Tribuna

Imágenes imposibles de olvidar

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‘¿Vida? ¿O teatro?’ Así se titula una recopilación de ochocientas témperas sobre papel de Charlotte Salomon conservadas en el Museo judío de Amsterdam y expuestas, por primera vez en Italia, en Milán, en una exposición antológica comisariada por Bruno Pedretti, autor  también de una novela sobre Charlotte Salomon, ‘Charlotte, la muerte y la niña’, publicada en 1998 por Giuntina y ahora propuesto de nuevo por Skira. En 2015 fue también traducida por Mondarori otra novela de Charlotte Salomon, ‘Charlotte de David Foenkinos’, que salió en Francia en 2014 y se convirtió en un verdadero best seller.

Charlotte Salomon, judía berlinesa refugiada en Francia en 1938, y después fallecida en Auschwitz en 1943 con veintiséis años, compuso estas obras como una especie de autobiografía en su estancia en Francia, entre 1940 y 1942, y las dejó al cuidado de un amigo antes de ser arrestada y deportada. Éste las devolvió después de la guerra al padre, superviviente a la Shoah, que a su vez las donó al Museo judío de Amsterdam. A partir de los años noventa, Charlotte Salomon fue redescubierta, sus obras expuestas en las mayores ciudades europeas, representadas y acompañadas por música en espectáculos teatrales y películas.

Infancia

‘¿Vida o novela?’ como dice el título. Quizá ambas, desde el momento en el que la vida Charlotte novela y realidad parecen realmente uno. Nacida en 1917 en Berlín, era hija de una familia de la alta burguesía judía. Incluso sin renunciar a su judaísmo, como muchas familias judías del tiempo, los Salomon celebraban la Navidad. Su padre era un médico y un profesor universitario, su madre Franziska, música, cantaba a la niña los Lieder de Schubert y le hablaba de los ángeles. Se suicidó cuando Charlotte tenía nueva años. En su familia materna numerosos había sido los suicidios, sobre todo de las mujeres. También la hermana de su madre, de la que Charlotte había tomado el nombre, se había suicidado con 18 años y también la abuela se suicidaría en 1940.

Ignorando que la muerte de la madre fuera un suicidio, Charlotte vivió años de bastante serenidad hasta el inicio del nazismo. El padre se volvió a casar con una famosa cantante lírica, que Charlotte quería muchísimo, y su casa era frecuentada por literatos, artistas, músicos. En particular, la música estaba siempre presente en la vida y en la imaginación de la chica.

Nazismo y guerra

Todo cambió, evidentemente, en 1933, con la subida de Hitler al poder. Los primeros años fueron muy duros, el padre perdió su puesto de trabajo y a la madrastra se le impidió cantar, a no ser que fuera para judíos. Pero Charlotte, gracias a su talento, consiguió asistir a la Academia de Bellas Artes. En 1938, su padre fue arrestado y pasó un periodo en el campo de concentración de Sachsenhausen, saliendo destruido. La familia deseó alejar a Charlotte, todavía menor de edad, y mandarla con los abuelos maternos al sur de Francia, en Villefranche-sur-Mer, cerca de Nizza, en la gran villa de una americana, Ottilie Moore, que ofrecía hospitalidad a muchos refugiados de Alemania. Para Charlotte fue una separación muy dolorosa, también porque la separaba de un hombre del que estaba enamorada.

El estallido de la guerra, en 1939, separó definitivamente a la familia. Para Charlotte, son años difíciles como siempre es difícil el exilio, pero privados de riesgos personales, al menos hasta 1943. Niza está en la zona italiana, no hay deportaciones. Desde la ocupación nazi de Holanda al estallido de la guerra, Charlotte no tuvo noticias de su padre y de su madrastra, que se habían refugiado en Amsterdam y que sobrevivieron a la guerra. En 1940 se suicidó también la abuela y Charlotte conoció en estas dramáticas circunstancias la verdad sobre la muerte de su madre. La situación se precipitaba: también el abuelo murió y Ottilie Moore dejó Villefranche para regresar a Estados Unidos, llevando consigo algunos niños judíos. En junio de 1943 Charlotte se casó con Alexander Nagler, un judío austriaco amigo de Ottilie Moore.

Esperaba un niño cuando, después del armisticio del 8 de septiembre, también la zona ocupada por Italia pasó bajo la dominación de nazi. Quien guió la caza de judíos fue un estrecho colaborador de Eichmann, Alois Brunner. Después de una denuncia, Charlotte y Alexander fueron arrestados y enviados a Auschwitz. Su marido tenía documentos falsos que lo definían ario pero se declaró judío y le siguió el destino. Embarazada, Charlotte fue enviada a la cámara de gas, el 10 de octubre de 1943. Alexander murió pocos meses después. Sin embargo se salvó el nazista Brunner, que después del final de la guerra encontró refugio en Siria, convirtiéndose en consejero del régimen. También el delator (quizá una mujer) no fue nunca arrestado.

Autobiografía

La producción artística de  Charlotte está toda en esa autobiografía, en esos ochocientos  gouaches en solo tres colores de mil matices, amarillo, azul, rojo, densos de escritura y de cantos en los que se narra. Son imágenes extraordinarias, que al mirarlas quitan el aliento y sumergen completamente, como un música, en su atmósfera, en los colores vivos.

La historia comienza con la infancia, los sueños infantiles, la madre, y después prosigue hasta el exilio francés y a los umbrales de la deportación. He ahí la niña, en la cama cerca de la madre, y sola mientras espera que la madre muerta regrese vestida de ángel a contarle su vida después de la muerte. He ahí en los infinitos autorretratos, mientras pinta, en la orilla del mar, mientras lee, mientras escucha música. He ahí enamorada en Berlín, y el rostro mil veces repetido de su amor perdido. He ahí los nazi, las multitudes encantadas por Hitler y las banderas rojas con la esvástica negra del 30 de enero de 1933, la subida al poder de Hitler. He ahí la estatua violada de Heine, y los uniformes de los nazis. He ahí la maleta vacía del exilio. He ahí el cuerpo devastado de la abuela después de la caída. He ahí el mar y el cielo de la rivera francesa, azul y celeste.

El último folio la retrata de espaldas, en traje de baño, mientras pinta el mar. Son imágenes extraordinarias, de las que es difícil separarse, que es imposible olvidar.