George W. Bush visita al Papa por última vez como presidente

La Santa Sede agradece al líder estadounidense su defensa de los “valores morales fundamentales”

(Antonio Pelayo– Roma) En el Vaticano, donde tradiciones y costumbres parecen inalterables, cualquier cambio se nota; sobre todo, si afecta a un hecho tan mediático como una audiencia privada del Papa con el mandatario de la indiscutible primera potencia del mundo, los Estados Unidos de América.

La del viernes 13 de junio era la séptima entrevista de George W. Bush con el Papa desde que fue elegido presidente de EE.UU.: las cuatro primeras las mantuvo con Juan Pablo II, y las tres posteriores, con Benedicto XVI. Esta visita a la Santa Sede ha formado parte de la gira de despedida del presidente. La Secretaría de Estado y la Prefectura de la Casa Pontificia decidieron variar el protocolo del encuentro para darle un carácter más personalizado y cordial.

Poco antes de las 11 de la mañana, el Papa llegó a la Torre de San Juan -hecha restaurar por Juan XXIII para escaparse de vez en cuando del Palacio Apostólico-, en el extremo oeste de los jardines vaticanos. Minutos después entraba en escena la limusina presidencial, de la que descendió un Bush emocionado que por tres veces repitió “¡Qué honor!” cuando estrechaba la mano del Pontífice. El presidente iba acompañado por la first lady Laura y la embajadora norteamericana ante la Santa Sede, Mary Ann Glendon.

Bush y Benedicto XVI se reunieron durante media hora en el estudio del piso superior, y en la conversación -según el comunicado oficial- el Papa agradeció al presidente su “calurosa y especial acogida” en la Casa Blanca el pasado 16 de abril, así como “su compromiso en la defensa de los valores morales fundamentales”. Se habló “de los principales temas de política internacional, las relaciones entre los Estados Unidos de América y Europa, Oriente Medio, el compromiso por la paz en Tierra Santa, la globalización, la crisis alimentaria y el comercio internacional, y la puesta en práctica de los Objetivos del Milenio”.

Después del intercambio de regalos, Ratzinger y Bush caminaron juntos durante un escaso cuarto de hora por los jardines vaticanos, seguidos a distancia por el séquito y una corte de guardaespaldas. Al llegar a la gruta de Lourdes, la Capilla Sixtina, bajo la dirección del maestro Giuseppe Liberto, interpretó dos canciones que el Papa y el presidente escucharon “como dos felices jubilados”, comentó un periodista italiano que seguía la escena a través de la televisión.

Aprecio recíproco

Al margen de las finuras protocolarias -que han suscitado leves reticencias en sectores minoritarios de la Curia-, es obvio que la cordialidad del recibimiento quería reflejar el aprecio del Papa por las posiciones de Bush en delicados temas bioéticos y morales. Éste, por su parte, “es un enorme fan de este Papa y apoya totalmente su acción”, como dijo Nancy Goodman Brinker, jefa de protocolo de la Casa Blanca. Ninguna de las dos ­partes consideró oportuno destacar en ese momento las desavenencias, que las hay, y no son pequeñas, precisamente. A Bush, de la Casa Blanca ya pronto sólo le quedarán recuerdos.

No muchos de nuestros lectores tendrán presente que del 5 al 26 de octubre se celebrará en el Vaticano la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre a La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Dicho tema, anunciado en octubre de 2006, fue elegido por Benedicto XVI después de una consulta al episcopado mundial. El 27 de abril de 2008, la secretaría que dirige el arzobispo croata Nikola Eterovic hizo públicos los Lineamenta, que fueron mandados a los 13 sínodos de las Iglesias Católicas orientales, a las 113 conferencias episcopales, a los 25 organismos de la Curia romana y a la Unión de Superiores Generales para que enviasen sus propuestas a Roma. Ese ingente material reelaborado por los expertos ha originado el llamado Instrumentum laboris o documento de trabajo, presentado el 12 de junio por monseñor Eterovic y monseñor Fortunatto Frezza, vicesecretario del Sínodo de los Obispos.

El documento en cuestión no es abrumadoramente amplio -85 páginas- y consta de tres partes (‘El misterio de Dios que nos habla’, ‘La palabra de Dios en la vida de la Iglesia’; ‘La palabra de Dios en la misión de la Iglesia’) con una introducción y una premisa. Sus ocho capítulos se cierran con una conclusión sobre ‘La palabra de Dios como don a la Iglesia’.

Monseñor Eterovic quiso resaltar la aportación personal de este Papa al Sínodo. En el Instrumentum laboris abundan las citas de documentos o discursos pontificios, y del libro Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger, como: “La Iglesia no saca su vida de sí misma, sino del Evangelio, y, partiendo del Evangelio, no cesa de orientarse durante su peregrinaje”.

Monseñor Miguel Maury, nombrado nuncio apostólico en Kazajstán, fue ordenado obispo el 12 de junio en la Basílica de Santa María la Mayor por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y por el cardenal Antonio Mª Rouco, arzobispo de Madrid, diócesis a la que pertenece el diplomático. Junto a otros cardenales y obispos, concelebraron los españoles Julián Herranz, Carlos Amigo y Antonio Cañizares. El Gobierno estuvo representado por la subsecretaria de Asuntos Exteriores y Cooperación, Mª Jesús Figa López-Palop, y el embajador Francisco Vázquez.

Por último, Salvatore Fisichella, hasta ahora rector de la Pontificia Universidad Lateranense y auxiliar de la diócesis de Roma, ha sido nombrado presidente la Pontificia Academia para la Vida. Sucede a Elio Sgreccia, quien renunció por motivos de edad.

EL CAMINO NEOCATECUMENAL, “PATRIMONIO UNIVERSAL DE LA IGLESIA”

El 13 de junio de 2008 será una fecha importante en la historia del Camino Neocatecumenal, fundado en los años 50 por el madrileño Kiko Argüello y Carmen Hernández, a los que se uniría después el sacerdote italiano Mario Pezzi. Ese día, el cardenal polaco Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, les hizo entrega de los estatutos definitivos de tan meritoria institución eclesial, hoy presente en los cinco continentes. Sólo los que han seguido muy de cerca la historia de los kikos -como se les llama familiarmente en muchos ambientes eclesiales- conocen todas las dificultades que han tenido que superar para llegar a esa aprobación definitiva de su estatutos. Fue Juan Pablo II quien en 1977 decidió que se iniciase el iter que habría de concluir con “un formal reconocimiento jurídico” al Camino, a fin de incorporarlo al “patrimonio universal de la Iglesia”. Después de innumerables idas y venidas, de contradictorios pareceres entre especialistas, de tensiones entre algunos obispos y exponentes del Camino, de interminables discusiones entre los canonistas, por fin el 22 de junio de 2002 se aprobó el Estatuto del Camino Neocatecumenal, por cinco años (como es habitual en estos casos), a la espera de una decisión definitiva que, después de introducir algunas variantes menores, llegó el 11 de mayo pasado. “Con la aprobación de estos estatutos -dice un comunicado del Camino-, la Santa Sede asegura que este itinerario de iniciación cristiana, hecho posible por el redescubrimiento del catecumenado del Concilio Vaticano II y vivido en pequeñas comunidades, sea tutelado en sus caracteres específicos y en su continuidad ofreciendo a los Obispos ‘los principios básicos de actuación del Camino Neocatecumenal en fidelidad a su proyecto original'”.

Compartir