Tribuna

La Patria abandonada

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El Día de la Independencia fue triste. En realidad la palabra más adecuada es: lamentable. ¿Pero por qué habría de ser distinto? La Patria se celebra todos los días con actitudes claras de corrección y honor. Esas mismas que la escasa tradición oral que algunos aún practican, rescata más que los libros de texto.

La Patria es una realidad. Es la tierra donde nacimos o donde nos arraigamos, a la que nos sentimos ligados por vínculos humanos, históricos y jurídicos. Es la comunidad de personas integrada en Nación y organizada en Estado.

Es por eso que requiere de estadistas para cuidarla y gestionar los intereses comunes de quienes la habitan. Personas surgidas de sus mismas entrañas con aspiraciones de unidad nacional y vocación de grandeza. Líderes de pueblos, no de corrientes políticas. Capaces de pensar en todos y no en fracciones ciudadanas. Vienen de la política, pero son muy pocos los capaces de superarla. En esencia la Patria no tiene facciones. La política es el arduo camino a transitar para acceder a un sitial donde esperan los atributos para hombres de estado, la soledad del poder y la responsabilidad de la grandeza. Comprende usted ahora ¿por qué siento que la Patria está abandonada?

La Patria también es un sentimiento. Un estado exultante y positivo de ánimo por el cual es posible experimentar sensaciones profundas. Vibrar al sonido de una fanfarria, el flamear de una bandera o ante el coraje de hombres dispuestos a navegar barcos o volar aviones en condiciones deficientes y hasta perder la vida en ello… por la Patria. Es ver la carita emocionada y feliz de alguno de nuestros nietos cuando es abanderado por su “salita de cinco” al celebrar el Día de la Independencia  o a la “vendedora de empanadas” con sus facciones manchadas por corcho quemado.

La Patria combina realidad y sentimiento en las tumbas de Puerto Argentino. ¿Comprende por qué siento que la Patria está abandonada?

¿Qué hacer entonces? La receta no tiene efecto inmediato. Requiere templanza. Ser paciente y mantener el compromiso con firmeza: coraje, honor, integridad.

Cuando escuche palabras huecas: hágalo saber, no se calle. Cuando note incorrecciones, dígalo sin rodeos. Con altura, con prudencia, pero marque la diferencia. La Patria se defiende todos los días en las situaciones más simples.

Cuando mediocridad, superficialidad, indiferencia, ambición desmedida y egoísmo vayan perdiendo terreno, entonces la Patria volverá respirar esperanza.

Estoy convencido de esto. Quizás debo explicarle algo más: no tengo actividad política militante. Escribo, enseño, doy conferencias, hablo con estudiantes: la forma normal de compromiso y acción para un intelectual.