Monseñor Amigo: “El libro de estilo del periodista católico es el Evangelio”

El cardenal defiende el derecho de los cristianos a participar en la información

(Victoria Lara) “Es la noticia largamente esperada y con la que se inaugura una nueva forma de pensar, de hacer, de vivir, en definitiva, un maravilloso libro de estilo para no errar las palabras que han de ser en verdad”, así define el cardenal Carlos Amigo Vallejo el que, en su opinión, debe ser “el libro de estilo del periodista católico”: el Evangelio.

El arzobispo de Sevilla reflexionó acerca de los medios de comunicación en general, y de los cristianos en particular, en el acto convocado por la revista Vida Nueva en Roma. A este particular libro de estilo añadió más: “No ha de faltar una buena dosis de honestidad intelectual, pues sin ella será difícil alcanzar ese grado de libertad de la que el único dueño es la verdad. Como premio por ajustarse a tan recta norma, vendrá la credibilidad, y Dios se encargará de regalar todas las añadiduras”.

A propósito del 50 aniversario del semanario católico, Carlos Amigo hizo un repaso por las que él considera las reglas imprescindibles para conseguir una buena información religiosa, así como por las cualidades que debe reunir el profesional: “Para que un mensaje pueda ser bien recibido deber ser bien emitido. Si el mensaje es el Evangelio, ya me dirán ustedes de la nobleza exigida para su comunicación. Si el periodista se confiesa católico, esa condición no sólo no debe limitar la libertad de expresión y el derecho a la información, sino que debe ser como una garantía: ¿es católico?, pues hay que quitarse el sombrero”.

La ética debe formar parte de las exigencias objetivas de la información, pues -como recuerda monseñor Amigo- “la persona y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social”. En este sentido, añade que “el bien de las personas no se puede hipotecar, no se puede realizar independiente del bien común de las comunidades a las que pertenece. Y ahora, los atentados y los acosos. Por ejemplo, sustituir la estética y la ética por las exigencias publicitarias, económicas o ideológicas del guión. ‘Si no podemos ser éticos, seamos estéticos’, como decía Søren Kierkegaard“.

Al referirse al alto grado de responsabilidad que tienen los informadores, el arzobispo de Sevilla habla del peligro del “servilismo”, pero no sólo se refiere al “servilismo” a una ideología, sino también al deseo de ganancia, al de control político o al de rivalidad con otros grupos de comunicación. “La presentación parcial de la verdad, la verdad a medias, es siempre una falsedad, una falsedad muy grande. Con frecuencia, las verdades, o las medias verdades, coinciden con la mala calidad. El sensacionalismo es lupa y cristal de aumento que distorsiona los hechos y parece que en lugar de estar en un medio de comunicación, estamos en un salón de los espejos de las barracas de feria: unas veces gordo, otras bajo, otras alto, pero siempre distorsionado”, afirma el purpurado.

Presencia de la Iglesia

En cuanto a la presencia que debe tener la Iglesia en los medios de comunicación -considerados estos últimos como instrumentos para la pastoral- el ponente cree en una solución de integración, es decir, “se necesitan cristianos profesionales en los medios de comunicación y también medios de comunicación cristianos para poder decir nuestra propia y libre palabra en una sociedad democrática, abierta y pluralista. La Iglesia valora mucho la importancia de los medios de comunicación social en las relaciones humanas, el notable servicio que pueden prestar al reconocimiento de los derechos de la sociedad, de la familia, el indiscutible apoyo que prestan a la cultura y a la educación”.

Ante quienes aseguran que la Iglesia está al margen de los acontecimientos, Carlos Amigo afirma que la presencia de la Institución en los medios a lo largo de la historia demuestra precisamente lo contrario. “No es que la Iglesia no hable, es que administra el grifo. De todos modos, la Iglesia no existe para adaptarse al medio, existe para evangelizar el medio”, matiza.

El cardenal introduce el término “caridad” para referirse, no sólo a la caridad que debe tener todo informador, sino también a la que ha de mostrar el que recibe la información. “Es evidente que no pueden achacarse a los medios de comunicación culpas que ellos no tienen, como pueden ser la falta de capacidad crítica de quienes leen los periódicos, ven la televisión, escuchan la radio, o leen Vida Nueva. Tan absurdo es afirmar que porque lo ha dicho este medio ya es verdad, como poner siempre en duda la credibilidad de lo que aparece en la prensa escrita o en los medios audiovisuales”. Y recuerda que esos medios no son los únicos que tienen deberes éticos, porque “el primer deber de los usuarios cristianos será ese discernimiento y esa selección”.

Abordó también -aunque de pasada- la reciente polémica entre los medios de comunicación y la libertad religiosa. “Un ciudadano tiene derecho a participar en todas las esferas de la vida ciudadana, incluida la de la información. Por muy católico que sea, no debe dejar de tener derecho a participar”, explicó el franciscano.

Sus últimas palabras fueron de elogio a la labor realizada por Vida Nueva durante sus 50 años de existencia: “ha marcado un estilo de hacer periodismo de información desde la Iglesia -aunque no sea de la Iglesia- y para todos. Un gran servicio eclesial en una época de cambios eclesiales, políticos, religiosos…”.

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