Tribuna

Un hito en nuestras vidas

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SAMIRA EL HADARI | Joven trabajadora

“Espero que trabaje centrado en la juventud, transmitiéndoles mensajes directos sobre el papel de su Iglesia en la sociedad, ya que existe una percepción parcial de una gran parte de ellos hacia la Iglesia católica, fruto del desconocimiento en muchos casos…”.

Santidad:

Mi nombre es Samira El Hadari, y quiero dirigirme a usted con esta carta, en primer lugar, para darle la enhorabuena por su designación como papa, y, en segundo lugar, para expresar mi opinión sobre lo que espero de usted, en estos tiempos tan difíciles, marcados por la mala situación económica y en los que existe una clara carencia de fe y valores sociales.

Me alegra mucho que haya un papa de habla hispana y, aunque mis orígenes son árabes, me siento muy identificada con el cristianismo, al haber estado muy en contacto con esta religión.

Llevo en España veintitrés años y he de decir que siempre me he sentido aceptada y bien acogida. De estos años, tres de ellos los pasé viviendo en una residencia de monjas a las que siempre las tendré en mi corazón (las religiosas trinitarias). En dicha residencia, descubrí la impagable labor social que la Iglesia realiza en España; me cuidaron como si fueran mi familia de sangre y nunca intentaron imponerme ninguna condición religiosa, sintiéndome siempre libre de elegir aquello que de manera voluntaria yo quisiera.

Asimismo, tengo un gran amigo cura que, en todo momento, me ha apoyado de manera incondicional y desinteresada desde que me conoció, realizando una impagable labor social en diferentes ámbitos y con la mayor ilusión y disciplina. Todo un ejemplo a seguir para cualquiera de nosotros.

Yo intento transmitir todos los valores que me inculcaron,
y que se traducen en responsabilidad,
la ayuda y el respeto por el prójimo
y la importancia de hacer el bien a los demás.
Le pido que usted pueda comunicarlo en sus intervenciones públicas,
ya que se están perdiendo.

Espero que trabaje centrado en la juventud, transmitiéndoles mensajes directos sobre el papel de su Iglesia en la sociedad, ya que existe una percepción parcial de una gran parte de ellos hacia la Iglesia católica, fruto del desconocimiento en muchos casos. Deseo de todo corazón que pueda hacer que todo eso cambie, impulsando y recuperando la fe y la confianza de las nuevas generaciones, impulsando las ayudas que ofrece a los necesitados, integración de los más desfavorecidos, etc.

Yo, por mi parte, intento transmitir todos los valores que me inculcaron, y que se traducen en responsabilidad, la ayuda y el respeto por el prójimo, la importancia de la familia y de hacer el bien a los demás. Le pido que usted pueda comunicarlo en sus intervenciones públicas, ya que se están perdiendo; hoy, en muchos casos, no hay respeto a las personas mayores, tampoco a la familia, o al prójimo en general, porque no hay fe en nada, solo se vive el día a día… Y la vida sin fe es como un pozo sin fondo.

Es verdad que a todo ello tampoco le acompaña la situación actual, en donde muchos de quienes deberían ser referentes para el resto de la sociedad no asumen sus propias responsabilidades, traduciéndose ello en conductas reprochables y situaciones de corrupción, desigualdad, conflictos bélicos…

En usted, Francisco, depositamos nuestra confianza muchas personas, y esperamos que constituya un importante hito en nuestras vidas. Espero que la carta llegue a sus manos y pueda leer lo que quiero trasmitirle a través de ella.

Atentamente, Samira.

En el nº 2.862 de Vida Nueva.