Consensos rotos y más crispación

(Ramón Armengod – Embajador de España) El encuentro de las familias del 30 de diciembre ha sido un acontecimiento polivalente en donde los aspectos políticos y religiosos andan entremezclados y han provocado el enconado debate que previsiblemente va a durar lo que el período electoral, si no le es atribuido tal empuje en los resultados de las elecciones que se convierta en una clave para la actuación de la Iglesia, Gobierno y partidos en la legislatura 2008-2012.

Hubiera agradecido el que la proclamación del Evangelio sobre una realidad de la que el Gobierno tiene un concepto tan opuesto a la interpretación católica hubiese tenido un menor encuadre litúrgico, menos “política de Dios” y más manifestación de la ciudadanía católica, acompañada por sus obispos y sacerdotes en vez de un acto político-religioso pastoreado por la jerarquía eclesiástica.

Qué duda cabe que el cardenal Rouco, por su trayectoria dentro de la Iglesia Católica, universal y española, es el movilizador superior de este evento. Los Movimientos participantes, empezando por el Camino Neocatecumenal y terminando con la sorpresa de encontrar entre ellos al presidente de la Comunidad de San Egidio (cuya intervención fue de estilo distinto de otros, claramente humanista cristiano), han respondido a la iniciativa del cardenal de Madrid, diócesis que ofrece especial atención y apertura a ellos; además, grupos de familias de casi toda España se han incorporado a esta afirmación pública y confesional, ya que en todos iba ínsita la necesidad de manifestarse, el sentido de protestar contra el acoso a su modo de vida y creencias por el Gobierno socialista actual.

Conviene releer la entrevista hecha al cardenal Rouco por el director del ABC y publicada el mismo día 30. El cardenal da como razones para el acto la situación histórica por la que atraviesa la familia. Ante ella, se trata de dar publicidad a la realidad del matrimonio cristiano; no se trata de un acto de carácter político, sino de un acto de manifestación de la Iglesia y su misión, un tema que forma parte de la acogida de la Palabra de Dios. También reconoce que el acogimiento del Papa ha sido particularmente caluroso y ha dado ánimo para celebrar este acto.

Pero los tres cardenales presentes en la concentración no se limitaron a repetir la doctrina, sino que fueron más cerca de la realidad y objetivo del acto, separándose de la serena exposición hecha por Benedicto XVI en su corta intervención televisiva desde Roma. Los cardenales, al arremeter contra la legislación y actitud del Gobierno, parecieron realizar un “ajuste de cuentas” que ha indignado profundamente al PSOE, al Gobierno y al propio Zapatero.

La reacción no ha tardado: se ha descalificado a los obispos, se les ha desafiado a que formen un partido político, se les ha advertido que habrá que separar realmente a la Iglesia del Estado aunque haya que modificar la Constitución, o, como ha dicho el Embajador en el Vaticano, Francisco Vázquez, es “una marcha atrás de la Iglesia”, pues el sector del PSOE y del Gobierno que habían negociado con la Iglesia habían creído que, con la solución dada a la financiación eclesiástica y la renuncia a seguir metiendo el dedo en los temas del aborto y la eutanasia, el Episcopado español se quedaría tranquilo y expectante hasta el resultado de las próximas elecciones. Esto significa desconocer una realidad creada por la propia política de Zapatero en los temas que afectan a la Iglesia en los primeros momentos de la legislatura: su efecto colateral más grande ha sido poner al frente de la natural oposición católica a los elementos más conservadores y activistas, en detrimento de otros sectores (la minoría cada vez más exigua de los socialistas católicos, los partidarios de la paz cristiana en lo público, los descontentos con el ejercicio de la autoridad de una jerarquía creada en la segunda mitad del pontificado de Juan Pablo II, etc.). Por ello, excepto en el País Vasco y Cataluña, nadie se atreve a disentir en público de esta corriente conservadora, si quiere participar en la defensa de la Iglesia.

El resultado final ha sido el aumento de la crispación entre creyentes y no creyentes, paralela a la ruptura del consenso entre el Gobierno y la oposición, aunque no sea justo identificar Iglesia con PP: éste es más variopinto que la derecha eclesiástica y menos que la pluralidad real de los católicos. Por eso es una simplificación decir que los tres cardenales han abierto la campaña a favor del PP.

En todo caso, el factor religioso, que el Gobierno creía aplacado, entra en liza, y en ese aspecto favorecerá a la izquierda del PSOE y perjudicará a su centrismo, aunque si gana, Zapatero puede ofrecer otra “guerra de religión” a la española con la que distraer de las consecuencias de la crisis económica, la desestructuración del Estado y la caída del valor de la política internacional española…

¡Ojalá, comenzando por los católicos, hiciéramos caso de los sencillos y profundos llamamientos de Benedicto XVI a la paz desde las familias hasta la convivencia democrática!

Publicado en el nº 2.596 de Vida Nueva (Iglesia en España, página 15).

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