‘Iglesia y estado no pueden estar juntos, pero tampoco distantes’

La Fundación Encuentro ve clave para la convivencia democrática el diálogo entre laicistas y católicos

(Marina de Miguel) No hay que luchar contra la laicidad. Al revés, hay que racionalizarla y lograr su colaboración para que religión y laicismo ocupen cada uno su propio espacio y verdadera libertad de conciencia”. El diálogo con el laicismo -el texto advierte de la utilización de estos adjetivos sin distinción- es uno de los aspectos, según se expone en el Informe España 2008 de la Fundación Encuentro, presentado el día 24, clave para la convivencia democrática.

La institución presidida por el jesuita José María Martín Patino comienza definiendo el término ‘laicidad’ como “la racionalidad crítica opuesta a los dogmas y la pluralidad opuesta al monopolio de la verdad”. La laicidad, se dice, no ha muerto y está consiguiendo en España conquistas notables a través del diálogo con los teólogos y profesores católicos. Para ello, el mundo laico debe ser consciente de los cambios que ha experimentado su ‘contrario’ y constatar que vive en el interior de los mismos que se consideran laicistas. “Se trata de respetar las reglas democráticas. El desarrollo tecno-científico plantea nuevos problemas al orden moral cristiano y resulta más fácil advertir a laicistas incluyentes, que admiten la convivencia con la religión, de los peligros de un falso progreso”.

Así, la Fundación sostiene que “el nuevo combate de la laicidad tratará de promover y conseguir una verdadera democracia cognitiva, donde la representatividad y la libertad de conciencia pasen de ser normas escritas a modos de comportamiento”. “Es una tarea seria para conseguir que los debates de los problemas fundamentales de una democracia no se queden en las manos de un monopolio de expertos para que ellos se encarguen de contárselo a los ciudadanos”.

Cuestiones decisivas

La bioética, los estatutos de derechos de la homosexualidad y la legitimidad de la escuela privada-confesional y de la religión en la escuela pública son las cuestiones éticas de gran trascendencia, políticamente decisivas, que centran el debate entre laicos y católicos. “Todos ellos se han trasladado a la vida política, un campo donde sólo se cuenta con leyes, que han de ser, por su propia naturaleza, coercitivas y universales”.

Por temor a las tentaciones que puedan tener los católicos de “cultivar una concepción puramente instrumental de la política o de considerar la laicidad del Estado como un accidente histórico reversible en vez de reconocer sus valores”; y los laicos, de “radicalizar determinados principios socio-culturales y erigirse en responsables de una herencia irrenunciable”, la institución considera que “es inadmisible que confiemos las soluciones de las grandes preguntas de sentido al mecanismo de las decisiones políticas”. “Está en juego la redefinición de la laicidad en la sociedad civil y, en consecuencia, del Estado”. “La empresa es común, porque es parte de la común experiencia de ciudadanía democrática a la que ninguna de las partes piensa renunciar”. Y advierte que “la Iglesia y el Estado no pueden estar juntos, pero tampoco distantes”

TALANTE ÉTICO

El diálogo, igual que cualquier elemento de la democracia, precisa de un talante ético fundamental: “La ética pública, en una democracia, tiene que ser entendida como una norma de rigor que conduce al incremento de la libertad y de la igualdad de todos los ciudadanos y ciudadanas y, en consecuencia, a una más tranquila convivencia”. Sin embargo, consciente de la determinante influencia de la moral católica en España, a juicio de la Fundación, “cuesta creer que se pueda llegar al enfrentamiento de una ética laica con el orden moral de la doctrina católica”.

“El diálogo no sólo es posible, sino fácil y complementario”, se precisa, llamando a aceptar “la posibilidad de una ética laica”. Las conversaciones entre las dos éticas deben estar inspiradas en la posibilidad de aprender del otro y la conciencia de autolimitación. “Estos dos principios, el de aprendizaje y el de la autolimitación, deberían presidir las conversaciones, a nuestro parecer imprescindibles, entre el Gobierno y la Iglesia, si es que deseamos encontrarnos en el espíritu de la Constitución”.

Otro de los temas tratados es la presencia de símbolos religiosos en actos como la toma de posesión de ministros. “Es evidente que la presencia de símbolos religiosos, en este caso cristianos, no pertenece a la laicidad. La secularización global de la vida pública los ha ido acorralando a casos que podemos considerar excepcionales”, afirma. No obstante, constata que, pese a todo, “no se ha encontrado todavía algo que lo sustituya, para mantener la necesaria sacralidad de la celebración”.

Compartir