Mucha inquietud y pocos acuerdos sobre pobreza y cambio climático

(María Rosa Lorbés– Lima) Casi 50 jefes de Estado y de Gobierno se dieron cita del 14 al 16 de mayo en Lima, con ocasión de la V Cumbre de América Latina, El Caribe y la Unión Europea (UE), para debatir y alcanzar acuerdos comunes en temas tales como pobreza e inclusión, ­desarrollo sostenible y cambio climático. El encuentro atrajo al país a unos 1.500 periodistas y centenares de empresarios que establecieron contactos comerciales duran­te esos días. Ya en las semanas anteriores, se produjeron numerosas reuniones preparatorias de funcionarios públicos, viceministros y diplomáticos.

Aunque la Declaración de Lima, documento final de la Cumbre, establece propósitos comunes sobre algunas de las prioridades de la misma, lo hace sin demasiadas precisiones. Así, el alza del precio de los alimentos mereció un lugar destacado en la cita, pero sin que se adoptaran medidas concretas, sino como un mensaje político de preocupación. Se aprobó también la creación del proyecto ‘Euroclima’ como mecanismo de intercambio de información sobre el cambio climático en América Latina, pero con la reserva de ser aplicado “sin perjuicio de las respectivas políticas nacionales”. Los mandatarios ratificaron, asimismo, su compromiso de promover la diversificación de fuentes de energía y fomentar patrones de consumo más sostenibles. La escasez de alimentos, explicada en parte porque cada vez más áreas de cultivo se destinan a biocombustibles, fue materia de debate en algunos grupos de trabajo, pero no quedó recogida en el texto final.

A pesar de todo, al día siguiente de la clausura, la mayoría de los medios de comunicación nacionales enfatizaban en el gran logro del presidente Alan García: el impulso dado a las negociaciones entre la UE y la Comunidad Andina para lograr un Acuerdo de Asociación Estratégica, de gran importancia para Perú y Colombia pero cuyo interés no es compartido por Ecuador y Bolivia, muy reticentes frente a los Tratados de Libre Comercio, por considerar que no apuntan a disminuir la pobreza sino a ahondar las inequidades. Por el momento, estas diferencias se han salvado con un texto marco que precisa que el proceso debe hacerse “tomando en cuenta las asimetrías entre y al interior de las regiones de la Comunidad Andina y la necesidad de flexibilidad, según corresponda, por parte de la UE”.

Cumbre de los Pueblos

Mientras todo esto sucedía, la Universidad Nacional de Ingeniería acogía la celebración de la Cumbre de los Pueblos, llamada Enlazando Alternativas 3 (EA3), promovida por diversos movimientos sociales y ONG de Europa, América Latina y El Caribe y en la que se congregaron –entre otros– indígenas, campesinos, sindicalistas, migrantes, jóvenes, mujeres, afrodescendientes y defensores del medio ambiente. Sus organizadores precisaron que el objetivo era impulsar “espacios de análisis crítico sobre las relaciones UE-ALC, incluyendo los Acuerdos de Asociación, el comportamiento de las multinacionales, el militarismo y la criminalización de los movimientos sociales en ambos continentes…”.

LAS PREOCUPACIONES DE LA IGLESIA

Aunque no tuvo una presencia oficial en la Cumbre, la Iglesia no desaprovechó la ocasión para plantear los problemas que son motivo de su preocupación. Así, los presidentes del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), de Cáritas Internacional, de la Agencia de Cooperación de la Iglesia Alemana (Misereor), de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) y de la Comisión de Acción Social de la propia CEP dirigieron un documento a los jefes de Estado y de Gobierno denunciando la situación que viven los pueblos de la región, “marcada por la pobreza, la exclusión, una brecha creciente entre ricos y pobres, la inviabilidad de la pequeña producción agraria y la pequeña empresa, desocupación y precaria situación laboral, sistemas inadecuados de educación y salud pública, inseguridad y violencia, inexistencia de una seguridad alimentaria, migración causada por la falta de oportunidades y el creciente deterioro del equilibrio ecológico”.

Frente a este panorama, los firmantes –citando la Conferencia de Aparecida–, abogan por “un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos”.

 

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