Memoria agradecida al Abad emérito Cassìa M. Just

(Josep M. Soler-Abad de Montserrat) El funeral en sufragio del Abad emérito de Montserrat, Dom Cassià M. Just, nos hizo profundizar el sentido pleno de las palabras del salmista que en nuestro monasterio cantamos con música del mismo difunto: Señor, tú me sondeas y me conoces (Sl 138). Él mismo quiso que se cantaran en sus exequias, y nos ayudaron a vivir aquellos momentos de la separación; porque en este momento la existencia humana queda esclarecida a la luz de Dios.

El P. Abad Cassià lo creía profundamente ya desde pequeño, habiendo nacido en el seno de una familia cristiana en Barcelona en 1926. Su padre lo encaminó hacia nuestra Escolanía, que se estaba formando nuevamente después de la Guerra Civil. En la Escolanía, descubrió, según decía él mismo, “a un Dios próximo, padre y amigo”, y oyó la llamada a la vida monástica. Después de emitir la profesión y de recibir la ordenación presbiteral, fue enviado a hacer estudios musicales a Roma y a París; esta estancia en Francia constituyó para él una experiencia decisiva. De vuelta a Montserrat, fue, entre otras tareas, organista, Maestro de novicios y más adelante Prior del Monasterio. Sin dejar de cultivar la música. El año 1966 fue elegido abad.

Siguiendo el que era su lema, Propter fratres meos (Por mis hermanos), el P. Cassià sirvió a la comunidad monástica durante veintidós años largos y procuró que Montserrat fuera un monasterio que tuviera “una presencia significativa –son palabras suyas– en el corazón de nuestro pueblo y de la Iglesia. Presencia de una comunidad que cree, tenaz en la esperanza, experta en reconciliación, defensora de los derechos humanos, acogedora de creyentes y no creyentes, dispuesta al diálogo con todas las culturas y religiones. Animadora de una piedad popular que se expresa en las celebraciones litúrgicas y populares del Santuario de acuerdo con las orientaciones del Concilio Vaticano II”.

Acogida conciliar

Esta línea de acoger a todo el mundo, cosa no demasiado fácil en el contexto del régimen político de la época, fue avalada el año 1971 por el papa Pablo VI. Aquellos años participó, a nivel internacional, en las aplicaciones conciliares en el mundo benedictino. El año 1989 renunció libremente a la dirección del monasterio. Fue también Abad Visitador de la Provincia Hispánica de la Congregación benedictina de Subiaco y presidente o patrón de diversas fundaciones de tipo social, una de las cuales lleva su nombre. Todo ello procuraba hacerlo siempre desde su condición de monje y para poner en práctica el mandamiento nuevo del amor.

Ya como Abad emérito ha continuado sirviendo a la comunidad en diversas tareas y se ha significado sobre todo por su tarea de acompañamiento espiritual y de consejo. Con espíritu de fe escuchaba a todo el mundo con la mente y con el corazón abiertos, intentando comprender al otro y decirle una palabra de aliento, de consuelo, de esperanza, de paz. De este modo buscaba ser fiel al Evangelio y al estilo sencillo y acogedor de Jesús, y deseaba que la Iglesia en su servicio a la humanidad fuera portadora de liberación y del gozo en el Espíritu.

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