Carlos Mántica: “Lo primero es ser cristiano, y luego, lo demás”

Impulsor de la Renovación Carismática en Nicaragua

(Texto y foto: Vicente L. García) Carlos Mántica, más conocido como Chale Mántica, es un nicaragüense comprometido con su tierra y reconocido como personalidad relevante en diversos frentes: en el mundo empresarial, literario, folclorista, político y eclesial. Entre sus avales se encuentran una cadena de supermercados y otras empresas de venta de coches o de muebles. En su faceta de escritor le encontramos como autor del libro El habla nicaragüense, y es uno de los más fervientes traductores del clásico de la literatura nacional nicaragüense El Güegüense.

En lo político, desde la más absoluta libertad, como él mismo reconoce, ha sido asesor de varios presidentes de su país. Y en lo eclesial, a este “aprendiz de cristiano”, como le gusta definirse, la fundación de la comunidad Ciudad de Dios, hace más de 30 años, enmarcada en el Movimiento de la Espada del Espíritu, le convierte en todo un referente para muchas personas.

Un momento clave en su vida fue su participación, en 1965, en un cursillo de cristiandad, y a partir de ahí, y según dice Chale, “el Señor tuvo el mal gusto de elegirme para iniciar la Renovación Carismática en Nicaragua”. Según él, los Cursillos de Cristiandad en Latinoamérica, y en Nicaragua de manera especial, han sido “el gran semillero de la transformación de la Iglesia”. Y, “aunque hayan perdido clientela, siguen estando vigentes”, añade.

Carlos Mántica ha recorrido medio mundo ofreciendo su testimonio y, desde su experiencia, afirma que “la gran labor evangelizadora de la Iglesia [al menos en los últimos 50 años que él conoce] ha estado siempre en manos de los laicos”. No obstante, señala cómo los obispos han tenido que salir al paso muchas veces ante “la cantidad de tonterías que se llegan a hacer, fruto del analfabetismo integral que llevamos dentro y que de teología no se sabe nada”. “Otra cosa -apunta- es que al final, los movimientos laicales acaban siendo reconocidos por sus frutos, aunque se sigan haciendo tonterías”.

En referencia a la llamada “prudencia pastoral” por la que se rigen algunos obispos y sacerdotes a la hora de tratar con los movimientos laicales, Chale señala que “lo que no han entendido todavía es que si es obra del Espíritu, no la podrán parar, y que muchas veces esas tonterías que se hacen son consecuencia de una falta de acompañamiento de esos laicos por parte de obispos y sacerdotes”. Por ello, él es más defensor de la “pastoral de acogida prudente” que de la simple “prudencia pastoral”.

Recientemente, Chale ha pasado unos días en Vitoria, alojado en casa de su amigo y “hermano” Victoriano Arizti, a quien Carlos Mejía Godoy apelase en una canción como ‘trotamundos vasco’. Su trayectoria y sus diversas visitas a España le permiten realizar un análisis de la realidad eclesial de nuestro país, en donde dice haber encontrado “un indiferentismo tremendo. España ha dejado de ser un país misionero para ser un

país de misión. La primera vez que vine a este país lo hice para evangelizar y ya me parecía un atrevimiento por mi parte, pero esa es la realidad. He encontrado aquí a mucha gente que ha pretendido encontrar respuestas en el cristianismo para vivir en esta sociedad de consumo, y el cristianismo no está para dar respuestas a nuestras ansias de consumismo”.

Las claves de su labor, en los diferentes ámbitos, y de su trayectoria humana, profesional y cristiana las concentraría Chale en dos palabras: “El asombro y la disponibilidad”. Y añade: “Para mí, lo primero es ser cristiano, y luego, todo lo demás. Aunque para ello nunca he dejado de cumplir mis obligaciones en otros ámbitos por llevar adelante asuntos ‘pastorales’, siempre he procurado distribuir mi tiempo y establecer un orden de valores buscando siempre hacer la voluntad del Señor”.

En esencia

Una película: Prefiero la serie House, que retrata muchas realidades del mundo moderno.

Un libro: La Biblia.

Una canción: Nicaragua, Nicaragüita, de Carlos Mejía Godoy, marxista y gran amigo.

Un deporte: Solía ser la natación; a los 74, sólo pensarlo, te resfrías.

Un rincón: Mi casa en Nicaragua, con 18 nietos y 4 biznietos.

Un deseo frustrado: Ser santo.

Un recuerdo de la infancia: Sentado en las rodillas de mi papá, contándome cuentos.

Un aspiración: Llegar a tatarabuelo.

Una persona: Mi nieta Mariana, de 3 años.

La última alegría: Todavía no la tengo.

La mayor tristeza: La pérdida de mi padre.

Un sueño: Terminar dos libros que tengo “cocinándose”.

Un regalo: Ver una Nicaragua libre.

Un valor: La humildad.

Que me recuerden por… La comunidad Ciudad de Dios.

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