El escritor publica ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’
(Texto: Juan Carlos Rodríguez-Foto: Xavi Torres) Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), novelista reverenciado y popular, ha escrito una novela peculiar, atrevida, como él dice: “Es una broma honesta y afectuosa, para todos y para el lector, sean cuales sean sus creencias. Si algo lo define es que es un libro con ‘buen rollo’”. Su confesión viene a aclarar que, en el trasfondo, lo que ha escrito es una parodia múltiple: de los best sellers, de los thriller, de las novelas históricas y, curiosamente, de los Evangelios Apócrifos. Pero Jesús, el Niño Jesús, está tratado con respeto y admiración.
En El asombroso viaje de Pomponio Flato (Seix Barral), ocupa un papel protagonista ejerciendo de un particular “Querido Watson”, que investiga, junto al pomposo filósofo romano que da título a la novela, una falsa acusación de asesinato sobre san José. “Pese a que tiene un componente de irreverencia grande, no es de modo alguno un libro que pueda ofender a nadie”, explica Mendoza, que no ignora los paralelismos histriónicos de esta novela con aquella famosa de Gurb.
¿Por qué decide escribir esta novela con un personaje como Jesús de fondo?
Este libro, realmente, surge sin surgir. En unas vacaciones sin nada que hacer, pero sin ganas tampoco de ponerme a trabajar en un proyecto que requiriera concentración, y aprovechando, por una parte, la moda de las novelas thriller-histórico, con misterio bíblico a ser posible –cosa que me parece abominable– y, por otro, mis lecturas de aficionado de la Biblia, de los clásicos, de historia antigua y, sobre todo, de Roma, se me ocurrió escribir una parodia. Pero para entretenerme. Y rápidamente la acabé. Entonces pensé… ¿qué hago con esto? Y me dije: ¿Lo tiro? Se lo dí a leer a un par de personas, que me dijeron que funcionaba, que tenía gracia y que, sobre todo, no tenía ninguna pretensión. Así que seguí adelante.
¿Su única ambición es hacer reír?
No tiene ambición literaria o de crónica, pero sí la de divertir. Me comprometo a que el lector se va divertir. Es una novela de humor y se nota. El aficionado a la historia irá reconociendo muchos guiños, muchas alusiones, muchas citas… y a muchos personajes.
Y usted, ¿se divirtió escribiéndola?
Sí. Me he divertido mucho. Sobre todo con la idea original de los protagonistas de la historia. Porque el libro es un disparate de principio a fin y no tiene otra pretensión que ser un divertimento. Aunque casi todo lo que cuento está basado en escritos reales, a veces en forma de historia y otras en forma de leyenda. Es decir, me divertí buceando en viejas lecturas, las de Plinio el Viejo, Estrabón o Aristóteles.
La estructura es, en cierto modo, latina…
Tenía claro que iba a imitar los libros antiguos. Está escrito en forma de una serie de cartas que el protagonista, Pomponio Flato, dirige a un amigo en Roma. Flato, que es también el narrador, va por el mundo en busca de aguas de efectos maravillosos, porque ha leído que hay aguas que cuando las beben las vacas se vuelven blancas y las ovejas negras, o que cuando metes una antorcha apagada, se enciende. Pero, sobre todo, una que cuando la bebes te da sabiduría pero te acorta la vida. Creo que fue Plinio el Viejo quien dijo que este agua estaba en Cantabria, pero yo creo que no, porque se notaría.
Desconocía esa pasión suya por Roma…
Pero me gustan mucho las dos Romas. Soy un gran lector de los autores romanos, sobre todo de los historiadores, y de otros grecorromanos, como Plutarco o Josefo. Yo creo que el autor más importante de la antigüedad es Tácito… y Cicerón, que es extraordinariamente inteligente. Pero también me gusta esa versión de Hollywood de Roma, con grandes películas como Quo Vadis! o La túnica sagrada, que son representaciones estupendas de la fantasía que nos ha dejado Roma. Porque cómo fue realmente no tiene ningún interés, lo interesante es qué significa para nosotros: Nerón, el circo, los cristianos, los leones, los centuriones, la guardia pretoriana… Hay un homenaje en la novela a mi gran amigo Terenci Moix, que era un gran coleccionista de películas de romanos, incluidas las que se rodaron en Cinecittá. Yo no soy tan aficionado, aunque hay películas que me gustan, como aquella que se llamaba Barrabás.
