Tribuna

No te dejaremos solo en la tarea

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María Soledad Galerón, misionera claretianaMARÍA SOLEDAD GALERÓN | Misionera Claretiana

“Cuenta con nosotras, con nuestra disponibilidad y compromiso a colaborar contigo. Junto a tantos, pedimos que el Espíritu te conduzca con energía renovadora, firmeza y ternura”.

Querido hermano Francisco:

Te saludo con gran cariño. ¡Ojalá percibas y experimentes la ternura que sentimos por ti! Doy gracias a Dios por tu elección y te digo que tus gestos y palabras mantienen viva la llama de alegría y esperanza que despertó aquella tarde en la Plaza de San Pedro…

Agradezco a Dios las expectativas y deseos que despiertas. Deseos de cambios necesarios y algunos urgentes; deseos de vivir una Iglesia más evangélica. Deseos que nos comprometen porque no queremos dejarte solo en la tarea, pues todos, unos más que otros, hemos causado heridas, desconfianza y desacreditado la comunidad. Entre todos debemos renovar la Iglesia de Jesús… Y hacerlo contigo nos parece posible.

Será poquito a poco, pues es difícil integrar las diversas –o contrarias– posiciones, tendencias, visiones; acercar distancias y responder a expectativas… Lo verdadero, lo hondo, lo trasformador va creciendo despacio, pasito a paso, desde dentro, con la firmeza de la fe, el entusiasmo de la esperanza, la pasión de la caridad y la fragilidad de la pobreza. Y eso nos lo refleja tu estilo.

No dudes que el Espíritu te dará lucidez para abrir caminos, expresar gestos, crear instrumentos que hagan la Iglesia cada vez más Reino de Dios. Que la hagan espacio donde la familia humana se “sienta en casa”, encuentre cobijo y calor para tanta intemperie y soledad; hogar de escucha y acogida…

Participé en la audiencia que nos concediste el 8 de mayo a la UISG. Tuve el gozo de saludarte personalmente y experimentar de cerca tu sencillez evangélica. No hablabas a todas, sino a cada una… Invitabas al éxodo de nosotras mismas hacia la centralidad de Cristo y su Evangelio; a ponernos en camino de adoración y servicio a Cristo en los hermanos; a vivir la misión como servicio en pobreza que se aprende “tocando la carne de Cristo pobre”.

Tus gestos y palabras
suenan a Evangelio
y nos hacen más fácil vivir
en totalidad la eclesialidad.
Desafías y despiertas en muchas y muchos
la “utopía eclesial”.

No te disculpes por alertarnos a no ser “solteronas”, sino madres. Sabemos del peligro, experimentamos la tentación, cayendo a veces, de cerrarnos en nosotras mismas, vivir para nuestros intereses y “falsas necesidades”, alejadas de las necesidades del hermano/a, protegidas con “estructuras”, comunitarias o personales, que creamos como defensa y justificación para no ejercer esa vocación maternal que se hace fecunda cuando se vive en servicio incondicional y gratuito hasta el final… ¡Gracias por reconocernos como icono de la Iglesia Madre!

Te agradezco, aunque me duele, tu llamada a la eclesialidad. Tú sabes que amamos a la Iglesia y vivimos sirviendo al Evangelio y a los hermanos en lugares marginados, con los más necesitados; acompañamos en la vida y la fe a comunidades remotas y pequeñas, nos comprometemos con causas exigentes…

Pero nos pides una eclesialidad “profundizada”, un “sentir con la Iglesia” concreta, “en carne y hueso”; y añades, no creo que inocentemente, “jerárquica”; nos pides fidelidad al magisterio y comunión con los pastores…

Aquí, querido papa Francisco, a veces se hace difícil el amor, pero es donde se hace real, ¿verdad? Amor que se traduce en fidelidad, en sufrir por ella y en ella… Son las mediaciones humanas –a veces ¡tan humanas!– las que nos cuestan trascender, se nos opaca Dios entre tanta “humanidad”…

Creo que nos invitas a someternos en libertad, por amor a Quien se “sometió”, y a hacernos libres para, más allá de los desentendimientos, de sentirnos “ignoradas”, perseverar en la apertura, la acogida, el diálogo, la búsqueda de la verdad y la constancia en la comunión… Papa Francisco, “hueles” a pastor.

Tus gestos y palabras suenan a Evangelio y nos hacen más fácil vivir en totalidad la eclesialidad. Desafías y despiertas en muchas y muchos la “utopía eclesial”. El Espíritu, a través de ti, nos inspira y anima, y conseguirá movernos en una dirección más evangélica.

Cuenta con nosotras, con nuestra disponibilidad y compromiso a colaborar contigo. Junto a tantos, pedimos que el Espíritu te conduzca con energía renovadora, firmeza y ternura; y mantenga en humilde seguridad tus opciones evangélicas, más allá de la crítica, el sabotaje o el enfrentamiento que pueda aparecer…

Sé que “la Ruah” que te habita, en los momentos de flaqueza y soledad, te hará experimentar su presencia refrescante y revitalizadora para vivir tu misión en la “compañía” de Jesús y en gozosa comunión con toda la familia eclesial y humana.
Y que el Padre te llene de su paternidad; el Hijo, de su fraternidad; y “la” Espíritu, de su consuelo. Reza por
nosotras.

En el nº 2.849 de Vida Nueva.