Rouco ofrece ‘colaboración’ para trabajar por el ‘bien común’

Rouco ofrece ‘colaboración’ para trabajar por el ‘bien común’

(Texto: José Lorenzo-Fotos: Luis Medina) Con un estrecho margen de dos votos, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, se impuso el pasado día 4 de marzo al obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, para el cargo de presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en el transcurso de la XCI Asamblea Plenaria celebrada en Madrid del 3 al 7 de marzo. Tres años después de que se diese el resultado inverso (entonces un único voto impidió a Rouco ser reelegido para lo que sería su tercer trienio), el purpurado gallego volvió a sentarse como presidente de los obispos en una abarrotada sala de prensa en la Casa de la Iglesia.

“Al final todo sale bien”, deslizó una persona de confianza del cardenal instantes después de conocerse que los votos de sondeo de la tarde anterior, que daban a Blázquez como ganador, también por un estrecho margen, eran simplemente eso, un tanteo. La realidad se impuso –para algunos con tristeza– poco antes de las 10:30 de la mañana, en la primera votación, y con un resultado de 39 votos para Rouco, 37 para Blázquez y uno para el cardenal arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares.

Con absoluta normalidad y tranquilidad, Ricardo Blázquez bajó de la mesa presidencial tras esa votación y se acomodó en el lugar asignado como obispo de Bilbao. Con la misma naturalidad volvió a subir al estrado unos instantes después, una vez que los votos le devolvieron a una mayor responsabilidad colegial, la de vicepresidente. Quienes sufrían por él se alegraron (aunque fuese a la segunda votación) de ese cargo, del que se espera que siga manteniendo su nivel de interlocución con el Gobierno. En esa segunda votación, Blázquez contó con el respaldo de 45 obispos. Los restantes votos se repartieron entre el cardenal Cañizares (29), el arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro (2) y el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach (1). De los 78 miembros de la Asamblea con derecho a voto (76 de ellos, obispos), lo ejercieron 77, salvo el obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, Juan José Omella, convaleciente de una operación.

A las 12:30 horas, el nuevo presidente, acompañado de una nube de periodistas que dificultaba su movilidad, compareció en la sala de prensa de la sede de la CEE para una breve declaración, tras la que no se admitieron preguntas. Habrá que esperar para ello a que se celebren las elecciones generales del día 9, pues no se quiere dar pie a que cualquier cosa que se diga pueda ser usada como munición para la contienda electoral.

Mano tendida

En su parlamento, el cardenal, en un gesto que ha sido interpretado como una mano tendida al Gobierno, ofreció “colaboración leal” a la comunidad política en la búsqueda del “bien común”, y recordó –muy en la línea del discurso de apertura de esta Asamblea Plenaria por parte de Blázquez, en el que apostaba por la comunión y la colegialidad frente al individualismo– la actitud de servicio que ha de impregnar la tarea de presidente de la Conferencia Episcopal.

“Yo hace ya 32 años que soy miembro de la CEE”, señaló el cardenal en su intervención, “y he podido ser testigo de muchos relevos a lo largo de estos años, y en los relevos y en la elección de un nuevo cargo predomina una categoría, que es la de servicio. Cada uno de no-

sotros está al frente de una comunidad diocesana, unas veces más compleja, otras menos. Un trabajo adicional en la  CEE supone un sacrificio más y un servicio más, primero a la Conferencia y, a través de la Conferencia, a los obispos. Yo creo que esto es importante subrayarlo. El presidente de la Conferencia no es el presidente de los obispos, ni el presidente del Episcopado, ni el jefe de los obispos, ni el cabeza de los obispos; eso lo es el Santo Padre, el obispo de Roma. Cada obispo es autónomo en su diócesis y su relación jerárquica se establece con el Papa, no con la Conferencia, y menos con los cargos que ejercen las funciones de organización y dirección dentro de la conferencia. El servicio a la Conferencia es un servicio a la comunión de los obispos, es decir, a conseguir que actuemos en nuestras diócesis dentro de las fronteras y el marco geográfico, histórico y cultural de un país, teniendo en cuenta las necesidades, primero de los fieles que forman parte de la comunidad católica, y después de la sociedad en general, tratando de llevarles el Evangelio a todos. En primer lugar, a nosotros mismos, a los que formamos parte de la Iglesia, y también a través del camino, el testimonio y el diálogo, con el testimonio que se articula y que se sabe expresar con diálogo, pero es siempre testimonio, hacia la sociedad, el mundo y la cultura en general”.

“Es verdad que en este testimonio”, continuó el purpurado, “la expresión de la caridad ejerce una función muy importante; esos efectos de la vida de la Iglesia en fidelidad al Evangelio se notan mucho más cuando se refiere a las personas y a los grupos, más necesitados. Podemos hablar de la familia, podemos hablar de la juventud, de los pobres, etc. El servicio, por tanto, de un presidente de la Conferencia a la Conferencia es tratar de ayudar a que todos los obispos de España, a través de nuestro trabajo en nuestras diócesis, obremos de tal forma de comunión, de afecto, de intenciones y de propósitos, que se nos note mejor a todos y, sobre todo, que se note mejor a la Iglesia, que es el instrumento y el testimonio vivo del Evangelio de nuestro señor Jesucristo. Por lo tanto, la relación de la CEE, primero con la sociedad, y después con la comunidad política y sus autoridades, es siempre de colaboración

leal, pensando en el bien común, y pen- sando en esos aspectos del bien común que tienen que ver más directamente y expresamente con esa finalidad evangelizadora de las que les hablaba hace un momento. En este punto, el de nuestras relaciones con la comunidad política y sus autoridades, nos guiamos por dos documentos del Concilio Vaticano II. Uno es la declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis Humanae, un documento clave que guía toda nuestra actuación y nuestro comportamiento a la hora de relacionarnos con el ordenamiento jurídico, la comunidad política y sus autoridades; y el otro documento del Vaticano II que nos guía es la Constitución pastoral [Gaudium et Spes] sobre la Iglesia en el mundo actual en que el Concilio expresa la enseñanza de la Iglesia sobre la comunidad política y las relaciones de la Iglesia con la comunidad política. Ésos fueron siempre nuestro criterios de actuación; lo seguirán siendo”.

