Tribuna

Hacia la construcción de un sistema educativo colombiano

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Desde CONACED Nacional, entidad que agremia a los colegios con identidad católica en Colombia, hemos venido desarrollando un proceso que anime a las comunidades educativas hacia el cambio. Dicho proceso se gesta en el análisis de realidad, de los signos de los tiempos y de la necesidad imperante de las instituciones escolares de innovar para dar respuesta a los retos que nos propone el mundo actual.

La centralidad del sujeto

Los desafíos que animan nuestra propuesta pedagógica se centran, en primer lugar, en el sujeto. La liquidez de nuestra sociedad –en términos de Bauman– ha llevado a unas crisis de familia y de persona que observamos al interior de las instituciones educativas, y los docentes nos reclaman centrar la atención en su búsqueda de apoyo a través de los procesos de formación. Esta crisis está dada por la incomunicación, la carencia de relaciones emocionales sólidas que favorezcan el encuentro con el otro y, sobre todo, la ausencia de sentido. 

En la perspectiva del sujeto observamos un país que no se comunica, no valora y no respeta la vida como un derecho fundamental, donde se cree que todo es posible y que todo se puede hacer para alcanzar lo que se quiere a costa del beneficio común y del bienestar del otro. 

Consideramos que la ciudadanía no se está gestando en el marco de la relación con un Estado que la pueda contener, así que no tenemos plenas personas, plenas familias ni plenos ciudadanos, lo que, en nuestro caso, afecta la esencia de nuestro proyecto educativo encaminado hacia la humanización del hombre y de la mujer, es decir hacia el reconocimiento del otro en mí y de la esencia de lo que realmente somos como seres humanos en la otredad y en la relación divina con el mundo. 

Educación ambiental

El segundo desafío que hemos observado y recogemos en nuestro plan de desarrollo y de formación, tiene que ver con la crisis ambiental. Nos preocupa enormemente cómo seguimos siendo consumidores rapaces de los recursos naturales, cómo no decimos nada frente a lo que está pasando con el planeta, su aire, el agua, la terrible contaminación de los ríos. 

Es evidente que la educación ambiental está fuera de contexto en nuestro país y no se ha generado consciencia para transformar los hábitos de los ciudadanos en cuanto a su relación con el medio. Es triste ver nuestra realidad y observar el nivel de basura que tienen nuestras playas y mares, la poca gestión del tratamiento de éstas en las ciudades y los campos, el poco reciclaje y la subvaloración de quienes realizan esta labor. 

Consideramos que en los tiempos actuales el cuidado del planeta es un hecho educativo ineludible cuya responsabilidad recae sobre quienes lideramos la educación en el país. En pocos años no vamos a tener planeta que nos contenga y podamos habitar, por lo que consideramos que, en este caso, la ciencia y la tecnología juegan un papel muy relevante ya que la investigación en estos campos, en alianza con la educación, debe promover la gestación de proyectos productivos e innovadores que redunden en el beneficio del ecosistema. 

Tejer lo comunitario

En tercer lugar, nuestro desafío le apuesta a la red, al tejido de lo comunitario. Colombia no se comunica entre sus ciudadanos. Citando al maestro Martin Barbero nos preguntamos: ¿cómo poner a este roto país a comunicar? Urge el diálogo en Colombia, lo que se inició con el proceso de los acuerdos de paz no ha terminado, se requiere mayor comunicación, las almas están heridas, no hay persona que en lo cotidiano de sus conversaciones no deje ver un ala de pesimismo o desasosiego frente a la realidad que nos atraviesa.

Poner a este roto país a comunicar implica desarrollar habilidades y competencias que la escuela no está formando y que en el marco de la formación en ciudadanía se quedan cortas, tales como la empatía y la asertividad, entre otras, lo que en nuestro gremio hemos adoptado como inteligencia emocional y espiritual. 

Sí creemos que debemos seguir insistiendo con lo trascendente del ser, ya que la comunicación y el lenguaje es lo que nos hace humanos y nos hace pensar y reflexionar; porque un ser cognitivo sin conciencia usa la ciencia para hacer bombas y hace daño, también hace empresa y roba o es líder y engaña, y eso no es lo que queremos dejar como huella para los recién llegados al planeta, que están prestos a conocer y aprender de nuestro legado. 

Competencias ciudadanas para vivir en paz

En perspectiva de estos desafíos, el sistema de educación colombiano, en el marco del contexto que estamos viviendo y de la imperante necesidad de transformación humana de sus ciudadanos, debe considerar de manera prioritaria la formación de las competencias ciudadanas para poder vivir en paz, es decir, desarrollar el ser multidimensional en el pleno de sus capacidades y no solamente centrarse en los aprendizajes básicos, como nos lo están proponiendo hasta el momento. 

