El Papa alaba las ‘cualidades sobrenaturales’ de Juan Pablo II

La ciudad de Roma se vuelca con devoción en los actos del tercer aniversario de la muerte de Karol Wojtyla

(Antonio Pelayo-Roma) Ha sido la semana de Juan Pablo II una nueva ocasión para demostrar a los más escépticos que la memoria de Karol Wojtyla sigue vivísima en el corazón de millones de personas que le recuerdan y le rezan ya como a un santo de su devoción, sin esperar a que concluyan los procesos que un día le llevarán a los altares, a esa “gloria” que él repobló con un número de nuevos beatos y santos nunca igualado en la historia milenaria de la Iglesia.

El miércoles 2 de abril se cumplían tres años de su muerte. Ese día de 2005 era sábado, y pasadas las 21:30, el entonces sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Leonardo Sandri, anunciaba a la inmensa multitud reunida en la Plaza de San Pedro que el Santo Padre acababa de expirar en sus habitaciones del Palacio Apostólico, cuyas ventanas dan a esa plaza, sobre la que estaban concentrados los ojos de todo el planeta. Comenzaron entonces unos largos días de conmoción, en los que centenares de miles de personas desfilaron ante sus restos y que culminaron con sus funerales, a los que asistieron personalidades políticas y líderes religiosos de todo el mundo.

Evocando esas fechas durante la homilía de la misa que presidió para recordar a quien le ha precedido en la cátedra de Pedro, Benedicto XVI recordó que aquel 2 de abril era víspera del segundo domingo de Pascua: “En verdad podemos leer toda la vida de mi amado predecesor, en particular su ministerio petrino, bajo el signo de Cristo Resucitado. Tenía una fe extraordinaria en Él, y con Él mantenía una conversación íntima, singular e ininterrumpida. Entre las tantas cualidades humanas y sobrenaturales, ­tenía en efecto una excepcional sensibilidad espiritual y mística. Bastaba observarle cuando rezaba: se sumergía literalmente en Dios y parecía que todo el resto en aquellos momentos le fuese ajeno. Las celebraciones litúrgicas le veían atento al misterio que se estaba realizando con una sobresaliente capacidad para captar la elocuencia de la Palabra de Dios en el acontecer de la historia, al nivel profundo de los designios de Dios”.

El Papa afirmó que “el dinamismo pascual” de Juan Pablo II es inexplicable sin su participación “en los sufrimientos y muerte del divino Maestro y Redentor”. “Desde pequeño, Karol Wojtyla había experimentado esa verdad encontrando en su camino la cruz, en su familia y en su pueblo. Él decidió muy pronto llevarla junto a Jesús, siguiendo sus pasos. Quiso ser su fiel servidor hasta acoger la llamada al sacerdocio como don y compromiso para toda la vida. Con Él vivió y con Él quiso también morir. Y todo esto, a través de la mediación de María Santísima, Madre de la Iglesia, Madre del Redentor íntima y fácticamente asociada a su misterio salvífico de muerte y resurrección”.

Extremo sacrificio

También aludió a la frase evangélica “¡No tengáis miedo!”, que se convirtió en el lema del pontificado wojtyliano: “No estaba fundada sobre las fuerzas humanas, sino solamente sobre la Palabra de Dios, sobre la Cruz y la Resurrección de Cristo. A medida que iba siendo despojado de todo, al final incluso de la propia palabra, esta entrega a Cristo apareció con creciente evidencia. Como sucedió a Jesús, también a Juan Pablo II al final las palabras le dejaron el puesto al extremo sacrificio, al don de sí mismo. Y la muerte ha sido el sello de una existencia toda ella entregada a Cristo, conformada con Él incluso físicamente con los trazos del sufrimiento y del abandono confiado en los brazos del Padre celeste”.

Al día siguiente, todos los comentarios giraban en torno a la expresión “cualidades sobrenaturales” que Ratzinger había reconocido en su antecesor. En una entrevista en La Repubblica, Joaquín Navarro Valls afirmaba, refiriéndose a quien sirvió tantos años como director de la Sala de Prensa: “En él la fe era una verdad sólida, fundamento de todo. Se veía esto cuando rezaba. No se ‘transfiguraba’: viéndole, tenías simplemente la intuición del abismo de seriedad y, al mismo tiempo, de ternura en el que se había sumergido. Los santos lo son cuando viven, o no lo son nunca. La Iglesia después confirma que ha sido una vida santa. Para el papa Wojtyla falta sólo la proclamación pública”.

