Carmen Yanes: “Tenemos que ser creíbles con lo que creemos”

Directora del Centro Cultural Poveda de Linares

(Texto y foto: María Gómez) Carmen Yanes llega puntual a la cita en la iglesia de San Sebastián de Linares, pero no viene sola, sino con Susana Trelles, una compañera de la Institución Teresiana (IT). Durante la conversación en un salón contiguo al despacho del párroco, hace por integrarla en la charla todo lo posible, dándole voz a Susana para que describa los proyectos que están poniendo en marcha.

Días después, llamará para insistir en que son muchas manos las que sacan adelante el trabajo, “que no parezca que sólo estoy yo”. Rehúye el protagonismo hasta tal punto que cuando se enfrenta al cuestionario ‘En esencia’ admite: “Este tipo de preguntas rápidas siempre me ponen nerviosa, son difíciles y me quedo en blanco”.

Lo de Carmen es más la lucha “por el Reino”, expresión grandilocuente que se traduce, en el día a día, en acciones encaminadas a “la transformación social a través de la educación y la cultura, que es un poco el carisma de la IT”. Dirige desde hace cuatro años el Centro Cultural Poveda de Linares, emblemático “por ser el sitio donde Poveda nace y donde abre la segunda academia, después de la de Oviedo. Siempre se dice que Linares y Guadix, donde Poveda inicia su actividad más fuerte, son dos lugares a los que no se puede renunciar”. Asume esta “responsabilidad” con respeto pero con tranquilidad, junto con el resto de miembros de la IT, ocho en total, más los miembros de las asociaciones cooperadoras ACIT.

La actividad principal del ­Centro es propiciar espacios para la formación: “Desde hace unos años, tenemos para los universitarios cursos de mediación social intercultural y de sensibilización. Este año, hemos iniciado el ciclo Ciudadanos en la sociedad actual, con conferenciantes como Emilio Calatayud, Elisa Estévez o Joaquín García Roca. En abril hemos acabado el segundo ciclo de conferencias Diálogos fe, cultura y justicia, con la Fundación SM, para la formación de laicos”. Carmen está satisfecha de la buena acogida de estas ofertas: “Nos gustan las aportaciones nuevas sobre diversos temas, y no hay muchas posibilidades de que teólogos de la talla de Dolores Aleixandre o Torres Queiruga vengan por aquí. Como Poveda, nosotros también queremos tender puentes”.

Trabajo en red

El tiempo que no ocupa en el Centro, Carmen lo dedica a otra concreción de ese luchar por el Reino. Desde hace un año vive con otra compañera de la IT en Arrayanes, la barriada marginal de Linares (donde se enclava la parroquia de San Sebastián) que “tiene la etiqueta de peligrosa”, pero en la que se siente “bien y a gusto”. Mientras perfilan un proyecto definitivo, ella tiene una cosa muy clara: “Me parece muy importante que asociaciones, plataformas y entidades trabajemos juntas por el barrio, en red, cada uno desde lo que es, pero como grupo cohesionado dando respuestas a esto”.

Esta madrileña a la que le encantan la Sierra y el Retiro trabajó en un proyecto social en San Cristóbal de los Ángeles; posteriormente, en Sevilla, en la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, y en medios de comunicación en temas laborales y locales; y durante unos meses, en la República Dominicana, y de estas diferentes experiencias saca un denominador común: “Vayas donde vayas, es el mismo tipo de problemas, pero no puedes caer en el pesimismo. Aunque lo que haga sea una gota, tengo la obligación de hacerlo, de unirme a otros que también lo quieren hacer, y además me lo debo a mí misma. Tenemos que ser creíbles con lo que creemos”.

“Me gustaría que la Iglesia diera ese testimonio también”, suspira, y recuerda dos pasajes del evangelio a los que acude cuando flaquean las fuerzas: “El tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo, fui extranjero… eso compromete. En otro lugar, Jesús da gracias por los sencillos, porque se lo ha revelado a ellos. Si estuviéramos más próximos a ellos, quizás entenderíamos mejor su mensaje”.

En esencia

Una película: Juno.

Un libro: El niño con el pijama de rayas, de John Boyne.

Un rincón: Asís.

Un deseo frustrado: haber vivido en África.

Un recuerdo de infancia: la ilusión que me hizo mi primer reloj.

Una aspiración: ver comunidades cristianas vivas.

Una persona: Diamantino García, al que conocí en Sevilla.

La última alegría: encontrarme con gente amiga.

La mayor tristeza: situaciones muy injustas como las de Irak, Guantánamo, Palestina…

Un sueño: cuando no tenga muchas fuerzas, vivir en paz y apoyando lo que pueda a favor del bien común.

Un regalo: los regalos siempre me gustan.

Un valor: la lealtad.

Que me recuerden… porque luché por la gente.

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