México da el último adiós al cardenal Corripio

El fallecido, de 88 años, fue un hombre clave en las relaciones Iglesia-Estado

(Pablo Romo Cedano– México DF) Una multitud de fieles asistió el domingo 13 a los funerales por el cardenal Ernesto Corripio Ahumada, fallecido días antes en la Ciudad de México a los 88 años a causa de una trombosis, y cuyos restos mortales descansan ya en la Catedral metropolitana.

En el acto se leyó un telegrama de pésame del Papa, dirigido a su familia y al pueblo de México, en el que Benedicto XVI expresa su profundo pesar por la muerte de este ilustre purpurado.

Figura clave en el difícil proceso de restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre el Gobierno mexicano y la Santa Sede, Corripio Ahumada deja una valiosa herencia para la Iglesia mexicana, como las modificaciones al artículo 130 de la Constitución y algunos otros derivados de éste, que acotaban el quehacer de la Iglesia y discriminaban a los ministros de culto en el país, convirtiéndose en una permanente espada que amenazaba a la Iglesia entera y que se usaba como medio de coerción cuando convenía a la autoridad.

Dicha ley prohibía manifestaciones públicas (peregrinaciones, rosarios, vía crucis…) fuera de los recintos religiosos y el uso de vestimenta religiosa o traje talar en las calles. Se prohibía tener propiedades a los ministros de culto y heredar a familiar alguno hasta de cuarto grado en relación consanguínea. Tampoco podía pronunciarse en cuestiones políticas, ni por supuesto asociarse para ejercer cualquier derecho político.

“Hombre brillantemente precoz”, a juicio del analista religioso Roberto Blancarte, el cardenal Corripio había nacido el 29 de junio de 1919 en Tampico, de donde sería obispo antes de pasar por Oaxaca, Puebla y la Ciudad de México. Durante tres períodos presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), fue también miembro de varias congregaciones vaticanas, así como de la Pontificia Comisión para América Latina, de la Comisión de Derechos Humanos del CELAM y de la Comisión Económica y Administrativa de la Santa Sede.

Al fallecido le tocó jugar algunos difíciles papeles en el seno de la Iglesia, viéndose expuesto a las críticas, tanto como co-presidente de la III Asamblea General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla (1979) como cuando acudió en calidad de representante papal a los funerales de Óscar Arnulfo Romero. A los pocos meses de ambos acontecimientos fue creado cardenal por Juan Pablo II. 

En sus últimos años, pese a su precaria salud, el cardenal Corripio siempre fue un hombre conciliador y defensor de los obispos y sacerdotes que tenían problemas por su opción por los pobres.

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