Adiós a una mujer de intrépida fe

Miles de personas despiden a Chiara Lubich, fundadora del movimiento de los focolares

(Dolores García) Mujer de intrépida fe, humilde mensajera de esperanza y de paz”. Así la definió Benedicto XVI en el mensaje enviado con ocasión de sus exequias. Chiara Lubich había concluido su “santo viaje” terreno el 14 de marzo. Desde el momento en que se conoció la noticia, miles de personas de toda condición acudieron a rendirle homenaje. Es, según el Presidente de la República italiana, “una de las figuras más representativas del diálogo interreligioso e intercultural, que ha fundado un movimiento, en grado de dialogar con espíritu abierto con el mundo laico”.

Más de veinte mil personas abarrotaron el 18 de marzo la Basílica de San Pablo Extramuros y sus alrededores para darle el último saludo. “Chiara ya no os pertenece sólo a vosotros, cristianos; ella y su gran ideal son herencia de la humanidad entera”, expresó un prestigioso monje budista, junto a otros representantes de distintas religiones y confesiones cristianas.

A la cita no faltaron fundadores y responsables de Movimientos y Asociaciones, entre ellos Kiko Argüello o Andrea Riccardi, quien afirmó: “Chiara nos ha enseñado la dignidad de un carisma. Su ideal es una luz en el tiempo que nos espera. Todos decimos: ¡Gracias, Chiara!”.

“La fundadora del Movimiento de los Focolares –afirma el Secretario de Estado, cardenal Bertone, en la homilía del funeral– no crea instituciones de asistencia y promoción humana, sino que se dedica a encender el fuego del amor de Dios en los corazones. Suscita personas que sean amor en sí mismas, que vivan el carisma de la unidad, de la comunión con Dios y con el prójimo; personas que difundan ‘el amor-unidad’ haciendo de sí mismas, de sus casas y de su trabajo un ‘focolar’ donde el amor arde, se hace contagioso e incendia todo lo que está a su alrededor”. En esta despedida participaron otros 16 cardenales, más de 40 obispos y centenares de sacerdotes.

“Hay muchos motivos para dar gracias al Señor, sobre todo –continúa Benedicto XVI– por el servicio que Chiara ha ofrecido a la Iglesia: un servicio silencioso e incisivo, siempre en sintonía con el magisterio (…) habiéndose entregado sin reservas por la difusión del mensaje evangélico en todo ámbito de la sociedad contemporánea, siempre atenta a los ‘signos de los tiempos’”.

Hace unos años, Chiara Lubich escribía a los suyos: “Si yo tuviera que dejar esta tierra, (…) prestaría mi boca a Jesús para que os repitiera: amaos unos a otros… para que todos sean uno”, añadiendo: “Siento en el alma una reflexión recurrente: deja a los que te siguen sólo el Evangelio. Lo que queda y quedará siempre es el Evangelio, ‘el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán’ (Mt 24, 35)”.

Más información en: www.focolares.es.

Compartir