serenas, sólo turbadas por noticias como los inquietantes enfrentamientos bélicos entre rusos y georgianos, o la espantosa tragedia aérea de Madrid (más información aquí).

El Papa regresó de Sydney a Roma el 22 de julio, con el natural cansancio, pero rebosante de alegría por el éxito de la JMJ. De sus emociones se hizo eco el 27 de julio, en el Angelus en Castelgandolfo: “Tengo todavía en los ojos y en el corazón esta extraordinaria experiencia en la que me ha sido posible encontrar el rostro joven de la Iglesia: era como un mosaico multicolor, formado por muchachos y muchachas provenientes de todos los confines de la tierra, todos reunidos por la única fe en Jesucristo”.

“Esta Jornada Mundial -añadió- se ha transformado en un nuevo Pentecostés con el que ha vuelto a ponerse en marcha la misión de los jóvenes, llamados a ser apóstoles de sus coetáneos como tantos santos y beatos, en particular, el beato Piergiorgio Frassati, cuyas reliquias colocadas en la catedral de Sydney han sido veneradas en una ininterrumpida peregrinación de jóvenes”.

Al día siguiente, el Papa se trasladó al Seminario de Bressanone (en la región del Alto Adige, en el norte de Italia) para pasar un período de reposo que iba a durar hasta el lunes 11 de agosto. Es un lugar muy bello, con espléndidos paisajes montañosos -los Dolomitas- que Joseph Ratzinger conoce bien, ya que allí pasó algunas de sus vacaciones cuando era arzobispo de Múnich y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Allí se reunió con él su hermano mayor, monseñor Georg Ratzinger.

Las jornadas del Papa -como informó el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi– trascurrieron entre horas de oración y lectura, paseos por los alrededores acompañado de su secretario personal, monseñor Georg Ganswein, y del obispo de Bolzano, Wilhelm E. Egger, horas dedicadas a la redacción de la segunda parte de su libro Jesús de Nazaret e interludios musicales, interpretando al piano algunas obras o escuchando las de sus autores favoritos, Mozart y Bach. Ha recibido pocas visitas; entre ellas, las de los cardenales Angelo Scola, patriarca de Venecia, y Achille Silvestrini, prefecto emérito de la Congregación para las Iglesias Orientales, y la del ex presidente de la República italiana, Francesco Cossiga.

Bellas experiencias

El domingo 3 de agosto tuvo lugar su primer encuentro con los fieles de la diócesis y de la región, que llenaron la plaza de la catedral de Bressanone y a los que se dirigió en alemán, lengua que hablan la mayoría de los habitantes del Alto Adige o Sud-Tirol, “una tierra -dijo- donde se unen el arte, la cultura y la bondad de sus gentes y donde me dispongo a pasar unos días de paz y serenidad”. Al finalizar la oración mariana, el Santo Padre se dirigió a la vecina parroquia de San Miguel Arcángel, donde en pasadas vacaciones “he rezado mucho y he vivido muy bellas experiencias, algunos conciertos incluidos”.

Tres días después, el Papa, siguiendo una tradición que manifiestamente le resulta agradable e interesante, mantuvo en la catedral de Bressanone un encuentro con el clero religioso y regular de la diócesis, así como con algunos de sus seminaristas. Fue un largo diálogo durante el cual respondió con amplitud a seis preguntas que le fueron formuladas y en cuyas respuestas utilizó indistintamente el alemán y el italiano.

La primera pregunta se la formuló el seminarista Michael Horrer, que había participado en la JMJ de Sydney: “También para los australianos -afirmó en su respuesta- ha sido una gran experiencia. ­Inicialmente, habían visto esta Jornada Mundial de la Juventud con mucho escepticismo, porque obviamente habría causado  muchos problemas en la vida cotidiana, como, por ejemplo, en el tráfico, etc. Pero al final -lo hemos visto también en los medios de comunicación, cuyos prejuicios se fueron cayendo a pedazos- todos se han sentido envueltos en esta atmósfera de alegría y de fe; han visto que los jóvenes llegan y no ­crean problemas de seguridad ni de ningún otro tipo, sino que saben estar juntos en alegría. Han visto que también hoy la fe es una fuerza presente, que es una fuerza capaz de dar la orientación justa a las personas, por lo que ha sido un momento en el que hemos sentido verdaderamente el soplo del Espíritu Santo que aleja los prejuicios, que hace comprender a los hombres que sí, que aquí encontramos lo que nos toca muy de cerca, que ésta es la dirección que se debe seguir, que así se puede vivir, así se abre el futuro”.