Ejecutivo y Permanente

Posteriormente, ofreció un “recuerdo expresado y expresivo” a quienes han ofrecido ese servicio como presidentes a la Conferencia Episcopal. Antes de concluir su comparecencia de apenas 10 minutos, Rouco reiteró su “admiración” por la numerosas presencia mediática, que transmitió al resto de los prelados al subir de nuevo a la primera planta de la Casa de la Iglesia, en donde se encuentra la sala de la Asamblea Plenaria. Para entonces, su gesto era ya más relajado, aseguran las fuentes consultadas por Vida Nueva.

Esa mismo día, ya por la tarde, fueron elegidos los miembros del Comité Ejecutivo. A los que forman parte del mismo según contemplan los Estatutos de la CEE (presidente, vicepresidente, secretario general y arzobispo de Madrid), en este caso, el cardenal Rouco, Ricardo Blázquez y el obispo auxiliar de Madrid, Martínez Camino, se fueron añadiendo, por este orden, los cardenales Cañizares, Sistach y Amigo, y el arzobispo Osoro. En definitiva, se repiten los mismos miembros del trienio anterior aunque, obviamente, con distintas responsabilidades.

Igualmente, esa misma tarde fueron elegidos los presidentes de varias de las comisiones episcopales, que luego, junto con los miembros del Ejecutivo, conformarán la Comisión Permanente. Sus nombres se completaron al día siguiente (ver recuadro), y repitió la mayoría, pues sólo llevaban un trienio, y suele ser normal la reelección. De las novedades, la más destacada se produjo al frente de Pastoral Social, a la que aspiraba para un tercer trienio Juan José Omella. Desde su lugar de convalecencia supo de su sustitución por el arzobispo de Mérida-Badajoz, García Aracil. También significativa, teniendo en cuenta sus 77 años de edad, fue la reelección del cardenal arzobispo de Valencia, García-Gasco, al frente de Doctrina de la Fe. Cuando llegue la aceptación de su renuncia, podría ser sustituido por quien ahora

ocupa la secretaría general de la CEE, cargo que se renueva en noviembre.

COMISIONES EPISCOPALES

– Misiones:

  Ramón del Hoyo López

– Pastoral:

  Jesús Catalá Ibáñez

– Pastoral Social:

  Santiago García Aracil

– Patrimonio Cultural:

  Juan José Asenjo Pelegrina

– Relaciones Interconfesionales

  Adolfo González Montes

– Seminarios y Universidades:

  Josep Ángel Sáiz Meneses

– Vida Consagrada:

  Jesús Sanz Montes

– Apostolado Seglar:

  Julián Barrio Barrio

– Clero:

  José Vilaplana

– Doctrina de la Fe

  Agustín García-Gasco

– Enseñanza y Catequesis

  Casimiro López Llorente

– Liturgia

  Julián López Martín

– Medios de Comunicación Social

  Juan del Río Martín

– Migraciones

  José Sánchez González

“¿QUE HA PASADO AQUÍ?”

Las claves de estas elecciones, las primeras en las que no se reelige tras su primer trienio a un presidente, se pueden resumir entre dos frases: la de “al final todo sale bien” de una persona de confianza de Rouco y el retórico “¿qué ha pasado aquí?” que un obispo confesó, atribulado aún, a esta revista. Y es que, “si al final todo sale bien”, es porque hay un sector, y muy importante, que considera que durante tres años todo se ha hecho mal, por lo que el cambio es lo más lógico y deseable. Es la apuesta por un estilo de ejercer la presidencia y de entender el papel de la Iglesia en medio de una sociedad que se considera que le da la espalda, cuando no la ataca o desprecia. Para ello, en estos momentos concretos, se estima necesaria la autoridad de una persona que, como dice el diario La Croix del cardenal Rouco, es “defensor de una línea de clara oposición a las reformas sociales del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero”. Un Gobierno con el que, además, Blázquez, el gran derrotado, ha conseguido acuerdos históricos, como el de la reforma de la asignación tributaria, atascada durante décadas por gobiernos socialistas y conservadores.

El “¿qué ha pasado aquí?”, por su parte, expresa el dolor, más que el disgusto, por una no renovación que manifiesta “el poco acuerdo que tenemos sobre lo que ha de ser la colegialidad”, afirma un prelado que se confiesa “triste” porque “Blázquez no se merecía esto”.

En la misma línea, otro reconoce que “no lo hemos hecho bien” y sale dañada la imagen de la CEE, que, como recogen a las claras las votaciones, aparece dividida. “Quieren distintas maneras y casi en la misma proporción”, ahonda en el análisis una fuente eclesial. Y aunque se resistan en negar esta división, algunos obispos no han querido mostrar su patente desacuerdo por la no renovación del obispo de Bilbao para que sus palabras no pudiesen ser usadas por el PSOE con fines electorales. “Están haciendo lo que están queriendo”, resumió apesadumbrado a esta revista un prelado sin poner sujeto a la frase. Se refería, evidentemente, al sector ganador.

A partir de ahora se abre un nuevo período lleno de incertidumbres. Algunas es posible que puedan empezar a despejarse a partir de las 20:00 horas del día 9.

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