La Santa Sede seguirá con gran atención la situación en Kosovo

Aunque sin pronunciarse a favor ni en contra, realiza un llamamiento a la prudencia de los políticos

(Antonio Pelayo-Roma) La semana no ha sido excesivamente pródiga en noticias. La razón es simple: desde el domingo 10 hasta la mañana del sábado 16, el Papa y la Curia se han zambullido en la práctica de los Ejercicios Espirituales, que cada año abren un paréntesis en la actividad vaticana durante el cual sólo se atienden los asuntos verdaderamente importantes. El “predicador” ha sido el cardenal Albert Vanhoye, el biblista jesuita que colaboró durante largos años con el entonces cardenal Ratzinger, que, una vez elegido Papa, le compensó su extraordinaria entrega con el capelo cardenalicio. Al finalizar el ciclo de meditaciones, Benedicto XVI agradeció al cardenal “tanto su competencia teológica como su profundidad espiritual”.

“No podía no meditar –confesó el Pontífice– en la figura de san Pedro con el dedo en la frente. Es el momento en el cual ruega al Señor que le lave no sólo los pies, sino también la cabeza y las manos. Me parece que expresa –más allá de ese momento– la dificultad de san Pedro y de todos los discípulos del Señor para comprender la sorprendente novedad del sacerdocio de Jesús, de este sacerdocio que es precisamente rebajamiento, solidaridad con nosotros, y así nos abre el acceso al verdadero santuario, el cuerpo resucitado de Jesús”.

El Papa reanudó sus actividades con el Angelus dominical. Al final de la oración mariana, mostró su preocupación por las persistentes manifestaciones de tensión en el Líbano, que desde hace tres meses no tiene presidente de la República, ya que las diversas facciones en el Parlamento no llegan a un acuerdo. El Papa expresó su solidaridad al cardenal Pierre Nasrallah Sfeir, patriarca maronita, y pidió sobre todo a los políticos “que trabajen con tenacidad en favor de la reconciliación, de un diálogo verdaderamente sincero, de la pacífica convivencia y del bien de una Patria profundamente sentida como común”.

Seria preocupación

La Santa Sede, por otra parte, no se ha declarado por ahora ni favorable ni contraria a la autoproclamación de independencia de Kosovo (ver pág. 40). En ello habrá influido, sin duda, el recuerdo de las críticas que suscitó en su día la “precipitación” con que –según algunos observadores políticos– la diplomacia vaticana reconoció la independencia de Eslovenia y Croacia. El director de la Sala de Prensa, P. Federico Lombardi, se ha limitado a hacer un llamamiento a la prudencia especialmente dirigido a la clase política serbia y albano-kosovar: “La declaración unilateral de independencia kosovar, que se basa en las recomendaciones del plan del mediador de las Naciones Unidas, Martti Ahtisaari, crea una nueva situación que naturalmente será seguida con gran atención por la Santa Sede, que tendrá que evaluar las posibles peticiones que se le puedan presentar”. Preocupan en el Vaticano –es el diplomático español monseñor Miguel Maury quien sigue estos temas en la Secretaría de Estado– “las reacciones extremistas y degeneraciones violentas” que pueden producirse si no se siguen “los estándares internacionales de respeto a los derechos de las minorías y de todos los habitantes, sin distinciones de etnia, de religión, de idioma o de nacionalidad”. No se han borrado aún las trágicas consecuencias de la tristemente famosa guerra de los Balcanes para que se encienda un nuevo polvorín.

Nada más finalizar los Ejercicios Espirituales, la primera actividad pública de la Curia fue la presentación, el lunes 18, de la instrucción Sanctorum Mater, de la Congregación para las Causas de los Santos. Su presidente, el cardenal portugués José Saraiva Martins –que cumplió el pasado enero los 76 años–, aclaró que el documento no tiene “carácter legislativo ni puede contener disposiciones de ley ni mucho menos prescritos contrarios a las leyes en vigor”. Se trata de que se apliquen “con mayor atención” las normas vigentes para la instrucción diocesana de una causa de beatificación o de canonización.

Es un documento amplio, minucioso en todos los aspectos, y hay que insistir en que se limita “exclusivamente a la fase diocesana” de los procesos para hacer nuevos beatos o santos. Es en esa etapa instructoria, previa a su paso por la Congregación, donde al parecer de Roma se han registrado algunas licencias en la aplicación de las normas contenidas en la constitución apostólica Divinus Perfectionis Magister, de 1983.

No vamos a entrar en una descripción pormenorizada de este documento, cuyos destinatarios principales son los obispos y los postuladores de las causas. Por citar un punto en el que se insiste, nos referimos a lo que el lenguaje popular definía como “muerte en olor de santidad”. El obispo diocesano, antes de abrir un proceso de beatificación, debe constatar que existe esa “auténtica y extendida fama de santidad o de martirio junto a una auténtica fama de signos”. Más anecdótico es que se autorice expresamente el uso del magnetófono y del ordenador “para grabar las declaraciones de los testigos” y “redactar las actas originales o arquetipo del procedimiento instructorio”.

Como corolario, Saraiva dio a conocer las cifras exactas de las beatificaciones y canonizaciones de este pontificado: 577. “Un número considerable –comentó–, si se tiene en cuenta que en poco más de dos años y medio de pontificado son casi un tercio de las hechas por Juan Pablo II en 27 años”. La evidencia de las estadísticas…

Tercera excepción

Siempre en estrecha relación con esto, el cardenal Saraiva anunció el miércoles 13, al final de una Eucaristía en Coimbra a los tres años de la muerte de Lucía dos Santos, que el Santo Padre ha derogado el quinquenio dispuesto por las normas canónicas para poder comenzar ya la fase diocesana de la causa de beatificación de la mencionada carmelita (ver recuadro). La primera excepción a la norma la aplicó Karol Wojtyla a la Madre Teresa de Calcuta, la segunda la decidió Benedicto XVI respecto a su predecesor, y ahora estamos ante el tercer caso. Téngase presente, entre otros factores, que el actual secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, es autor de un reciente libro-entrevista sobre El tercer secreto de Fátima, con sus conversaciones con sor Lucía.

El Vaticano ha confirmado las fechas del viaje de Benedicto XVI a los Estados Unidos: del 15 al 21 de abril, con Nueva York y Washington como únicas etapas. Una agenda en la que sobresalen la entrevista con el presidente Bush en la Casa Blanca y el discurso que el Papa pronunciará en la sede de la ONU, donde ya intervinieron Pablo VI en 1965 y Juan Pablo II en 1979 y 1995.

Antonio Pelayo. Roma

OPINIONES DIVIDIDAS EN EL EPISCOPADO PORTUGUÉS

(António Marujo-Lisboa) El anuncio del cardenal Saraiva ha satisfecho al obispo de Coimbra, Albino Cleto, quien había escrito a Benedicto XVI el verano pasado pidiendo la anticipación del inicio del proceso de beatificación de sor Lucía, la última vidente de Fátima, fallecida en 2005 a los 97 años. La decisión, no obstante, topa con la discordancia de otros obispos. En la Conferencia Episcopal Portuguesa (CEP) eran varias las voces que preferían esperar los cinco años previstos tras la muerte para iniciar formalmente el proceso. Hace dos años, el portavoz de la CEP, Carlos Azevedo, indicaba en una entrevista, a título personal: “Tratándose de sor Lucía, [que] escribió bastante, analizar todos sus escritos exigirá mucho tiempo”. En cualquier caso, ahora compete a Albino Cleto dar inicio al proceso, designando un postulador de la causa.

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