Benedicto XVI dio respuestas muy interesantes a otros temas, pero desgraciadamente no podemos en esta crónica recogerlas ni siquiera en síntesis. No me resisto, sin embargo, a no citar estas frases: “Una razón que quisiera en cierto modo despojarse de la belleza -dijo, refiriéndose a la relación entre fe y experiencia estética- sería una razón partida por la mitad, una razón ofuscada. Sólo las dos cosas juntas forman un todo, y por eso para la fe esta unión es importante. La fe tiene que afrontar continuamente los desafíos del pensamiento de nuestra época para que no parezca que es una leyenda irracional que nosotros mantenemos en vida, sino que es una respuesta a las grandes cuestiones, para que no sea sólo un hábito, sino la verdad, como decía Tertuliano“.

Otra breve visita la reservó Benedicto XVI ese mismo día por la tarde a la casa natal, en la localidad de Oies (Val Badia), de san José Freinademetz, misionero verbita en China. “Sabemos -dijo a la numerosa multitud que se había congregado para saludarle- que China se convierte en algo cada vez más importante en la vida política, económica y también en la de las ideas. Es importante que ese país se abra al Evangelio. San José Freinademetz nos demuestra que la fe no significa alienación para ninguna cultura, para ningún pueblo, porque todas las culturas esperan a Cristo y no son destruidas por el Señor: llegan a su madurez”.

La oportunidad de China

A China ya se había referido el Pontífice el 3 de agosto, días antes de que diesen comienzo los Juegos Olímpicos de Pekín, deseando que éstos “ofrezcan a la comunidad internacional un ejemplo válido de convivencia entre personas de las más diversas procedencias, respetando la dignidad de todos. ¡Que el deporte pueda ser una vez más prenda de fraternidad y de paz entre los pueblos!”.

En esta misma clave hay que ­interpretar una serie de artículos aparecidos durante este período olímpico en L’Osservatore Romano. El 8 de agosto, en primera página, el diario vaticano publicaba un artículo de monseñor John Tong Hon en el que el arzobispo coadjutor de Hong Kong explicaba las razones por las cuales había aceptado la invitación del Gobierno de Pekín a participar en la ceremonia de apertura de los Juegos: “Los cinco anillos del logo olímpico son conocidos en todo el mundo. Quisiera que China atribuyese la misma importancia a los cinco aspectos interrelacionados de la democracia, los derechos humanos, el estado de derecho, la justicia y la paz”.

Más interesante aún el artículo del P. Gianpaolo Salvini, director de La Civiltà Cattolica, publicado en L’Osservatore con el título “Las Olimpiadas, inicio de una nueva posibilidad”, y donde escribe: “Si aprendemos de la historia, las Olimpiadas de Pekín podrían convertirse para Europa y para el resto del mundo en una oportunidad pasa pasar, respecto a China, de una actitud ambivalente y ambigua dictada por el miedo a otra de discusión y diálogo”. Y sigue: “Como es conocido, hay dificultades entre la Iglesia católica y el Gobierno chino: algunas de naturaleza política internacional, otras mucho más delicadas, como el papel de los obispos en China y su nombramiento por parte de la Santa Sede. Pero existen soluciones parciales ya puestas en práctica; de hecho, me permitiría decir ‘a la china’ o ‘a la italiana’, que oficialmente se prefiere ignorar creando un consenso recíproco que va más allá de las afirmaciones de principio sobre las que todavía no hay un acuerdo”. “Tengo la impresión -remata- de que el camino emprendido sea el del diálogo voluntarioso por ambas partes, a pesar de las incomprensiones políticas y algunos periódicos temblores debidos también, según creo, a motivos de política interna china”.

El 12 de agosto el Papa ponía fin a sus vacaciones en Bressanone. El sábado 9, el alcalde de la ciudad, Albert Purgstaller, le había entregado el título de Ciudadano de Honor. En su discurso de agradecimiento, Ratzinger recordó que había pasado muchas vacaciones en tan bello rincón, había escrito gran parte de sus libros, había hecho muchos amigos y por eso se llevaba inmejorables recuerdos. Entre los que le aplaudieron se encontraba el obispo Egger, que una semana después fallecería a los 62 años, fulminado por un infarto mientras trabajaba en su despacho de la curia diocesana.

