Tribuna

Ver a Dios en el otro

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La oportunidad que supone escribir sobre tu vocación como consagrado y como sanitario es un momento que te lleva a ver a Dios en tu historia. A veces Dios nos hace descubrir ideas, sentimientos, presunciones, que sin saber muy bien por qué no las puedes comprender en su totalidad, pero intuyes que es algo importante… yo digo que es como un hueso, que hay que roerlo, pelearse con esa idea hasta que la vas haciendo tuya, hasta que realmente la comprendes y no es solo un conocimiento sino un saber, algo que has saboreado. Como consagrado el Señor me ha regalado alguno de esos “huesos”.



La primera idea es la de que el sufrimiento es un misterio, tierra sagrada, y es ahí donde el Señor nos invita a entrar, a acompañar al Otro en su sufrimiento, pero como cuando Moisés se acercaba a la zarza ardiendo, nosotros nos tenemos que “descalzar” para acercarnos, con temor y temblor y, casi siempre, en silencio.

Cada vez me enervan más los comentarios, sobre todo de algunos supuestos sabios, de que la enfermedad o el sufrimiento son pruebas o “bendiciones” que nos envía Dios para nuestro “bien”… No sé las razones, si las hay, del dolor, repito que es un Misterio y, como tal, hay que acercarse con un respeto reverencial.

Otra de las ideas que más vueltas me han hecho dar es el hecho de ver a Dios en el otro, sobre todo en el que sufre. Gran pensamiento piadoso y cristiano donde los haya y que ha hecho mucho bien. A mí me ha ayudado en infinidad de ocasiones… pero a veces se nos olvida que el otro, el prójimo, está ahí, que no es un mero medio para que Dios se manifieste, que es sacramento pero también una persona, que es el otro quien nos necesita y merece toda la atención.

Formas de orar

Otra idea, quizás la que más me está costando “roer” y, a pesar de todo, o precisamente por eso, más “sabor” le estoy sacando, es la de orar mientras trabajo en el hospital, inclinado sobre una úlcera o tomando la tensión. Ser capaz de orar con la persona con la que estoy, orar por ella y en nombre de ella, ser consciente de que mi evangelización es así, que así estoy construyendo un poco más el reino de Dios.

Por tradición siempre había creído que la oración se hace en la capilla, en una postura determinada… ser María y no Marta. Pero, poco a poco, Dios me va enseñando que yo soy más Marta que María, que mi oración es más en la acción que en la contemplación, que lo de “poner más corazón a esas manos” que decía san Camilo, algunos lo llamarían ahora mindfullnes… es mi forma de orar, es la manera que Dios quiere que le alabe, y que anuncie su buena noticia.

Por último, algo que Dios me está enseñando, no sin dificultad, (soy un alumno terco) es que soy consagrado, que soy “hombre de Dios”. Los pacientes, familiares y compañeros me piden que rece por ellos, por “estar más cerca de Dios”. Sé que no es verdad, Dios está al lado de todos y más cerca aun de los que sufren, pero voy aprendiendo que soy, con mi forma de ser y mi presencia “embajador”, y eso me llena de responsabilidad.