Tribuna

¿Existe una especificidad femenina en el arte?

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Partiré en mi reflexión de una imagen que tomé en septiembre de 2016 con el consentimiento de la persona interesada, para mí desconocida. Es la fotografía de una joven que hace labores de ganchillo sentada en los escalones frente a la portada de Santa Maria Annunciata in Chiesa Rossa, iglesia de Milán proyectada por el arquitecto Giovanni Muzio en 1932 y conocida por una instalación de 1996 del artista contemporáneo Dan Flavin. La joven no pedía limosna ni detenía a pasantes y visitantes, sino que estaba dedicada a su trabajo: un trabajo femenino de larga tradición, a los pies de un espacio sagrado.

Milán, iglesia de Santa Maria Annunciata, septiembre de 2016. Este es el binomio que me parece acompañar las salas preparadas para la exposición sobre el diseño femenino desde comienzos del siglo XX hasta el presente, abierta en el Museo della Triennale de Milán hasta el 22 de febrero de 2017. Hay una tangencia significativa entre lo sagrado y el momento creativo también en la práctica que utiliza instrumentos modestos como la aguja y el simple hilo de algodón.

Identidad de género

Las que dieron vida a la exposición y al rico catálogo publicado por Corraini fueron algunas preguntas sobre el tema de la identidad de género. ¿Hay alguna relación entre el diseño y la identidad de género? O, mejor: ¿puede decirse, frente a un producto de diseño, que, con seguridad, ha sido hecho por una mujer? O bien: ¿existe una ideación sobre todo femenina? O también: ¿existe un estilo masculino distinto del femenino? Y por último: ¿cuántos y qué géneros están presentes en la especie humana y en los lugares del arte?

Las respuestas buscan en la historia algún punto de partida. Y he aquí, pues, en el catálogo, la amplia y nutrida serie de obras femeninas de diseño marcadas por tipologías sumamente diversas, clasificadas por capítulos y acompañadas de un glosario. En páginas con abundancia de imágenes y sus correspondientes pies explicativos, algunas estudiosas comentan sobre hojas de color rosa dicha nomenclatura con verbos y nombres femeninos como entrelazar, procrear, proteger, o también fular, madre, muñeca, espejo, colorete… En un orden no alfabético se han dispuesto allí términos referidos a vivencias y objetos que habitan desde siempre el mundo de las mujeres en sus diferentes condiciones socioculturales.

En la exposición, partiendo de la primera y bellísima sala, las artistas toman de la mano a sus visitantes, tanto mujeres como hombres, y los fascinan en su recorrido. Allí está la casa-tienda de Carla Accardi, pequeño espacio coloreado, acogedor como solo los niños saben hacerlo cuando crean lugares enteramente para ellos con paños o muebles improvisados. Allí se exponen los fabulosos libros de tela de Maria Lai y su precioso telar. De mujeres del pasado tenemos los ligeros y muy elaborados encajes de Cantù, colocados en vitrinas junto a los trabajos de las contemporáneas Rosanna Bianchi Piccoli y Sabrina Mezzaqui, que recuperan los dechados” de las monjas, pequeñas telas cuadradas utilizadas para ejercitarse en el recamo, para realizar piezas en cerámica o poéticos planos para recamos.

Las obras tejidas y recamadas (rec‑AMAR, tr‑AMAR, subrayan las curadoras) por antiguas y modernas Penélopes nos introducen en los otros lugares de la muestra. Algunos objetos nos resultan conocidos porque están todavía presentes en los escaparates de los negocios o aparecen en televisión en afortunadas transmisiones, como es el caso del Topo Gigio, el célebre muñeco diseñado por Maria Perego. Otros, menos conocidos, revelan la historia de la presencia femenina en el mundo artístico. Por ejemplo, de mujeres cuyo nombre no es conocido como el de los hombres que vivieron a su lado: Lisa Ponti, hija de Giò; Luce Balla, hija de Giacomo; Rosa Manni, esposa del crítico de arte Raffaello Giolli.

Relaciones femeninas

No faltan, sin embargo, resultados de intensas relaciones femeninas, como el paso del testigo entre Giulia Sansevero y su hija Fede Cheti. Después de la muerte prematura de su marido, Giulia inaugura en Milán una actividad de tejido de telas y tapices para decoración, acompañada por su hija. Esta última, siempre más autónoma en el plano artístico, llegará a exponer sus trabajos en la cuarta Trienal de Milán (1930) y se revelará como tenaz emprendedora en una época, la fascista, en que el trabajo femenino fuera del hogar estaba fuertemente desvalorizado.

En este sentido son particularmente significativos los objetos en madera diseñados por Maria Montessori para los niños de la Casa, que documentan su extraordinaria dedicación pedagógica. O bien el libro de 1901 de Rosa Agazzi (que, con su hermana Carolina, reemplaza el nombre de “asilo infantil” por el de “escuela maternal”) en el que se describen 21 modos de tejer paja.

Este trabajo se ha valido por cierto de valientes colaboradores de sexo masculino: carpinteros, tipógrafos y otros artesanos han hecho posible la realización de los mismos objetos. Pero cada uno de estos objetos esconde historias de mujeres tenaces, innovadoras, valientes, capaces de utilizar materias incluso pobres y a menudo recogidas en el ambiente doméstico. Se anuncia algo nuevo. Como el “vestido contenedor” de Marion Baruch, artista anciana pero sumamente activa (exesposa de un empresario textil lombardo), que en un trabajo de 1970 encierra a la mujer en un (cuasi) burka para reaccionar contra la pompa del lujo milanés de la época.

Última sala de la exposición

Últimas páginas: diálogos entre los colaboradores de la muestra sobre las preguntas iniciales. Ninguna respuesta definitiva, pero reflexiones estimulantes que proseguirán más allá del fin de la muestra. En efecto, no ha sido en vano la confrontación entre los artefactos tradicionales y las modernas tecnologías 3D, confrontación que pone en evidencia cómo el moderno sistema-design goza de la colaboración de muchas personas (hombres y mujeres) comprometidas en el estudio, en la enseñanza, en la difusión de obras innovadoras.

La curadora de la muestra, Silvana Annichiarico, y los presidentes de la Trienal de Milán, Claudio De Albertis, y del Triennale Design Museum de Milán, Arturo Dell Acqua Bellavitis, han lanzado un desafío que, por referirnos al objeto Neto 334, de 1956, de la artista Antonia Campi (unas tijeras de hojas más largas que las habituales), ha querido “dar un corte a los estereotipos”.