Tribuna

Las raíces de nuestras almas

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Quizá nunca se había levantado con tanta fuerza la voz del Pontífice para implorar por la paz en el Próximo y el Medio Oriente y denunciar la dramática situación de las minorías cristianas que corren el riesgo de ser eliminadas. Y quizá nunca habían sido tantos y tan importantes los representantes de otras Iglesias que se habían unido al Papa de Roma durante el encuentro ecuménico de sabor casi sinodal desarrollado en una ciudad puerta de oriente como es Bari, donde se conservan las reliquias del santo obispo Nicolás, querido desde hace muchos siglos por las distintas confesiones cristianas. Bajo la protección de la Odigitria, la Madre de Dios “que muestra el camino”, es decir a Cristo.

Desde los primeros siglos, la importancia de la región, “cruce de civilizaciones y cuna de las grandes religiones monoteístas” es fundamental para la tradición cristiana, y Francisco lo repitió al principio de la oración ecuménica: “Allí nos vino a visitar el Señor, ‘Sol que nace de lo alto’. Desde allí se propagó a todo el mundo la luz de la fe. Allí brotaron las frescas fuentes de la espiritualidad y el monacato. Allí se conservan ritos antiguos y únicos y riquezas inestimables del arte sacro y la teología, allí descansa la herencia de grandes Padres en la fe”, recordó. Un tesoro que debe ser por tanto custodiado “con todas nuestras fuerzas, porque en Oriente Medio están las raíces de nuestras almas”.

Pero sobre estas tierras atormentadas ha caído “una densa capa de oscuridad: guerra, violencia y destrucción, ocupaciones y formas de fundamentalismo, migraciones forzadas y abandono, todo en el silencio de muchos y con la complicidad de tantos”, constató con amargura Bergoglio. Así, Oriente Medio “se ha convertido en una tierra de gente que deja su propia tierra. Y está el riesgo de que la presencia de nuestros hermanos y hermanas en la fe sea eliminada, desfigurando el mismo rostro de la región, porque un Oriente Medio sin cristianos no sería Oriente Medio“, denunció el Pontífice, subrayando así la realidad, históricamente innegable, de que el cristianismo es intrínseco a esta parte del mundo.

“La indiferencia mata”

Por ello el Papa invocó la paz repitiendo que “la indiferencia mata, y nosotros queremos ser voces que contrasten con este homicidio de la indiferencia“, voces también de cuantos “solamente pueden derramar sus lágrimas”, mientras otros pisotean la región “en busca de poder y riquezas”. La denuncia de Bergoglio se hizo más fuerte después del largo diálogo con los representantes de las otras Iglesias cristianas en la Basílica de san Nicolás. “¡Basta a los intereses de unos pocos sobre la vida de muchos! ¡Basta a las ocupaciones de tierras que laceran a los pueblos! ¡Basta a la prevalencia de verdades parciales sobre las esperanzas de la gente! ¡Basta de usar Oriente Medio para intereses extranjeros!“, exclamó, volviendo a condenar el fundamentalismo y el fanatismo que “con pretextos religiosos realmente están blasfemando al usar el nombre de Dios“, la carrera hacia el rearme, la sed de ganancia y el excesivo poder del mercado de la energía.

Las minorías deben ser protegidas, pidió el Papa. Y debe ser preservada de disputas y tensiones la ciudad santa por excelencia, Jerusalén, “cuyo ‘statu quo’ exige ser respetado” según las resoluciones internacionales y las peticiones de las comunidades cristianas, mientras que la humanidad debe escuchar “el grito de los niños”. Para que, como después del diluvio, pueda volver la esperanza y Oriente Medio se transforme en “un arca de paz”.