Xavier Mascaró: “Silos es una lección para un escultor”

El artista expone en el monasterio hasta el 4 de mayo

(Juan C. Rodríguez) “El monasterio de Silos es un edificio mágico, lleno de historia, cargado de símbolos”. Un reto para cualquier escultor. Más para Xavier Mascaró (París, 1965), capaz de crear obras donde trascendencia y espiritualidad tienen una fuerza indiscutible. Y que en Silos ha encontrado un escenario en donde su lenguaje moderno se inserta con gran equilibrio: “Su claustro es de una armonía y belleza difíciles de igualar. Un espacio que invita al silencio, a la introspección, a experimentar esa sensación de que hay algo en nosotros que trasciende lo físico, y que la mayoría definiríamos como espiritualidad”, explica en una entrevista concedida a Vida Nueva.

La gramática por la que se expresan sus obras hace ya una década que se fundieron con algunos emblemas del catolicismo. Cruces, por ejemplo, con las que la espiritualidad se incrusta definitivamente en su lenguaje escultórico. Y en Silos ha colocado una cruz, precisamente, para introducirnos en su exposición y la sacralidad del espacio. Es una cruz de hierro, estructural y protectora, como un relicario que protege a otra cruz, más íntima y vulnerable. Un eco del propio templo: “Es un espacio particularmente intenso: una nave subterránea en el interior de un claustro, que es, a su vez, el núcleo del convento. Tiene un carácter mágico que me recuerda al de las cuevas en la que surgieron el arte y la religión”.

Mascaró se ha inspirado, pues, en la propia abadía: “Las iglesias, los templos en general, me interesan de un modo muy especial: me fascina la orientación, el tiempo, la jerarquía que adquiere el espacio de un templo en el curso de una liturgia. La función simbólica de los objetos, la manera en que se combinan y relacionan entre sí, la utilización de múltiples materiales –el hierro de las rejas, la plata de las cruces, el cristal y el plomo de las vidrieras, la madera de las sillerías– todo parece girar al compás adecuado en una escenografía perfecta… es una tremenda lección para un escultor”.

El hierro, con la combinación austera de la piedra, la cerámica, el cristal y el zinc es el vocabulario que elige el artista para dotar de esa “función simbólica” a las 11 esculturas que, gracias al Museo Reina Sofía, ha introducido en Silos: un leve pero rotundo corazón que brilla, esas manos que se elevan hacia el cielo, el icono de la barca, emblema y metáfora del viaje, del trayecto de la vida…

La exposición, que se titula levemente Mascaró en Silos, permanecerá abierta al público hasta el próximo 4 de mayo.

Compartir