Tribuna

Enfrentarse a la realidad

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Fue una jornada muy intensa la que vivió el Papa en Santiago durante su viaje a Chile y Perú: en primer lugar con la celebración de una misa en las grandes Parque O’Higgins para un gran número de fieles, para, a continuación, recibir él solo en la nunciatura un grupo de víctimas de abuso de sacerdotes. Después, el Papa visitó el centro penitenciario femenino,  luego se encontró con religiosos, obispos y jesuitas, y, finalmente, rindió homenaje a Alberto Hurtado, que junto con su amigo Manuel Larraín, entonces obispo de Talca, fue en la primera mitad del siglo XX una de las figuras emblemáticas del catolicismo chileno contemporáneo. Con un tema básico, la necesidad de enfrentarse la realidad, que subrayó sobre todo en la larga reflexión en la catedral que Bergoglio ofreció a sacerdotes, religiosos y seminaristas.

La constante referencia del Papa a la confrontación entre la realidad a través de la contemplación de Jesús según el método ignaciano, se dejó sentir homilía durante la gran eucaristía de la mañana, pero también en el encuentro festivo con las presas, muchas de ellas jóvenes y con niños muy pequeños. Ante estas mujeres, el Papa Francisco, visiblemente emocionado, supo tocarles el corazón hablándoles del futuro, de la necesidad de mirar hacia adelante y de la dignidad que nadie debe arrebatar a ningún ser humano.

Poco después de reunirse con víctimas de abusos, dirigiéndose a los sacerdotes, Bergoglio meditó de forma extensa sobre la figura de Pedro y los discípulos después de la muerte de Jesús: derribado, perdonado, transfigurado. “Siempre me ha gustado el estilo de los Evangelios que no embellecen ni endulzan los acontecimientos”, sino que “nos muestran la vida como viene”, sin “miedo de mostrar los tiempos difíciles, incluso contradictorios, con los que se toparon los discípulos”, dijo el Papa. Citando un texto suyo de los finales de los ochenta, apuntó que la peor de las tentaciones es quizás la de “quedarse rumiando la desolación” en tiempos de angustia.

Y de nuevo, como lo había hecho en su primer discurso ante las autoridades, Bergoglio volvió a hablar sobre el escándalo de los abusos y del “dolor por el daño y el sufrimiento de las víctimas y sus familias, que han visto traicionado la confianza que habían depositado en los ministros de la Iglesia”. Para esto, agregó que uno debe tener la claridad de “llamar realidad a su nombre” y el coraje de pedir perdón.

Pero enfrentarse a la realidad debe significar hacer frente a sus cambios, sin nostalgia y a pesar de todas las dificultades para entenderlos, como en el relato bíblico del Éxodo.  “A menudo soñamos con las ‘cebollas de Egipto’ y olvidamos que la tierra prometida está delante, no atrás. Que la promesa es de ayer, pero para mañana”, subrayó el Pontífice.

Después de la resurrección, “Jesucristo no se presenta sin sus heridas”, dijo entonces Bergoglio. Por lo tanto, no hay que ocultar o esconder sus llagas, porque “una Iglesia herida es capaz de entender las heridas mundo de hoy y hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y buscar sanarlas”. Sin ponerse en el centro porque “allí está el único que puede sanar las heridas y tiene un nombre: Jesucristo”.