Una voz fundamental en la lucha contra el sida

Religiosos de todo el mundo reivindican su aportación decidida en primera línea

(María Gómez) A principios de mayo, representantes de unos 2.000 institutos de vida consagrada se reunieron en un Foro en Roma para demostrar su postura en primera línea contra el sida. Desde que en los años 80 se generalizó como una pandemia, los institutos religiosos han asumido un papel fundamental en el cuidado de los enfermos y a la hora de la prevención, denunciando los factores culturales, políticos y socioeconómicos que contribuyen a propagar la enfermedad.

Sin embargo, “nos contentamos con una visión caricaturesca negativa de la Iglesia católica sobre este asunto, únicamente a través de la ventana del preservativo”, lamentaba la Hermana María Martinelli, misionera comboniana, en declaraciones recogidas por el diario francés La Croix.

Este Foro fue organizado por la Unión de Superiores Generales (USG) y la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) para visibilizar la relevancia de los religiosos y religiosas en este asunto y para que ellos mismos pudieran compartir experiencias y no quedarse con la sensación de que están solos en su lucha.

Porque uno de los puntos que han quedado de manifiesto es la falta de apoyo que sufren. Por ejemplo, aunque las congregaciones cubren el 26,7% de todos los servicios relacionados con la ayuda a los pacientes y a la población en ­general, sólo reciben un 5% del Fondo global para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria de la ONU (que asciende a casi 10.000 millones de dólares).

El dato procede de una interesante y novedosa investigación internacional (realizada en colaboración con ONUSIDA y la Universidad de Georgetown) que se presentó en el Foro. El informe In loving service (‘En servicio de amor’) dibuja un mapa con las actividades de los institutos activos contra el sida, presentes en más de 200 países; sólo en África, atienden, junto con los laicos, 1.000 hospitales, 5.000 dispensarios y 800 orfanatos.

La Hermana María Martinelli apuntó el valor añadido que representan los religiosos en la lucha contra el sida, que no sólo se combate con medicamentos: “El aspecto social, educativo y de prevención, así como la asistencia espiritual y pastoral, son importantes”.

Crudo futuro

En diciembre de 2007, las cifras mostraban más de 33 millones de afectados por sida en el mundo y 3 millones de muertos ese año. Según ONUSIDA, en 2005 más de 15 millones de jóvenes menores de edad se quedaron huérfanos; más de 12 millones de ellos eran del África subsahariana. La mitad de los nuevos infectados por la enfermedad tienen menos de 25 años.

 

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