El consagrado, un maestro orante y de la palabra para hoy

Unas 800 personas participan en la 37ª Semana Nacional de Vida Religiosa celebrada a finales de marzo en Madrid

(Marina de Miguel– Fotos: Luis Medina) El Señor está pidiendo con la situación actual que seamos maestros de oración, maestros de la presencia de Jesús”. Los nuevos tiempos, como afirma Luis Alberto Gonzalo Díez, cmf, exigen a los religiosos y religiosas una profunda reflexión sobre su identidad como consagrados a Dios y el papel que desempeñan al servicio de la humanidad, por lo que la Semana Nacional de Vida Religiosa, celebrada en Madrid del 25 al 29 de marzo, invitó a los cerca de 800 asistentes a entrar En la Escuela de la Palabra, lema escogido por el Instituto Teológico de Vida Religiosa para la que era la 37ª edición de esta cita.

“Ésta es la actitud creyente que está necesitando nuestro mundo. Ante una realidad social que cree poder vivir sin Dios, los religiosos y todos los creyentes debemos volver al valor de la Palabra, para que ésta eche sus raíces en la cultura actual y conduzca los corazones al encuentro con el Absoluto”, explica el padre Gonzalo Díez, moderador de un encuentro cuyo objetivo es mostrar los signos de vitalidad en la Vida Religiosa.

Aquello que es imprescindible para vivir esperanzadamente constituye la materia de este especial colegio, donde las propias comunidades aprenden a configurarse como sub-escuelas de la Palabra. “Estamos demasiado ocupados en aspectos funcionales o de gestión, el ritmo de vida nos está ahogando y no nos deja centrarnos en lo específicamente nuestro: tratar de transparentar la presencia de Cristo, el cual ama todos los momentos sociales por igual”, reconoce aludiendo al llamamiento de ser, dentro de la sociedad, “personas contemplativas, capaces de entender lo que vive la gente, amarlo y llevarlo a Dios”.

Como en toda escuela, la condición de aprendiz conlleva una vuelta a las raíces, lo que, a juicio del misionero claretiano Antonio Sánchez Orantes, implica “redescubrir que toda la comunidad religiosa tiene que ser un espacio donde la Palabra de Dios resuene con claridad, no para buscar la santidad, sino para ofrecer al mundo caminos de vida y de esperanza; no desde el poder, sino desde la verdad de Dios, que siempre es entregar la vida para que otros tengan vida”.

“Necesitamos liberarnos del exceso de hacer y recuperar los fundamentos de nuestra vida, que es vida de oración, mística y de entrega”, prosigue Orantes, recalcando la urgencia de centrarse en el “seguimiento de Cristo”: perdón, reconciliación y paz. Así, frente a intentos prometeicos de transformación del mundo que, en su opinión, sólo causan daños, llama a recuperar la virtud de la humildad, “el don maravilloso que Dios nos da porque nos centra en Él y nos obliga a reconocer que todo lo que tenemos es obra de Él”.

Para Dolores Aleixandre, rscj, que los “consagrados sigan siendo el Evangelio que la gente lee”, como expresó monseñor Francisco Cerro, obispo de Coria-Cáceres, en la inauguración, implica una reordenación de las prioridades. “Hay que practicar, tenemos más discurso elaborado sobre cómo ser Escuela de la Palabra que práctica real. Creemos que hay tiempo para todo, cuando no es así. Hay que colocar el tiempo de la Palabra y de la oración en el momento más rico de la vida, siendo consciente de que ello supone sacrificar otras cosas”, asegura. Aunque no crearon su propia escuela, la religiosa ve en la huella que dejaron profetas como Elías, Habacuc y el Segundo Isaías, un cúmulo de ricas enseñanzas para aprender a ser “compañeros, discípulos y seguidores del Siervo”.

IGLESIA TESTIMONIANTE

“La Iglesia será evangelizadora, si previamente ha sido evangelizada por la Palabra de su Señor; resultará vencedora, si antes ha sido ganada y vencida por la Palabra del vencedor. Sólo una Iglesia convertida por la Palabra será Iglesia testimoniante”, mantiene Francisco Contreras Molina, cmf, uno de los expertos en el libro del Apocalipsis. En este sentido, como antesala del próximo Sínodo de los Obispos, cuyo tema es La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia, la Semana Nacional de Vida Religiosa puso mucho énfasis en la práctica de la Lectio Divina como puente que introduce a las comunidades en la Escuela de la Palabra. “Su práctica produce frutos, el más evidente es el de una vida de fe, de relación con el Señor, que es alimentada, fortalecida, consolidada y capaz de durar en el tiempo. Este amor por el Señor nos lleva a conocer también la auténtica dimensión del silencio como guardián de una Presencia”, sostiene Enzo Bianchi, prior de la comunidad ecuménica de Bose (Italia).

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