Roma refuerza los lazos con las iglesias rusa y ucraniana

El reciente viaje del cardenal Kasper a Moscú podría haber allanado el camino a la visita de Benedicto XVI

(Antonio Pelayo– Roma) Es muy significativo que durante algunos días hayan coincidido los viajes de los cardenales Tarcisio Bertone a Ucrania (23-26 de mayo) y de Walter Kasper a Rusia (21-30 mayo). Dos viajes importantes y que hace sólo pocos años eran casi impensables.

El día 29, Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, visitaba en Moscú a Su Santidad Alexis II y le entregaba una carta personal de Benedicto XVI. En ella, el Papa se felicita por la mejora registrada últimamente en las relaciones ecuménicas: “Vuestra Santidad ha incrementado el diálogo con los otros cristianos y con los miembros de otras religiones, y he seguido con profunda gratitud y con interés acompañado de oraciones los signos de amistad y de confianza que Vuestra Iglesia y sus representantes han demostrado de diversos modos”.

En otro pasaje, el Santo Padre, después de agradecer la invitación del metropolita Kirill de Smolensk al cardenal Kasper como “signo de fraternidad y de amistad”, no oculta su alegría ante la “creciente cercanía entre nosotros acompañada por el deseo compartido de promover los auténticos valores cristianos y el testimonio de nuestro Señor en una comunión más profunda”.

Comentando, al regreso de su viaje a Ucrania, estos contactos de alto nivel, el cardenal Bertone ha declarado a L’Osservatore Romano: “Está claro que todos esperamos el famoso encuentro entre el Papa y el Patriarca de Moscú, que tendrá lugar cuando Dios quiera y cuando se hayan reunido todas las circunstancias. Algunos exponentes ortodoxos de varias partes de Europa presionan explícitamente a favor del encuentro”.

Indudablemente, uno de los escollos hasta ahora en las relaciones entre Roma y Moscú era la situación en Ucrania, donde el renacer de la Iglesia católica (los uniatas) después de durísimos años de represión había provocado graves tensiones con los ortodoxos. Bertone ha podido, sin embargo, presidir la solemne ceremonia de beatificación de sor Marta Maria Wiecka en Lviv, escenario de pasados enfrentamientos entre católicos y ortodoxos, y la procesión del Corpus en Kiev, donde mantuvo una larga entrevista con el presidente de Ucrania, Viktor Yushenko. El secretario de Estado ha regresado muy positivamente impresionado por la mejoría de las relaciones interconfesionales, hasta el punto de definir a Ucrania como “un laboratorio ecuménico, ya que puede desarrollar un papel importante siendo el punto de encuentro, el cruce entre las culturas de Oriente y de Occidente”.

Uno de los puntos en que católicos y ortodoxos coinciden plenamente es en considerar el sacerdocio como un sacramento exclusivamente reservado a los varones. Por si alguien tuviera todavía alguna duda a este respecto, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha hecho público, el 30 de mayo, un decreto firmado por su prefecto, el cardenal William Levada.

El decreto en cuestión confirma lo ya dispuesto por el canon 1.378 del Código de Derecho Canónico, es decir, que “sea el que haya atentado a conferir las órdenes sagradas a una mujer, sea la mujer que haya atentado a recibir las sagradas órdenes, incurren en la excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica”. Para los menos expertos, se trata de una excomunión automática. Pero se da un paso más cuando se insiste en que si tanto el ordenante como la ordenada son fieles sujetos al Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, éstos incurren en la llamada “excomunión mayor, cuya remisión está reservada a la Sede Apostólica”.

En Radio Vaticano, Angelo Amato, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha confirmado que las ordenaciones de mujeres que han tenido lugar en algunos países “son inválidas, es decir, nulas”. La llamada cuestión del “sacerdocio femenino” quedó zanjada, como se recordará, por Juan Pablo II, con su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis, de 22 de mayo de 1994.

Obediencia

Nuestras lectoras y lectores del mundo religioso no nos perdonarían que no dedicásemos atención a la Instrucción El servicio de la autoridad y de la obediencia, hecha pública por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, cuyo prefecto es el cardenal esloveno Franc Rodé. Es un amplio documento de 50 páginas en tres partes (consagración, vida fraterna, misión), con una introducción general que responde a su segundo título, Faciem tuam, Domine Requiram (Tu rostro buscaré, Señor, del salmo 27), ya que la obediencia religiosa no es ejecutar leyes o disposiciones eclesiásticas, sino un momento en la búsqueda de Dios que pasa a través de la escucha de su palabra, la toma de conciencia de sus designios de amor, la experiencia fundamental de Cristo obediente por amor hasta la muerte de cruz.

Creo que el documento será leído con aprovechamiento tanto por quien obedece como por quien manda en el seno de una familia religiosa, ya que en él se multiplican las invitaciones a escuchar y favorecer el diálogo, la participación y la corresponsabilidad; a crear comunión a pesar de las diversidades; y a tratar a las personas que le están encomendadas a uno (o a una) con misericordia.

Uno de los aspectos más interesantes -siempre en mi opinión- de esta instrucción, en la que se llevaba trabajando cierto tiempo, puede ser el reservado al llamado “discernimiento comunitario”, una práctica que sin duda recibe las bendiciones de los autores del documento pero que no deberá ser interpretada, sin ­embargo, como una cancelación de la autoridad, a la que siempre corresponderá la decisión final. “Sin embargo -se dice-, la autoridad no puede ignorar que la comunidad es el lugar privilegiado para reconocer y acoger la voluntad de Dios. En todo caso, el discernimiento es un momento entre los más altos de la fraternidad consagrada en el que resaltan con particular claridad la centralidad de Dios como fin último de la búsqueda de todos, así como la responsabilidad y la aportación de cada uno en el camino de todos hacia la verdad” (n. 20).

AVISO A PADRES Y EDUCADORES

La prensa italiana ha dado mucha importancia al discurso que Benedicto XVI dirigió a la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana el jueves 29 de mayo. Reunidos en un momento en que el nuevo gobierno de Silvio Berlusconi está poniendo en práctica algunas de sus promesas electorales más discutidas, como las relativas a la emigración, los obispos primero, los políticos de todos los bandos y la opinión pública esperaban conocer la opinión del Papa.

Según L’Osservatore Romano, periódico que ahora hay que leer, los puntos principales del discurso fueron: “La emergencia educativa, el papel de la enseñanza católica, la transmisión de la fe a los jóvenes, el nuevo momento de diálogo entre las diversas fuerzas políticas, la necesidad de la tutela de la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer y la defensa de la vida”. Cada periódico, como suele suceder, escogió para titular el apartado que más le convenía. A mí personalmente me ha impresionado esta frase: “Cuando en una sociedad -afirma el Papa-, en una cultura marcada por un relativismo invasor y a veces agresivo, parecen desaparecer las certezas básicas, los valores y las esperanzas que dan sentido a la vida, se difunde fácilmente entre los padres y entre los educadores la tentación de renunciar a la propia tarea y más aún el riesgo de no comprender cuál es el propio papel y la propia misión”.

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