Con la salud no se juega

‘Cuidam’ atiende a niños pobres en el hospital San Juan de Dios de Barcelona

(Texto y fotos: Glòria Carrizosa) El programa “Cuidam”, de los Hermanos de San Juan de Dios, ha sido elegido el proyecto solidario de los IV Juegos Interempresas, que tendrán lugar durante la segunda quincena de mayo en distintas sedes del área metropolitana de Barcelona. Juegos Interempresas es un acontecimiento deportivo anual que se celebra con el objetivo de promover el trabajo en equipo y la solidaridad entre las empresas con actividad en Cataluña. El dinero que se ­recaudará con las inscripciones de estas “mini-olimpiadas” se destinará esta edición al proyecto “Cuidam” del Hospital Materno-Infantil San Juan de Dios, situado en Esplugues de Llobregat (Barcelona).

Este programa nació en 2004 para ofrecer a niños y jóvenes de países pobres, que carecen de una asistencia socio-sanitaria desarrollada, la posibilidad de solu­cionar una patología a través de una operación quirúrgica que no precise de un seguimiento posterior de más de cuatro meses. Es un programa que se subvenciona con capital privado de la empresa DKV y la Fundación Sueños de los Niños, aunque se está ampliando el abanico de empresas colaboradoras.

Con este proyecto, los hermanos de San Juan de Dios, con más de 130 años de antigüedad, son fieles a su carisma y atienden a niños en situación de riesgo y gran vulnerabilidad. “El año pasado operamos a 15 niños; este año nos gustaría llegar a 25. Son niños con problemas cardíacos, con quemaduras que ponen en peligro su vida o que tienen una calidad de vida muy precaria debido a amputaciones, escoliosis, etc.”, explica el doctor Francisco José Cambra, responsable del programa. “Por desgracia, hay más demandas de las que podemos atender. En 2007 recibimos 78 solicitudes, aunque muchas eran por enfermedades neurológicas, derivadas de problemas del parto o enfermedades crónicas que son difíciles de tratar”. El especialista en cirugía infantil también lamenta no poder atender a niños enfermos de cáncer. “Nos duele restringir a este tipo de pacientes, porque son niños que requieren un seguimiento muy largo, aunque pueden acogerse a otros programas de ayuda que existen”.

Escucha y cariño

El doctor Cambra cuenta con la gran ayuda de María Lanaja, que se ocupa de la parte administrativa, como rellenar los expedientes o llamar constantemente a los consulados, tarea ardua porque, cuando todo está a punto, “algunos consulados de África o América, por miedo a que luego se queden como inmigrantes ilegales, les deniegan el visado. Hay una falta de agilidad importante en la tramitación de documentos”, comenta. Normalmente viene el niño acompañado de la madre (la mayoría no ha salido nunca de su pueblo), con todos los gastos pagados –el avión, los gastos médicos, la alimentación y el alojamiento– antes de que se les dé el alta definitiva. En ese tiempo, María intenta estar el máximo tiempo posible con ellos: “Llegan asustados, desorientados; por tanto, además de una completa atención médica, creo que es importante que se les escuche y que se les trate con cariño”.

En este sentido, es muy importante la labor de los voluntarios, que se quedan con el niño cuando la madre va a comer o si tiene que salir a realizar alguna gestión. También se ocupan de un servicio de biblioteca y acompañan a los niños a la ludoteca o a la escuela que tiene el hospital para que puedan seguir sus estudios, si están mucho tiempo hospitalizados.

Daniel, de ocho años, ha pasado muchos ratos en la escuela. También ha participado en la fiesta de San Juan de Dios, llevando una ofrenda al santo, y asistiendo a la eucaristía dominical. Su madre, Nívida Iris, es muy creyente y afirma haber vivido la enfermedad de su hijo “con mucha fe en Cristo”. Daniel llegó al hospital sufriendo todo tipo de alergias. Su caso era portada en los medios de comunicación de Honduras. Su vida corría peligro. “En el hospital hemos visto que sí puede comer pescado y marisco, aunque es alérgico a la picadura de abeja. Le hemos nivelado su dieta y puede tener una alimentación mucho más variada”, explica el doctor Cambra, que lo ha atendido. A los niños, cuando llegan, siempre se les hace una revisión a fondo por un especialista en medicina tropical, que a veces consigue detectar  otros problemas de salud subyacentes. A Daniel le encontraron un parásito en el estómago y le han diagnosticado un problema de hiperactividad y déficit de atención, pero le han recetado una medicación que podrá seguir tomando en su casa.

Ganas de vivir

También está en el hospital Carlos Manuel, que acaba de cumplir siete añitos y se está recuperando de una operación de esófago, ya que desde bebé los ácidos del estómago, conocidos como “reflujos”, le producían quemaduras que habían cerrado el enlace entre el esófago y el estómago y le impedían ingerir alimentos. Su madre, Felicita Martínez, llegó al hospital de San Juan de Dios desesperada. Tenía que estar todo el día pendiente del niño, que aún no ha podido ir nunca a la escuela por miedo a que comiera algo y se ahogase. En su país, República Dominicana, los médicos le daban pocas esperanzas de vida. El niño lo vomitaba todo y, desde hacía más de un año, se alimentaba a través de un tubito conectado con el estómago. Ahora, el sueño de su madre es que pueda ingerir alimentos por la boca con normalidad y que los médicos estudien por qué el pequeño no habla (sólo dice ‘papá’ y ‘mamá’). La situación ha cambiado para Carlos Manuel. Y Felicita, su madre, ha recuperado las ganas de vivir. Ya ansía regresar a su país para estar con su marido y sus otros hijos.

El doctor Cambra recuerda el primer caso que trataron. También había sido una lesión de esófago, pero producida por haber ingerido sosa cáustica (guardan disolventes y productos de limpieza en botellas de agua y es frecuente que los niños se quemen el esófago). “Le tuvimos que extraer un trozo de colon y se lo pusimos donde estaba el esófago, porque era irrecuperable. Fue una operación complicada”. También atienden con frecuencia cardiopatías, que en sus países no pueden operarse, pero si lo hacen a tiempo, pueden optar a una buena calidad de vida.

El último caso que tienen en el hospital es el de una niña ucraniana con una escoliosis importante. La “acompleja mucho porque tiene una espalda muy torcida que le impide caminar y llevar una vida normal. Es una intervención seria, de varias horas, y que consiste en poner unos hierros para enderezar la columna”, explica el doctor.

El Hospital de San Juan de Dios está hermanado con un centro que tiene la Orden en Sierra Leona. El personal sanitario de Barcelona acude allí periódicamente para colaborar con su programa sanitario. “Pero los enfermos de ‘Cuidam’ no vienen exclusivamente de los hospitales que tenemos en distintos países, sino también por el boca-oreja de los niños que regresan, o por otras organizaciones solidarias y congregaciones religiosas que lo conocen”, explican los responsables del programa. Para ellos, la mayor satisfacción es el éxito de las operaciones, la alegría de los niños y sus familias ante la emoción del regreso a sus hogares con la esperanza reflejada en sus rostros. María reconoce que el momento de la despedida es duro, después de los meses intensos que han pasado juntos, pero “nos escriben y nos invitan a visitarlos. Una niña ucraniana nos dijo que había pasado uno de los días más felices de su vida cuando disfrutó de una actuación de payasos: nunca los había visto”.

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