Así que escribir novela histórica era cuestión de tiempo…
La novela histórica es un género literario muy bueno para leerlo en la infancia, aunque ya más adelante preferimos otro tipo de historia más seria y documentada. A mí siempre me ha gustado mucho y la recuerdo de niño, sobre todo, porque reflejaba grandes aventuras. Últimamente la historia ha estado más preocupada en la economía y los cuadros de cifras que en la descripción de las grandes batallas navales, por ejemplo, o las grandes luchas, que para mí es lo más fascinante. Ésta es la verdadera razón de que yo me pusiera a escribir novela histórica.
¿Y cómo fue eso de elevar el ‘flato’ a nombre de su protagonista?
Es que este hombre va sufriendo todo tipo de males intestinales, porque bebe todas las aguas que se encuentra. Y claro…
Pero luego llega a Nazaret y se encuentra con Jesús…
El protagonista llega a Palestina, que siempre ha sido un territorio de una extremada complejidad, entendible porque es el eje del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. En Nazaret ha habido un crimen y se va a ajusticiar al presunto asesino, un carpintero, quien tiene un hijo que cree en la inocencia de su padre, que pide ayuda a Pomponio Flato. El hijo de este carpintero es, obviamente, el Niño Jesús, que en los Evangelios no sale, sólo se cuenta brevemente el nacimiento. No hay nada escrito sobre este Jesús Niño, salvo en los Evangelios Apócrifos, que no se sabe muy bien cuándo fueron escritos ni por quién. Y que, en el fondo, son disparates bienintencionados, con historias truculentas, con muchas vidas de santos, o lo que yo llamo “los efectos especiales de la época”, con un Jesús que, jugando en la calle, mata a todos sus compañeros de juego y luego los resucita… Hace lo que haría cualquier niño que pudiera hacer milagros. Pero su intención es buena y su inocencia salta a la vista. Son totalmente inofensivos.
En el fondo, ¿su novela es un Apócrifo más?
He aprovechado algunos episodios de los Apócrifos y me he inventado otros. ¿Por qué no? Ahora está muy de moda escribir sobre los secretos de Jesús, los apóstoles o María Magdalena. Y pensé, por qué no, en ir directamente a la fuente. Será menos espectacular, pero es más curioso.
Jamás había pensado en un Jesús investigando un asesinato…
Un detective siempre debe tener su pareja. Yo creo que hago una aportación al género porque un filósofo romano que tenga en el Niño Jesús a su Watson tiene su cosa… y además me servía, sin pretensión alguna, para comparar la filosofía pagana y la filosofía judeocristiana.
Le escucho…
Pomponio Flato es un romano politeísta, defensor de la razón y de la filosofía, llena de disparates porque en aquella época los conocimientos eran muy limitados, enfrentado a unos fariseos y a unos sumos sacerdotes del templo, que tienen una forma de entender la ley de Dios muy rígida. Su discípulo y acompañante, el Niño Jesús, está a caballo, rebotando entre los dos. Algo de eso hay en las enseñanzas evangélicas. Tanto que al final consigue que entre ambos lo crucifiquen. Es la única vez que están de acuerdo romanos y judíos: eliminar a éste que molesta a los dos.
Y en su tratamiento del personaje de Jesús se aprecia exactamente así…
En este sentido no es un libro sarcástico, ni con mala intención. Aunque pueda parecer que entra en un terreno donde aparentemente no debería hacerlo la ficción, y menos la ficción humorística, no es en modo alguno, pese a que tiene un componente de irreverencia grande, un libro que pueda ofender a nadie. Es una broma honesta y afectuosa, para todos y para el lector, sean cuales sean sus creencias. Si algo lo define es que es un libro con “buen rollo”.
Sin duda, peculiar al menos…
Es también un libro excéntrico. Porque, como Sin noticias de Gurb, es un libro que escribí sin pensar que estaba escribiendo un libro. A veces escribo un libro, y a veces hago un libro, que es como quien hace un solitario o un crucigrama.
Quizás el crucigrama, explique el final…
Hay un misterio que resuelvo como buenamente puedo, porque para resolver un misterio hace falta muchísimo talento. Hay muchos buenos escritores de novela negra, pero muy pocos grandes escritores que dominen esta técnica, quizás Chesterton, Conan Doyle… y Agatha Christie, que es una escritora mediocre pero que tenía una gran habilidad para construir tramas y, sobre todo, para deshacerlas al final con una frase o con un detalle. Yo no pertenezco a este reducido grupo, pero sí hay un misterio que se resuelve correctamente, sobre todo con sorpresa dentro de la sorpresa. Ni los que resuelven el crimen llegan a sospechar la última broma.
¿Es que el final no estaba planeado?
Cuando uno escribe no sabe muy bien lo que sale, sobre todo si entra en este terreno sin reglas muy fijas. Pero ha quedado bien, ¿no?