Bilbao, San Sebastián y Vitoria celebran los 60 años de su expansión misionera
(Vicente L. García) A lo largo del 2008, las diócesis del País Vasco están recordando el 60º aniversario de la puesta en marcha de una aventura misionera que se podría calificar de histórica, y no es grandilocuencia. En 1948, el papa Pío XII abría la puerta a una iniciativa pionera: la encomienda de un territorio de misión a una diócesis particular. Nacían las Misiones Diocesanas Vascas (MMDDVV).
El 12 de octubre de 1948 partían en avión desde Madrid los dos primeros misioneros de un grupo de ocho que constituirían la primera expedición. Aquellos primeros representantes de las diócesis vascas fueron Máximo Guisasola, director espiritual en el Seminario de Vitoria; Elías Zuloaga, coadjutor de Usurbil; Víctor Garaygordobil, director de la Casa de Ejercicios de San Sebastián; Leandro Zaloña, párroco de Barajuen; Eusebio Ocerinjáuregui, coadjutor de la Arboleda; Gregorio Alonso, párroco de Ariñez; Francisco Arraibi, coadjutor de Lekeitio, y Luis Alberdi, profesor del Seminario de Vitoria.
Los tres supervivientes de aquella gesta hablan con Vida Nueva y evocan con cariño y orgullo los comienzos de la primera aventura misionera diocesana y apuntan “cómo han cambiado las cosas en estos 60 años”.
Víctor Garaygordobil, obispo emérito de Los Ríos (Ecuador), recuerda cómo esta historia en realidad comienza varios años antes: “En la Asamblea de los Propagandistas Misionales de la diócesis, celebrada en Saturrarán en 1928, se lanzó por primera vez la idea, y en poco más de 20 años se preparó un ambiente favorable entre los seminaristas, en el clero y en el pueblo. Durante estos años incluso se pensó con seriedad en algunas posibilidades concretas para que la Santa Sede confiara a la diócesis de Vitoria un territorio de misión. La posibilidad más barajada fue la de una misión en la India, pero no llegó a realizarse”.
Buena acogida
Así llegó el año 1948. Era por entonces obispo de Vitoria Carmelo Ballester y Nieto. Repetidas veces había recibido a seminaristas y profesores, quienes le exponían sus deseos de ir personalmente como misioneros a trabajar en un territorio de misión encomendado a la diócesis. “Queríamos seguir siendo diocesanos y tratábamos de buscar la fórmula de ser misioneros sin dejar de ser diocesanos”, explica don Víctor en el santuario de Urkiola.
Para ello no había más que un camino, que era que la Santa Sede confiara a la diócesis de Vitoria un territorio de misión. Pío XII trasladaba al obispo Ballester, en su visita ad limina, la demanda de un obispo de Ecuador, proponiéndole que se hiciera cargo de un territorio en aquel país de Latinoamérica.
La noticia fue bien acogida y pronto salieron los ocho primeros voluntarios. La diócesis les despidió con una gran fiesta que todavía emociona a Luis Alberdi: “Cuando fuimos nosotros, en el Seminario de Vitoria se celebró una recepción y una misa con una capilla llena. Fue una despedida tremendamente emotiva”. “Hoy no hay curas. Hoy no se podría hacer la misión de entonces”, añade.
Luis Alberdi se convertiría en el cronista oficial de las Misiones Vascas en Ecuador, sus cartas eran leídas en el Seminario y fotocopiadas para distribuir por toda la diócesis: “Antes de ir ya me habían nombrado representante del grupo para relacionarme con la diócesis y para tenerles al tanto de la marcha de nuestras misiones. Y lo que se me ocurrió fue hacer un diario. Un diario que comenzó en el aeropuerto de Madrid, justo antes de tomar el avión para Ecuador”.
El apoyo desde la retaguardia era explícito e importante. Según Luis Alberdi, “la gente seguía a los misioneros y la misión como cosa propia. Y cuando veníamos de vacaciones pasábamos por los pueblos y éramos escuchados y esperados. La misión no fue sólo de los sacerdotes, fue misión diocesana. Es importante destacar este aspecto del encuentro y la unión que existía entre los misioneros y la gente de aquí. Bien es cierto que las parroquias tenían un ambiente que no es el de ahora”, insiste Alberdi, quien también reside en Urkiola.
