‘La gente tiene miedo’

El obispo de Sant Feliu reflexiona sobre la crisis económica y los sentimientos que genera en la sociedad

(Marina de Miguel) El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acaba de reconocer que “la economía española experimenta una fuerte desaceleración, casi un frenazo”, una difícil coyuntura por la que, además de proponer una batería de 21 medidas, el 2 de julio deberá dar explicaciones en el Congreso. Consciente de la alarma que esta situación, se llame crisis o no, está generando en la sociedad, el obispo de Sant Feliu de Llobregat, Agustí Cortés Soriano, ha reflexionado sobre este tema para preguntarse si “¿es desproporcionada la reacción de la gente?”.

“Es evidente que hay signos de que no estamos en el mejor momento económico”, asume el prelado en la carta pastoral del 22 de junio. A partir de esta evidencia, que considera lo suficientemente importante para “llevarla a la oración”, intenta mostrar la verdadera magnitud de este problema, para lo que contrapone lo que dicen los políticos en el poder con el sentir de los ciudadanos de a pie. “En todo caso parece desproporcionada respecto de las informaciones que nos facilitan los políticos que gobiernan y las instancias oficiales”, señala para mostrar a continuación la “desconfianza” que producen en los ciudadanos términos como “reajuste”, o “cambio de ciclo”, que en realidad significan “empobrecimiento real” o “crisis profunda”. “Más allá de las palabras -apostilla-, la realidad cotidiana y palpable es que hay que ir al mercado con el 50% más de dinero que hace dos años, para llevar a casa la misma compra. En definitiva la gente tiene miedo”.

Aunque admite que la reacción de la gente ha sido “inmediata, casi instintiva”, esto le da pie a manifestar cómo uno sólo se preocupa y decide tomar medidas cuando está implicado: “Crisis hay muchas en nuestro entorno social, algunas muy profundas y preocupantes, pero la reacción es fulminante sólo cuando nos afecta al bolsillo”. De igual modo, sostiene que la repercusión en la economía determina la búsqueda de soluciones, ya que, “a veces, la reacción frente a crisis ‘no directamente económicas’ no se produce sino cuando llegan a tener consecuencias económicas”. “Cuando sobreviene una crisis económica, se despierta nuestro instinto de conservación más egocéntrico”, prosigue explicando que este comportamiento implica asegurar la propia vida, olvidándose de los demás.

No obstante, invita a sacar de ello una lección y crecer interiormente: “Nada mejor que sufrir un poco para desvelar lo que llevamos en el corazón”. Y recuerda que, “como siempre, Dios, nos espera en el mercado, en el trabajo, en los grandes almacenes y en la colecta de la parroquia”. “No estaría mal pedir a Dios que nos muestre cómo mira Él la crisis económica, o mejor, cómo nos mira Él a nosotros mientras vivimos este trance”, concluye.

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