Hemos hablado de la ciudadanía global y si queremos ser ciudadanos del mundo, Colombia necesita crecer en tolerancia, respeto, amor al prójimo y a la naturaleza, necesita formar ciudadanos que sepan escuchar al otro, respetar la diferencia, valorar y respetar la vida.

Un proyecto educativo de país que nos convoque hacia la paz se gesta en la paz interior si queremos que realmente ésta sea como dice el eslogan “estable y duradera”.  

Las tendencias educativas actuales están fomentando esa otra dimensión que hemos olvidado: las inteligencias que tienen que ver con lo trascendente y que son la inteligencia emocional y espiritual.  Preguntamos: ¿debemos educar a los niños para relacionarse con sí mismo y con el planeta? Creemos que sí porque evidentemente no lo hemos logrado. 

Ciencia, tecnología e innovación

Un segundo aspecto relevante que debe tener este sistema es la articulación de la ciencia, la tecnología y la innovación con los procesos educativos. Es necesario fomentar la investigación en el aula y superar de una vez la transmisión de conocimientos fuera de las necesidades del contexto. La pregunta, la observación deben ser procesos ineludibles dentro del sistema educativo.  Lo natural de la infancia, que pasa por estos dos aspectos, se va mutilando por la ausencia de escucha de las preguntas que hacen los niños y en las que hay todo un potencial científico que ignoramos. 

La falta de guía para contemplar, desde la observación, la naturaleza a todo lo que hay en el ambiente con sutileza, hace que la pregunta –natural a la infancia– se vaya disolviendo. Vamos tan rápido que no nos estamos permitiendo pensar, reflexionar, abstraer.  

Por otra parte, los proyectos en la escuela deberían estar articulados a los proyectos de los grupos de investigación de nuestro país. La universidad debe adoptar un colegio, los grupos de investigación deben acompañar a los docentes de educación inicial, básica y media, para que a través de un diálogo de saberes se pueda construir la praxis, de tal manera que ésta redunde en la gestación de nuevas tecnologías, servicios y conocimientos para el desarrollo del país. Esto relacionado con lo anterior, con ciudadanos que realmente vivan la experiencia de su ser y del otro, consideramos que es lo que puede ayudar a superar la inequidad y la pobreza.

Formación docente

En este mismo sentido, el sistema debe considerar la formación docente articulada a lo que está pasando en la escuela y en el mundo. Urge una reforma a la formación docente. 

Si bien le hemos apostado a formar educadores investigadores, críticos, nos estamos quedando cortos en la pertinencia de los contenidos que se están recibiendo en las aulas de licenciatura y, adicionalmente, con las consecuencias que trae el abandono estatal, que se ve reflejado en las universidades públicas, principalmente. 

Esa es la visión que tenemos: no estamos formando educadores en los lenguajes del mundo actual, seguimos siendo anacrónicos. El avance de las ciencias cognitivas, neurociencias, las tecnologías, no están permeando la reflexión pedagógica al interior de las licenciaturas ni en la investigación en el campo educativo como se esperaría que fuera.   

Tampoco se está trabajando en la formación integral del educador para que pueda contener a las niñas y a los niños con los que va a interactuar en el transcurso de su vida profesional. 

El sistema de educación colombiano debería primero, procurar una formación plena de las capacidades del que aspira a ser docente en todas y cada una de sus dimensiones. Segundo, orientar la reflexión pedagógica y didáctica en articulación con los avances en el campo de las ciencias (amplio) desde una inter y transdisciplinariedad, con las tecnologías y, tercero, formar seres empáticos para que puedan sentir lo que sienten los niños, las niñas y sus familias. Tenemos algunos avances en estos aspectos  pero aún nos falta. 

Por lo anterior, construir el sistema es pensar la gran reforma, ya que no podría desarrollarse sin considerar todos los aspectos que lo componen, y la primera gran reforma educativa como país es revisar y replantear el tipo de ciudadano colombiano que queremos educar y formar para nosotros y para el mundo. 

¿Qué legado vamos a dejar como país al mundo? ¿En qué se compromete el estado colombiano con el mundo para entregárselo a través de sus ciudadanos? ¿Qué le espera a un niño o a una niña que nace en Colombia, qué marco de oportunidades va a tener para ser acogido o acogida y hasta dónde puede soñar acorde a su contexto? 

* Aporte de CONACED en la mesa del foro permanente de educación y ciencia para el desarrollo y la paz.