El Papa invita a Costa Rica a revitalizar su alma cristiana

Visita ‘ad Limina’ de los obispos del país

(José Luis Celada) “Tenéis ante vosotros la tarea de buscar nuevas maneras de anunciar a Cristo en medio de una situación de rápidas y a menudo profundas transformaciones, acentuando el carácter misionero de toda actividad pastoral. En este sentido, la reciente Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, ha puesto de relieve cómo el acoger y hacer propio el mensaje del Evangelio es algo que corresponde a cada persona y cada generación, en las diversas circunstancias y etapas de su vida”.

Con estas palabras, Benedicto XVI recibía en la mañana del pasado día 8 en el Vaticano a los integrantes de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, encabezados por su presidente y obispo de Cartago, José Francisco Ulloa Rojas. Al final de su visita ad Limina, la primera en la que los prelados del país centroamericano se encuentran con el Pontífice alemán, éste recordó también que “el pueblo costarricense necesita revitalizar constantemente sus antiguas y profundas raíces cristianas, su vigorosa religiosidad popular o su entrañable piedad mariana, para que den frutos de una vida digna de los discípulos de Jesús”.

El Papa les habló después de los sacerdotes, “principales colaboradores del obispo en su ministerio pastoral”, y necesitados, por tanto, de “orientaciones y criterios claros, una formación constante y apoyo en el ejercicio de su ministerio”. Así, frente a “los riesgos de una vida de fe lánguida y superficial”, enfrentada a “señuelos como el proselitismo de las sectas y grupos pseudorreligiosos, la multitud de promesas de un bienestar fácil e inmediato (…) o la difusión de ideologías que, proclamando ensalzar al ser humano, en realidad lo banalizan”, Benedicto XVI reivindicó el valor de anunciar “la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones y que es Dios”. “Un testimonio vivo de esta esperanza –añadió– corresponde de manera muy especial a los religiosos, religiosas y personas consagradas…, llamados ante todo a ser signo del misterio del Reino de Dios que ya actúa en la historia”.

Por lo que respecta a los laicos, “les corresponde participar en esta misión según su vocación específica”, señaló, e invitó a los obispos a mostrarles “gratitud, aliento y atención constante”, porque “son ellos los llamados a llevar los valores cristianos a los diversos sectores de la sociedad, al mundo del trabajo, de la convivencia civil o de la política” y, “en efecto, el orden temporal es una obligación suya”. No olvidó en este punto el Papa el “creciente deterioro de la institución familiar, con graves repercusiones tanto en el entramado social como en la vida eclesial”, y a la que es preciso promover, defender y “desarrollar una atención pastoral que la proteja y ayude de manera directa en sus dificultades”. Por eso, “es de la máxima importancia –concluyó– una adecuada catequesis prematrimonial, así como una cercanía cotidiana que lleve aliento a cada hogar”, sin olvidar “los grupos de matrimonios y familias para ayudarse entre sí a cumplir su alta e indispensable vocación, ni los servicios específicos que alivien situaciones penosas, producidas por el abandono de la convivencia, la precariedad económica o la violencia doméstica, de la que son víctimas sobre todo las mujeres”.

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