China Keitetsi: “Tuve que hacer un gran esfuerzo para volver a ser yo misma”

Ex niña soldado. 

(José Carlos Rodríguez Soto. Foto: L. Medina) Ver a China Keitetsi la semana pasada en Madrid fue para mí un reencuentro feliz con una vieja amiga. Ahora sonríe más que la última vez que nos vimos, hace tres años, fruto de la alegría de haberse reencontrado con sus dos hijos, de 16 y 10 años. No obstante, en ocasiones no consigue quitarse de encima la mirada dura y fría que exhiben todos los niños que han sido obligados a ser soldados y matar.

La Coalición contra el Uso de los Niños Soldado nos recordó el pasado 12 de febrero –Día Mundial para recordar a estas víctimas- que en el mundo hay todavía 300.000 menores que combaten en las llamadas guerras olvidadas en lugares como Colombia, Sri Lanka, Somalia, Congo, Filipinas y la propia Uganda, donde nació China hace 32 años.

Este año, la campaña destacó el drama de las niñas soldado, a menudo olvidado a pesar de que se calcula que son por lo menos un tercio del total, es decir, 120.000. Como recuerda esta joven víctima, “a las niñas que hemos pasado por este trance, además de obligarnos a matar, abusan sexualmente de nosotras. También tenemos que demostrar que somos más crueles que los chicos y aprender a reprimir nuestros sentimientos y no llorar, para que nuestros superiores nos traten con más respeto”.

“A veces pienso que si pudiera me gustaría tener otra vez tres años y vivir de nuevo, pero ya es tarde”, lamenta China recordando su pasado. A los nueve años se fugó de su casa para escapar de los malos tratos que recibía de su padre y su madrastra y acabó siendo reclutada a la fuerza por los guerrilleros del Ejército Nacional de Resistencia de Yoweri Museveni, actual presidente de Uganda. Resulta curioso que este dirigente, que tomó el poder por las armas en 1986 con un ejército de miles de niños soldado, reciba premios internacionales por sus supuestas cualidades de líder modelo. De hecho, los dos libros publicados por China Keitetsi (uno de ellos, Mi Vida de Niña Soldado, traducido al castellano en 2005) no han sido del agrado del Gobierno ugandés, que la acusa de divulgar información falsa, pero ella no tiene miedo de señalar que “la causa de que haya tantos miles de niños soldado en el mundo es la avaricia de líderes a los que no les importa destrozar tantas vidas con tal de mantenerse en el poder”.

 Salir del infierno

A los 18 años, después de sufrir constantes abusos, China consiguió escapar de Uganda y se refugió en Sudáfrica, de donde fue rescatada por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, quien la llevó a Dinamarca, donde reside desde 1999. “Cuando llegué allí estaba destrozada en mi mente y en mi cuerpo y tuve que hacer un gran esfuerzo para volver a ser yo misma”, sentencia.

Allí tuvo que rehacer su vida y empezar la ardua tarea de confrontarse con su pasado, con ayuda de terapia psicológica: “He tardado por lo menos diez años en salir de este infierno y llegar a ser la mujer que soy ahora. Cuando empecé a vivir en Europa era la primera vez que no veía soldados por la calle. También pude empezar a cuidar mi aspecto externo. Hasta aquel momento no sabía qué hacer con mi pelo cuando crecía ni había usado nunca cosméticos ni lápiz de labios, como cualquier chica que quiere presumir de ser guapa. Pedí trabajar en una escuela infantil y allí, viendo a los niños correr y jugar todo el día recuperé la alegría que nunca tuve cuando fui niña como ellos. Ahora soy libre. Puedo contar mi experiencia como niña soldado, y tengo que hacerlo porque, de lo contrario, Dios me pedirá cuentas por no hablar por los miles de niños que aún siguen combatiendo en guerras en muchos lugares del mundo”.

Hurgando en su pasado, China saca a flote algunos de sus recuerdos más dolorosos: “el hombre al que acabas de capturar, de quien tus superiores te dicen que es el enemigo, maniatado y lleno de sangre, que te mira suplicante para que no le mates”. Pero también la pesadilla de ser un objeto sexual a merced de tus superiores: “Lo que más detestaba era cuando uno de los comandantes me ordenaba, por la mañana, ‘ven a mi casa a las nueve de la noche’, y te pasas todo el día deseando con todas tus fuerzas que esa hora no llegue nunca. Perdí la cuenta de cuántos hombres abusaron de mí. A los 13 años me quedé embarazada. Es un dolor que no olvidas nunca”.

Para China, sus convicciones católicas la han ayudado a perdonar y reconciliarse con su pasado. Una de sus mayores alegrías fue ser recibida en audiencia por el papa Benedicto XVI hace pocas semanas: “Me dijo: ‘He oído hablar de ti y he estado rezando por ti’. Estoy segura de que por eso he sido tan bendecida en mi vida”. Actualmente, gracias a la organización católica alemana Missio, esta joven ha puesto en marcha un centro de reintegración de antiguos niños y niñas soldado en la localidad de Byumba, en el norte de Ruanda, sobre cuyas actividades se puede recibir información en el portal www.chinakeitetsi.info.

En esencia:

Una película: Bean, lo último en cine catastrófico.

Un libro: Lo siento, no leo.

Una canción: Cualquiera de Elton John.

Un deporte: El fútbol. Soy seguidora del Real Madrid.

Un deseo frustrado: Casarme y tener una familia.

Un recuerdo de mi infancia: Cuando jugaba con los cabritillos en mi aldea.

Una aspiración: Hacer que los niños con problemas sonrían.

Una persona: Bill Clinton.

La última alegría: Jugar con mis hijos en mi casa.

La mayor tristeza: La muerte de gente muy querida.

Un sueño: Que no haya más Niños Soldado en el mundo.

Un regalo: Música.

Un valor: El ser humano.

Que me recuerden por…: El bien que he podido hacer.

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