Por su parte, monseñor Slawomir Oder, postulador de la causa de beatificación de Juan Pablo II, explicaba a Luigi Accatoli en el Corriere della Sera la expresión “sensibilidad mística”: “Podemos decir que entraba en Dios y se perdía con el Señor, olvidaba las circunstancias externas, comer, dormir u otras cosas. Esto sucedía en Cracovia, en Roma, en sus viajes a través del mundo. Había momentos en que no se sabía dónde estaba y al final le encontraban en la capilla, adonde había ido cuando todos le ­creían en la cama, en medio de la noche”.

Vuelve el ‘Santo subito!’

En un artículo de Il Giornale, periódico del que es vaticanista, Andrea Tornielli escribe que “nunca como en esta ocasión la santificación de Wojtyla ha tenido eco en las palabras de su sucesor”. Lo cierto es que durante la misa del miércoles y en días sucesivos han reaparecido en la Via della Conciliazione las pancartas de “Santo subito!” pidiendo una rápida beatificación de Juan Pablo II; pero por lo que sabemos, el complejo proceso sigue su curso, que no puede ser muy breve, porque, como reconoce el postulador, el material recogido es superabundante, y los hechos potencialmente milagrosos atribuidos a su intercesión, muy numerosos, además de la curación de la enfermedad de Parkinson de la religiosa francesa Marie Simon Pierre.

Al magisterio de Karol Wojtyla tuvo ocasión de referirse el Papa en la audiencia que concedió el 5 de abril a los participantes en el congreso internacional El bálsamo sobre las heridas. Una respuesta a las plagas del aborto y del divorcio, organizado por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia, de la Universidad Lateranense de Roma: “En un contexto cultural marcado por un creciente individualismo, hedonismo y con mucha frecuencia por la falta de solidaridad y del adecuado sostén social, la libertad humana frente a las dificultades de la vida es arrastrada por su debilidad a decisiones que contrastan con la indisolubilidad del pacto conyugal y con el respeto debido a la vida humana apenas concebida y todavía conservada en el seno materno”.

“El divorcio y el aborto –explicó– son opciones de naturaleza ciertamente diferente, a veces maduradas en circunstancias difíciles y dramáticas que llevan consigo frecuentemente traumas y son fuente de profundo sufrimiento para quienes las llevan a cabo. También golpean a víctimas inocentes: el bebé apenas concebido y aún no nacido, los hijos envueltos en la ruptura de los vínculos familiares. En todos dejan heridas que marcan la vida de forma indeleble. El juicio ético de la Iglesia respecto al divorcio y al aborto procurado es claro y conocido por todos: se trata de culpas graves que, en medida diversa y salvada la valoración de las responsabilidades subjetivas, hieren la dignidad de la persona humana, implican una profunda injusticia en las relaciones humanas y sociales y ofenden al mismo Dios, garante del pacto conyugal y autor de la vida. Pero a pesar de todo, la Iglesia, a ejemplo de su Divino Maestro, ­tiene siempre ante sí a personas concretas, sobre todo a las más débiles e inocentes, que son víctimas de las injusticias y de los pecados, y también a otros hombres y mujeres que, habiendo cometido tales actos, se han manchado con la culpa y sufren las heridas interiores, buscando la paz y la posibilidad de una vuelta”.

“A estas personas –aseguró– la Iglesia tiene el deber de acercarse con amor y delicadeza, con premura y atención maternas, para anunciarles la cercanía misericordiosa de Dios en Jesucristo”. Más adelante se refirió a los “hijos del divorcio” con sus traumáticos sufrimientos, y a las “complicidades egoístas que tantas veces están en la raíz de una sufrida decisión que muchas mujeres han tenido que afrontar solas”.

Esa misma mañana también, recibió a los miembros y consultores del Pontificio Consejo para la Familia, que acababan de concluir su Asamblea Plenaria sobre el tema Los abuelos: su testimonio y presencia en la familia. Plenaria, por cierto, a la que no ha podido asistir el presidente del Consejo, cardenal Alfonso López Trujillo, a causa de problemas de salud. El Papa les pidió que “reaccionaran con fuerza a todo lo que deshumaniza a la sociedad” y a oponerse a la “eutanasia como solución para resolver algunas situaciones difíciles”.

ACLARACIÓN OPORTUNA

El 4 de abril, la Secretaría de Estado hizo público un comunicado para tranquilizar a la comunidad judía mundial sobre el significado de la decisión de cambiar el “oremus” del Misal latino de 1962 (que se hizo pública el pasado 5 de febrero) con una nueva formulación que –se dice– “en modo alguno tiene la intención de manifestar un cambio en la actitud que la Iglesia católica ha desarrollado hacia los judíos, sobre todo a partir de la doctrina del Concilio Vaticano II”. Esta aclaración se hace en vísperas del viaje de Benedicto XVI a los Estados Unidos, en el curso del cual el Papa recibirá en Nueva York a un grupo de rabinos norteamericanos, algunos de los cuales han manifestado su satisfacción por este gesto.

Compartir