Fernando Vega: “Todos, también los curas, debemos sentirnos ciudadanos”

Sacerdote, delegado de la Asamblea Constituyente de Ecuador

(Joseph Bamat) Fernando Vega, párroco, vicario de pastoral social y profesor de Teología en la Universidad Católica de la provincia sureña ecuatoriana del Azuay durante los últimos 16 años, fue nombrado en noviembre del pasado año delegado de la Asamblea Nacional Constituyente de Ecuador.

Este órgano tiene la difícil misión de redactar una nueva Carta Magna para un país con una historia reciente caracterizada por la inestabilidad, con seis presidentes en diez años y una Constitución en vigor desde 1998. Para ello, los ecuatorianos otorgaron su confianza al presidente Rafael Correa y su naciente movimiento Acuerdo País, que obtuvo 80 de las 130 sillas de la Asamblea.

¿Por qué apoyar un movimiento político en un país ‘ingobernable’?

Todos los políticos prometían cambio, pero repetían los viejos vicios y estructuras del país con mayor descaro. En los últimos años esta locura llegó al extremo, sobre todo con Lucio Gutiérrez, uno de los peores gobiernos de todos los tiempos, al venderse totalmente a la oligarquía. Correa logró recoger la esperanza del pueblo y comienza a cumplir sus promesas. A pesar de ser engañados tantas veces, creímos que debíamos apostar por él y, desde mis trincheras de la Iglesia, apoyamos su candidatura y la campaña por el referéndum para la Asamblea Nacional Constituyente.

¿Cómo llegó a la lista de Acuerdo País para la Asamblea?

Tras más de 30 años de trabajo en la provincia, había logrado un liderazgo espiritual y social. Algunos de mis compañeros creían que podía canalizar el voto y representar los deseos de la población dentro de Acuerdo País. Hubo otros grupos que me propusieron integrarme a sus listas, pero creía que Correa había abierto un espacio de esperanza en el que podíamos caber todos. Con el respaldo de ocho grupos sociales entré en primer lugar en la lista de Acuerdo País, y pusimos en marcha una campaña sin dinero, llevada a cabo de puerta en puerta, donde proponíamos los cinco ejes de la ‘revolución ciudadana’. Logré el apoyo mayoritario de todas las bases de la Iglesia y de los sacerdotes. Sin embargo, mi obispo se oponía, y me pidió que abandonara, pero hubiera traicionado a mi conciencia, al Evangelio y al pueblo. Al final, logramos el 92% de los votos de mi provincia, el único lugar donde, como lista, superamos la popularidad de Correa.

¿Qué sintió al ser el más votado de su provincia?

Primero, libertad al arriesgar todo por el ejercicio de la ciudadanía. Quería que a todos nos consideraran ciudadanos, también a los sacerdotes. Luego, he sentido cómo la gente dejaba de verme con esa aureola de santidad del sacerdote y me aceptaba como otro ser humano.

¿Cuáles son los retos más difíciles de la Asamblea?

La situación económica. A nivel mundial, vivimos un encarecimiento del petróleo y de los productos de primera necesidad. A pesar de la pobreza, Ecuador es una isla donde todo es más barato. Tenemos el dólar, y eso hace que produzcamos productos muy caros en comparación a nuestros vecinos. Somos un país que exporta mano de obra emigrante a los Estados Unidos, España y Europa, pero también recibimos a población refugiada, desplazada de Colombia y de Perú, que viene en busca del dólar.

Para superar esta situación, tenemos que hacer un plan de desarrollo que implica cambios y sacrificios, y se necesitarán al menos diez años para lograrlo. El reto de la Asamblea Constituyente es mostrar a la ciudadanía que lo que dice la oposición no es verdad, marcar los límites del Ejecutivo y mostrar que la Constitución no es hecha para sostener el Gobierno de Correa, sino para el beneficio de los ecuatorianos.

¿Qué espacio tienen los valores católicos en el ‘Socialismo de siglo XXI’?

Se reconoce que en esta tendencia latinoamericana de propuestas de corte socialdemócrata, pero con vestigios de socialismo, está muy presente la Teología de la Liberación, pero también la Doctrina Social de la Iglesia. La Asamblea está llena de católicos, también hay un pastor evangélico y otro anglicano, que representa a los inmigrantes ecuatorianos en España, pero sabemos que queremos un Estado laico. La propia Iglesia católica apuesta por un Estado laico que respete con igualdad todas las convicciones religiosas y políticas. En la Asamblea me manejo políticamente, no religiosamente.

¿Qué quiere que se sepa en el extranjero sobre lo que vive Ecuador?

Que, como en Bolivia o Venezuela, hay toda una oligarquía latinoamericana que se resiste a ceder sus posiciones y privilegios e intenta derrocar a estos gobiernos. Quisiera que el mundo supiera que aquí hay gente muy honesta. No existe un deseo de venganza o de construir un país totalitario, sino de edificar un mundo más igualitario y justo, con un mayor respeto a la naturaleza. Queremos una Constitución no sólo para nosotros, sino también para las nuevas generaciones.

¿Qué hará después de cumplir con su cargo en la Asamblea?

Estaría gustoso de volver a integrarme en la Iglesia, pero no sé lo que va a pasar y estoy abierto a responder a las necesidades políticas, sociales y económicas del país, pero no me veo como un político de carrera. Posiblemente seguiré comprometido con el proceso de la Constitución hasta que se consolide.

VOCACIÓN ESPAÑOLA

Aunque ya de adolescente sintió la vocación sacerdotal, fue tras su viaje a España cuando Fernando Vega empezó a prepararse para ello. Estudió Química en la Universidad de Murcia y, más tarde, Teología en Granada. En esta última ciudad entró en contacto con los jesuitas, y su manera de pensar, “influenciada por la propuesta del Vaticano II, se abrió y cambió”. Ordenado sacerdote en España, regresó a Ecuador, aunque una profunda crisis espiritual estuvo a punto de hacerle abandonar su ministerio. Sus experiencias pastorales, “guiadas por la Teología de la Liberación, me reencontraron con mi vocación”, recuerda.

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