Blas Silvestre Navarro: “En Cuba es posible el diálogo fe y razón”

Director de la biblioteca diocesana de Santa Clara

(Texto y foto: Araceli Cantero Guibert– Santa Clara, Cuba) Hace ya ocho años que el sacerdote Blas Silvestre Navarro, un valenciano de Bocairent, fue a Cuba para visitar a otro sacerdote amigo, y dos años después regresaba para quedarse.

Actualmente, aunque está jubilado, no para de trabajar. Es un especialista en Bioética, y le preocupa que la gente viva “una fe ilustrada, y no la fe del carbonero”.

En la diócesis de Santa Clara, empezó organizando conferencias y ha logrado una Maestría en Bioética, a través de la Universidad Católica de Valencia. La tercera promoción se gradúa el próximo mes de septiembre. Ha creado un claustro de profesores formados por él y le agrada ver que, gracias a sus gestiones, el Centro de Bioética Juan Pablo II de La Habana ha iniciado un programa semejante con la misma universidad.

En esta labor tiene como aliado al actual obispo de Santa Clara, monseñor Arturo González Amador, que quiere que su diócesis sea “un espa­cio para el intercambio y el diálogo sereno y sincero con la sociedad que nos ha tocado vivir, siempre con la verdad por delante”.

Para ello, a través de la Comisión de Cultura, la propia diócesis organiza exposiciones de arte religioso, convoca concursos de histo­ria local y ofrece cursos de computación, arquitectura o remozamiento de edificios antiguos y técnicas de restauración.

La gente no puede exponer arte religioso, pero la Iglesia le da ese espacio. El obispo defiende que “estamos haciendo lo que la Iglesia siempre hizo. Es nuestro diálogo con el mundo de la cultura, vedado para nosotros”.

Desde que llegó en 2002, Blas Navarro se interesó por la biblioteca del obispado, “que estaba cerrada y no clasificada a pesar de ser buena”. Se han clasificado unos 12.000 volúmenes y se ha organizado la hemeroteca, que cuenta actualmente con unos 400 títulos de revistas, recuperando colecciones completas que documentan la historia cubana de las primeras décadas del sigo XX y “obras que llenan el vacío filosófico, humanístico y espiritual de los últimos años”.

Nuevos fondos

La biblioteca lleva el nombre de Manuel García Garofalo y Morales, primer director de la biblioteca provincial. En un ángulo de la sala se expone cada 15 días un cuadro de algún pintor villaclareno. Contiene fondos que no existen ni en la biblioteca de la universidad, y el sacerdote español se ocupa de ir ampliándolos, porque está convencido de que es un proyecto que “está cumpliendo un papel importantísimo en la cultura de quienes la utilizan, que son muchos”. Pronto estará conectada a las bibliotecas parroquiales de la diócesis.

No se trata de una biblioteca religiosa. Quienes acuden pueden encontrar de todo, también novela cubana, novela internacional, y hasta El Código da Vinci. “Estamos colaborando con la cultura de esta nación”, dice Blas. “A nadie se le pide carnet de nada, o se le pregunta si está bautizado. Sólo se pide respeto mutuo y rigor en los planteamientos”.

Con ese mismo rigor, en febrero el sacerdote organizó un simposio en torno al tema Saber y creer, a partir del pensamiento del actual Papa, “que me encanta y me fascina”. La convocatoria fue ampliada a profesores de la universidad, creyentes y confesados ateos. Él se proponía demostrar que “la religión sin la razón cae en patologías peligrosas, y viceversa”. Y argumenta que “un ciudadano bien plantado necesita las dos dimensiones, porque este mundo no se puede entender sin estas dos vertientes que son históricas, esenciales y universales”.

Está convencido de que el simposio logró el objetivo. “El aplauso final que yo recibí me lo confirma”, nos confiesa, y se siente orgulloso porque la gente “se expresó con libertad, participó con libertad y aprendió que la búsqueda de la verdad es imposible sin libertad, y que la libertad, para que se mantenga como tal, debe estar unida a la verdad”.

Blas Silvestre Navarro tiene también a su cargo la formación de los diáconos permanentes de la diócesis. Por eso, aunque está jubilado y, de hecho, tiene una lesión grave en los ojos, dice que en Cuba se siente “útil y reconocido en mi sacerdocio y en mi servicio a la Iglesia”.

En esencia

Una película: Un hombre para la eternidad, de Fred Zinnemann.

Un libro: Las campanas tocan solas, de José María Pérez Lozano.

Una canción: Al vent, de Raimon.

Un deporte: el fútbol.

Un rincón del mundo: un Canei (vino italiano) sobre el mar en Sagua la Grande.

Un deseo frustrado: conocer idiomas.

Un recuerdo de infancia: la plazoleta de mi barrio.

Una aspiración: ayudar y aliviar.

Una persona: muchas.

La última alegría: la de mañana.

La mayor tristeza: la ausencia de mi madre.

Un sueño: el de los hombres de buena voluntad.

Un regalo: el que Dios nos hace cada día.

Un valor: la fidelidad.

Que me recuerden por: la sonrisa.

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