Por una paz estable

Ya instalado el Papa en Castelgandolfo, se reanudaron las audiencias generales de los miércoles, y el 15 de agosto celebró la misa de la Asunción de María en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de la localidad lacial. El domingo 17 volvió a referirse a la situación en Georgia (ver cuadro), pidiendo la apertura “sin demoras de pasillos humanitarios entre las regiones de Osetia del Sur y el resto de Georgia, de modo que los muertos todavía abandonados puedan recibir digna sepultura, los heridos sean curados debidamente y quien lo desee pueda reunirse con sus seres queridos. Que se garantice igualmente a las minorías étnicas involucradas en el conflicto la incolumidad y los derechos fundamentales que nunca pueden ser conculcados. Deseo finalmente que la tregua conseguida gracias a la contribución de la Unión Europea pueda consolidarse y transformarse en paz estable”.

Al día siguiente los diarios italianos citaban la alocución previa al Angelus, invitando a “superar la posible tentación del racismo, de la intolerancia y de la exclusión y a organizarse con opciones respetuosas de la dignidad de todo ser humano. Una de las grandes conquistas de la humanidad es, en efecto, la superación del racismo. Sin embargo y por ­desgracia se registran en diversos países nuevas manifestaciones preocupantes ligadas con frecuencia a problemas sociales y económicos que nunca pueden justificar el desprecio y la discriminación racial”.

Tanto el Corriere della Sera como La Stampa -y otros- vinculaban estas palabras de Ratzinger con la situación italiana y con las posiciones defendidas últimamente por el semanario Famiglia cristiana, que ha acusado al Gobierno de Berlusconi de intenciones proclives al fascismo. El P. Lombardi creyó oportuno recordar que la revista de los paulinos “no tiene títulos para expresar la línea ni de la Santa Sede ni de la Conferencia Episcopal Italiana”, a lo que respondió su director, Antonio Sciortino, que su fundamen­tal criterio de acción ser ser fieles a la Iglesia, pero sin perder la autonomía.

El día 24, el Papa volvió a referirse la “creciente tensión” de la situación internacional; para combatirla, es necesario “conjurar la vuelta a las contraposiciones nacionalistas que tan trágicas consecuencias han producido en otros períodos históricos. Los recientes acontecimientos han debilitado en muchos la esperanza de que semejantes experiencias habían sido confinadas al pasado. ¡Pero no hay que ceder al pesimismo! Es, más bien, necesario comprometerse activamente para rechazar la tentación de afrontar nuevas situaciones con viejos sistemas. ¡La violencia debe ser repudiada!”.

30º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE PABLO VI

Durante su estancia en Bressanone, Benedicto XVI ha querido recordar que este año se cumplen 30 años de la muerte de Pablo VI, fallecido en Castelgandolfo la tarde del 6 de agosto de 1978: “La Divina Providencia llamó a Giovanni Battista Montini de la cátedra de Milán a la de Roma en el momento más delicado del Concilio, cuando la intuición del beato Juan XXIII corría el riesgo de no tomar forma. ¿Cómo no dar gracias al Señor por su fecunda y valiente acción pastoral? A medida que nuestra mirada sobre el pasado se va haciendo más amplia y consciente, se manifiesta cada vez más grande, diría casi sobrehumano, el mérito de Pablo VI al presidir la asamblea ecuménica, al llevarla felizmente a término y al gobernar la agitada fase del posconcilio. Podríamos decir verdaderamente con san Pablo que la gracia de Dios en él ‘no fue vana’: hizo valer sus sobresalientes dotes de inteligencia y su apasionado amor por la Iglesia y el hombre”.

“VUÉLVASE AL DIÁLOGO CONSTRUCTIVO”

Las noticias sobre los enfrentamientos bélicos entre rusos y georgianos en la región de Osetia del Sur le fueron comunicadas al Papa por el cardenal Bertone, secretario de Estado, que acudió a Bressanone para saludarle. En su último Angelus desde la ciudad trentina, el domingo 11 de agosto, Benedicto XVI dijo: “Es mi vivo deseo que cesen inmediatamente las acciones militares y que, también en nombre de la común herencia cristiana, se eviten ulteriores enfrentamientos y represalias violentas que pueden degenerar en un conflicto de aún mayor importancia; vuélvase, por el contrario, al camino de las negociaciones y del diálogo respetuoso y constructivo, evitando así nuevos sangrantes sufrimientos a estas queridas poblaciones. Invito además a la comunidad internacional y a los países influyentes en la actual situación a que realicen todos los esfuerzos para sostener y promover iniciativas destinadas a alcanzar una solución pacífica y duradera, en favor de una convivencia abierta y respetuosa”.

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