Pasión por la “Pasión”

Devoción y afición devuelven el vigor a la narración evangélica

(Juan Carlos Rodríguez) Hay toda una geografía de la Pasión. Teatro popular y devoción que, cada Semana Santa, emerge en distintas configuraciones: compañías profesionales, de aficionados, asociaciones vecinales, cofradías, papeles que se heredan de generación en generación… Un pueblo en la calle, la tradición de siglos en un escenario. Ya en 1481 se registra en el llamado libro Claver los sueldos de los carpinteros que construían el entarimado para su representación en Cervera (Lleida) y se conserva un texto del drama fechado en 1534. El género de la ‘Pasión’ no es nuevo, pero está recobrando una intensa popularidad que hace que cada día se incorporen nuevas compañías y ciudades al itinerario.

Los investigadores manejan la hipótesis de que el “Auto de Pasión” deriva directamente de los llamados ‘tropos pascuales’, creados en Italia sobre el siglo XI y desarrollados en Francia a finales del XIII. En España, durante la Edad Media, el teatro religioso y los ‘Misterios’ florecieron sobre todo en Cataluña y Valencia, en donde sus principales manifestaciones —Cervera, Esparraguera, Olesa de Montserrat, Vergés— se declaran herederos directos de aquellos dramas que el Concilio de Trento prohibió dentro de los templos. En el siglo XIX se retoman, por ejemplo, en Cervera, aunque no florecerá hasta después de la Guerra Civil, con el texto de dos jóvenes poetas locales, Emilio Rabell y José María Sarrate. En Esparraguera, también muy famosa y centenaria, mantiene un texto de 1960 firmado por el artista local Ramón Torruella Satorra.

 

Actualmente, algunas representaciones de la Pasión de Jesús desarrollan teatralmente el drama sacro completo; en cambio, otras sólo representan sus episodios más relevantes. Es el caso del “Via crucis viviente” de la localidad madrileña de Chinchón, que nació en 1964 según un guión original del párroco Moisés Gualda Carmena. Muy cerca, en Morata de Tajuña, también ha cobrado protagonismo la iniciativa del grupo de teatro “Talía”. Mientras que en Aranjuez se ha rescatado un texto de Carlos Broschi Farinelli escrito en 1751 para la Corte de Fernando VI.

La más popular adaptación de la Pasión se repite: creación colectiva en donde trescientos vecinos se reparten los papeles, protagonistas o de reparto, y en donde el Nazareno tiene nombre y apellidos. Es el formato de Castro Urdiales (Cantabria), Lerma (Burgos), Cuevas del Campo (Granada), Oliva de la Frontera (Cáceres), Fuensanta de Martos (Jaén) y Riogordo (Málaga), que tiene como referente un libreto del XIX, corregido y ampliado por Fernández Ardavín, y que se desarrolla ininterrumpidamente desde 1951. La Asociación Vía Crucis de Balmaseda (Vizcaya) ha rescatado los “pasos” vivientes, de los que ya había constancia en 1770.

En Úbeda (Jaén), la representación de Maranatha, obra original de Ramón Molina Navarrete, se asoma a los treinta años de puesta en escena de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, como verdadero referente en su género, más artístico, íntimo y en un pequeño teatro. En cierto modo, inspira otras aportaciones más recientes, como la de la compañía valenciana “Jerusalem”, que este año interpretará La Pasión de Cristo en el Teatro Romano de Mérida.

 

UN TEMA INAGOTABLE

Las “novelas de Jesús” constituyen un género propio de la novela contemporánea, prácticamente, desde el Romanticismo. Son los “apócrifos modernos”, aunque  también se atiene a actualizaciones o “imitaciones de Cristo” como las de Balzac (“Jesucristo en Flandes”), Dostoievski  (“Los hermanos Karamazov”) o, más cercanas, la de Valle (“Jardín umbroso”), Unamuno (“Flor de santidad”) y Galdós (“Nazarín”). Las referencias son innumerables: hay tantas, con tantos matices y de calidad diversa. Popular e irregular fue la “Historia de Cristo” de Giovanni Papini, pero incomparable a la tensión dramática de Robert Graves en “Rey Jesús” o de Nikos Kazantzakis con dos novelas complejas y contradictorias: “Cristo de nuevo crucificado” y “La última tentación de Cristo”. Anthony Burgess se ciñó más a la ortodoxia en dos obras menores: “Jesucristo y el juego del amor” o “El hombre de Nazareth”. Y, más recientemente, son las relecturas, muy dispares, de José Saramago y de Norman Mailer, ensombrecidas por la intensidad del uruguayo Tomás de Mattos en “La puerta de la misericordia”, quizás la última de las grandes novelas de Jesús.

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