Los primeros en marchar a Ecuador fueron el propio Luis y Francisco Patxi Arraibi, cuyo primer contacto con el país fue positivo: “Pronto descubrí a una gente muy buena, una tierra muy productiva. Aquellos países no se merecen pasar necesidad, con la tierra tan rica que poseen”. Poco más tarde llegarían el resto, y con ellos, Víctor: “La primera impresión al llegar a Ecuador fue desconcertante. Por un lado, una situación humanamente muy dura, el clima, el modo de vida, que era muy precario todavía. Habíamos pedido una misión dura en la cuestión religiosa y nos encontramos con una religiosidad muy profunda, y eso nos dejó un poco desconcertados. Recuerdo el comentario de algunos empresarios vascos que viajaron allí y que, al ver aquello, nos decían: ‘Y vosotros habéis venido aquí a misionar… ¿No sería mejor que fueran ellos a misionarnos a nosotros?’”. Luis Alberdi apostilla: “Nuestros primeros encuentros fueron fáciles por la ilusión que llevábamos”. Todos admiten que fueron con una idea equivocada acerca de la religiosidad del pueblo: “Hoy reconozco que entonces empleamos demasiado fácilmente las palabras superstición e idolatría para definir algunos comportamientos de la religiosidad de aquellas gentes”, confiesa Víctor.
Uno de los aspectos más importantes que logró que el grupo misionero vasco funcionara y lograra llevar adelante su labor fue su modo de vida. “Una de las cosas más importantes que tuvimos nosotros los misioneros –explica Luis– fue el encuentro, la convivencia. La casa en la que vivía yo era la casa a la que podía venir cualquiera cualquier día a cualquier hora, con aviso o sin aviso, porque venía a su casa. Y todo lo que había allí era de todos. ¡Cuántas veces nos vestimos con la ropa del amigo!”.
Los laicos, fundamentales
De estos 60 años son muchas las cosas que se podrían destacar, como el papel de los laicos, que desde la época de Peli Romarategui, uno de los primeros seglares que llegaron a Ecuador en calidad de ayudantes para las tareas más domésticas de los misioneros, han ido asumiendo más responsabilidades tanto en el terreno pastoral como profesional. También se ha conseguido mantener relaciones a nivel de cooperación en proyectos de desarrollo con algunas zonas en las que se estuvo, como Chile, Venezuela, Brasil, Zaire o Ruanda.
Sin olvidar las infraestructuras dejadas en los territorios de misión, la lucha por la defensa de los derechos humanos (por ejemplo, en Ecuador), la labor en la reconciliación de los pueblos tras la guerra (en Angola y Ruanda), la creación del Instituto de Misioneras de Santa María, la puesta en marcha de la revista Los Ríos, que aún hoy se mantiene como el canal de comunicación de la información misionera para las tres diócesis vascas… así como muchos otros detalles que permiten alentar el espíritu misionero en unas diócesis afectadas también por el secularismo, la falta de vocaciones y el descenso de la religiosidad en la población autóctona.
El espíritu de estos veteranos, con dos de ellos, Víctor y Luis, afincados en el corazón misionero en el que se ha convertido el santuario de Urkiola (Vizcaya), sigue vivo. Luis Alberdi lo tiene claro: “Uno tiene que ser misionero hasta que se muera. Antes yo hacía la misión yendo a misiones. Ahora la hago trayendo a las misiones y pidiendo por ellos. La oración también es una forma de ser misionero”.
El futuro necesita implicación
El 60º aniversario de las Misiones Diocesanas Vascas (MMDDVV) es recordado por las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria en dos fechas: el 9 de marzo (con motivo de la jornada anual conmemorativa, que tradicionalmente se celebra cada 19 de marzo) y el 12 de octubre. Para la ocasión se programan unos sencillos actos que rememoren la partida de los primeros ocho misioneros. Hoy suman casi 900 los que han dejado parte de sus vidas a lo largo de estos 60 años. En los días previos a la campaña del 9 de marzo, miembros de las comunidades cristianas de Ecuador y Angola han estado dando su testimonio por diferentes parroquias y centros de la geografía vasca, en el marco de un proyecto auspiciado por las procuras de misiones bajo el nombre “Las Voces del Sur”. Según los responsables de las procuras de las Misiones Diocesanas Vascas, el futuro de éstas pasa “por un mantenimiento del flujo de misioneros por un lado, y por una mayor implicación de la comunidad cristiana a través del hermanamiento de las parroquias con comunidades concretas de Ecuador y Angola y el apoyo humano y económico a los proyectos de desarrollo que éstas vayan demandando”. No obstante, para los grandes proyectos, MMDDVV sigue contando con el apoyo de las diversas instituciones públicas vascas.